2007-08-09

Jason subía la escalera y miró en lo alto un pedazo de pared...
«Recordó la pared reluciente de los lavatorios. Más humana, menos pared. Leyendas y dibujos obscenos se sucedían en sus mosaicos, renovándose diariamente. Cuartetas torpes, gritos rabiosos de sexualidad. El primer día que entró allí había visto aquello con disgusto. Pero luego, en un rincón oscuro descubrió dos palabras con rasgos grandes y armoniosos. Abajo una firma: Louise. Una confesión simple y animal. Louise quería. ¿Y qué? Él quería, todos querían.
»Imaginaba a la muchacha en cuclillas, haciendo pasar y repasar el lápiz por las baldosas resbaladizas. Con los ojos brillantes de miedo y vergüenza; la punta de la lengua entre los dientes; semidescubiertas las piernas blancas y las diminutas ropas, más blancas aún. Louise quería, todos querían. Mejor aquella pared con su confesión cínica y exasperada, con sus dibujos grotescos e ingenuos, que esta otra, blanca, impersonal, simple plano divisorio».

14 comentarios:

antesmente dijo...

"¡Guarde compostura la acusada! Renuncie a sus pujos intelectuales (que sin duda no impresionarán al jurado), y diga si es verdad que, víctima de cierto furor bien conocido en la ciencia médica se entregó a una cosecha bárbara del sexo fuerte (así llamado con menos propiedad que vanagloria)."
--¿Y qué? --repuso la Ultra en tono desafiante.
--Diga si es cierto que, no bastándole la producción local, se dedicó a la pesca en otros continentes, atrayendo a sí a numerosos ejemplares masculinos, todos afinados en el uso y abuso de la inteligencia, desde el joven prosista francés hasta el swami de Calcuta, pasando por el filósofo alemán, el crítico inglés, el músico checo, el poeta bengalí, el dramaturgo español, el novelista rumano, el psicólogo suizo y el cineasta yanqui.

Leopoldo Marechal
(borrador) Adán Buenosayres

Patrick dijo...

el sapo quería
Ramón quería
Elsa quería
Ssaramago quería
el papá de Jeanmarie
gustavo quería
los alguaciles, silv, badoni, gab de allí, pastora, el ruso, dios,Voltaire, el swami de Calcuta, a cration of my imagination

Louise

yo quiero......
ser algo más que un espía y como leí hace un momento en el blog de gaab: tllega un momento en el que el silencio es traición, y parece una frase de Onetti.

Lugar de olvido es un tren bala directo al cráneo, patrick celebra este arribo a laestación Onetti, , a veces tan seductor que aterra.
¡de qué libro es?
Gracias por este lugar, la coherencia termina transformandolo en suna suma total.

Cristina dijo...

Cultos, lo que se dice cultos. Me parece que tiene menos propiedad que vanagloria, como el sexo fuerte.
Es muy bueno jugar, hace pensar, nos anima por caminos que seguramente no transitaríamos de otro modo.
Así fue mi encuentro con Leopoldo, a esta altura puedo llamarlo por su nombre de pila.

gaab dijo...

Patrick,
es de "tiempo de abrazar" y podes encontrar el texto completo en
http://www.onetti.net/es/novelas/tiempo_de_abrazar
g
ps.. gracias por el mensaje, gustavo

silv dijo...

Quisiera haber querido quise querer querido queres queriendo?

Quiero.

Me voy por una semana al continente a querer a S.

Patrick dijo...

Vengo de www.onetti.net
Me hiceiron feliz las tapas, me pasó que recordé dos que había en la biblioteca de mi tía Claudia:
Tierra de nadie (novela), Losada.
Jacob y el otro (cuentos), ...
gracias gaab.

Gustavo López dijo...

A la edad de once años le conté a Diego, un compañero de escuela, que yo robaba novelas usadas de las librerías de viejo. Le narré el modus operandi y que los dueños, en cierta forma me alentaban, porque, si bien en una ocasión me habían palpado a la salida —las escondía en el cinturón, debajo del pulóver—, cuando iba al mostrador a cambiar dos por una, me aceptaban el canje. Le dije que estaba leyendo "El vendedor de caballos", que me gustaba porque era rara. Si él quería, al terminar yo de leerla, se la podía prestar. Unos días después, mientras hacíamos los deberes en su casa, me preguntó cuántas novelas había leído últimamente. Me entusiasmé y cuando empecé a enumerarlas, me cortó en seco para prevenirme que tuviera cuidado. Que reparara en que esos libros podrían contagiarme alguna enfermedad porque habrían pasado antes por otras muchas manos. Era un consejo de su mamá, a quien él le había comentado que yo leía libros de librerías de viejo. Lo escuché entre sorprendido y avergonzado.
Iba bastante a menudo a su casa; pensaba que la madre de Diego podía creer que yo iba a robarles algo. Entonces, quise saber si Diego le había contado a su madre que yo robaba libros. Me respondió que no, que él sabía guardar secretos. Sentí alivio pero, a partir de entonces, y aunque sería por poco tiempo, no pude evitar sentirme un intruso cada vez que me quedaba solo en su cuarto.
A fines de febrero, últimos días de las vacaciones de verano, la madre de Diego se comunicó con mi padre por teléfono. Según ella yo había tenido un gesto con su hijo de connotaciones racistas. No se explayó más, recuerda ahora mi padre.
Cuando salíamos a comer fuera de casa, yo iba a los baños mientras mis padres hacían la sobremesa. Ingresaba en los privados a leer las inscripciones en las puertas y paredes. También iba a hacerlas. Con el transcurrir del tiempo, no se producía ningún diálogo entre las viejas y las nuevas inscripciones. Cada tanto habían sido borradas con pintura. Encerrado en el closet del Zum-Bier escuchaba los pasos por la escalera de un hombre que yo imaginaba que era siempre el mismo.
Diego, unos minutos antes de la llamada de su madre, había hablado conmigo por teléfono. Me contó que recibía llamadas de desconocidos que preguntaban por él. Le dije que debían ser tipos que leyeron en el baño del Zum-Bier, su nombre, teléfono y que era puto. Diego no podía creer lo que estaba oyendo. Agregué que había escrito esos datos en el baño del restaurante de la calle Corrientes pegado al cine Los Ángeles, pero que tenía dudas acerca de que realmente las llamadas fueran consecuencia de esas inscripciones. Mi padre ahora dice que la madre de Diego había sido ambigua; mi padre cerró el tema diciéndole a la madre de Diego que lo sucedido eran cosas de chicos.
Diego Hartz no concurrió a la escuela el primer día de clases. Mi grupo de compañeros de séptimo se acordaron de Diego cuando yo hice notar su ausencia el lunes siguiente, o sea una semana más tarde. Podría no haber existido nunca, no haber ocupado un espacio en los seis años que fue alumno de la misma escuela. Nadie más supo algo de Diego, ni quiso saber. Parecía medio puto, fue el último comentario que realizó otro chico.

Paulino dijo...

Siempre me llamó la atención las inscripciones en las puertas de los baños.
Sobre todo las que tenían respuesta y establecían algún tipo de diálogo, político, futbolístico, sexual.
Son una especie de blog prehistórico, habría que exhumar de las sucesivas capas de pintura las inscripciones más antiguas, de personajes hoy inexistentes de Buenos Aires.
Recuerdo que en el Instituto Di Tella hubo una exposición de puertas de baños que fue sensurada por la dictadura, creo que en ese momento estaba La Morsa (Onganía)un nene de pecho al lado de los que despues vendrían.

el ruso dijo...

no me puedo mover en tu blog.

Todos queremos pero yo no me puedo mover aquí. ¿Será una cuestión de accesibilidad? En realidad me parece que no es un problema técnico.
Siento que es una cuestión más kafkiana. No sé como explicarlo bien.
Si estuviera acá un técnico, ahora, capaz que me lo arregla. Pero siento que no, del mismo modo que Gregorio Samsa no sabe por qué se convirtió en cucaracha.

Todo me cuesta una bocha.

Vengo a Lugar de olvido y lo hago porque sí, a pesar de todo.
Quiero decir, no vengo solamente por placer, porque para mí el placer es algo animal.

Me pasa lo mismo que con los problemas respiratorios que tengo. Los médicos me aconsejan que no morfe, y yo lo hago igual. Y qué.
Hay algo en mí que me impele a hacer cosas, aunque me cuesten un huevo.

Es lo mismo que le pasó a Le Guin con los libros de Saramago.
Ayer.
Ayer, no podía ni leer ni respirar. Pero yo quería.

silv dijo...

Quisiera esta tarde divina de octubre...
Siempre intensa Alfonsina. Tenia como 12 a#os y una compa#era de colegio aparecio con las obras completas de la Storni. Y yo me maraville, le pedi prestado el libro y decidi copiar todos lo poemas en un cuaderno. Cuando mi papa me vio escribiendo incesantemente me pregunto que estaba haciendo, y yo le dije que queria tener todos esos poemas. -"Y por que no te compras el libro?"- Fue su respuesta. Y recuerdo que la solucion me sorprendio porque a los 12 a#os, ya me compraba "mis" libros. Pero ahora, creo que mi accion infantil no tuvo con que ver con el hecho de poseer los poemas de Alfonsina, sino con el hecho de escribirlos, yo queria escribir esos poemas.

Es el temblor de la escritura... como que el lenguaje se sacude y pierde su cotidianeidad, brilla. Y en aquel momento me di cuenta que las palabras podian ser como las cajitas chinas.

Con los a#os, uno niega y mas tarde se reconcilia, o no, con Alfonsina. Pero siempre queda la experiencia de aquel temblor, que repite en algun poema, algun texto

gaab dijo...

En el colegio leimos una poesía de alfonsina. Me entró curiosidad y cuando entendí que se había suicidado (debía rondar yo los 10 años) me impresionó. Me dio miedo. No poder respirar, inhalar agua. El mar, tener tantas ganas de morir que se está dispuesto a lo impensable (soy claustrofóbica, pensar en que no entre aire en mis pulmones me paraliza). Así que no le dí jamás una oportunidad. Fue amiga de García Lorca, y la envidio por eso.

Pastora dijo...

Pienso en los comentarios acerca de la escritura, que leí a partir de las entradas sobre Onetti...
¿Qué me dicen?
Paulino percibe las inscripciones geológicas de los baños como vidas desaparecidas bajo capas de pintura, un blog ahogado por la tentativa de higiene en los baños de restaurantes y bares. Me exhibe la escritura de personas que desean, expuesta en el Di Tella. Siento que él percibe eso que gira y no se detiene, lo que yo escucho cuando el Ruso dice "hay algo en mí que me impele a hacer las cosas aunque las cosas me cuesten un huevo". Imagino a Silvina encerrando algo en cajitas chinas de palabras que empezó a construir en la infancia y ella me acerca al misterio de la identidad.
Siento algo de lo que busca Gaab cuando tipea su "correspondencia" en español.
Y me impresiona la escritura de Gustavo porque tiene el poder de afectar, de inscribirme en una experiencia, ¡qué bárbaro! ¿ya de pichoncito sometías a tus amigos a punta de palabras escritas en las puertas de los baños?
En fin, cosas de chicos.

Gustavo López dijo...

(…) con los años, una lenta decantación parece haberse producido: la de la madera absorbiendo la pintura. Un proceso tan minúsculo y despacioso como sólo puede serlo la incorporación de una materia en los poros de otra materia, cada gota de grumo asimilada por cavidades invisibles que chupan sin saber. Y así la puerta del baño, la puerta del baño de varones del claustro de tercer año del Colegio Nacional de Buenos Aires, recupera en parte lo que fue escrito en ella hace tiempo. No vuelve al corte nítido, pero tampoco lo pierde del todo. En su lugar, si uno se fija, hay ahora una hendidura leve, una diferencia de relieve tan apenas insinuada, que es más fácil percibirla con los dedos que con la vista. Por eso María Teresa toca, toca la puerta, del lado de adentro, con la yema de los dedos. Y así va descubriendo formas, como si fuese ciega y leyese en Braille. Formas: un redondel, una línea que sube, que baja, que sube, que baja, una curva estrecha que arriba no se cierra: formas que hacen de letras. María Teresa trata de leer, como si fuera Braille, la leyenda secreta de la puerta del baño. La primera palabra no logra entenderla. Alguna letra suelta, una erre, tal vez una pe, pero la palabra entera no. Después viene una o: redonda y en imprenta, una o. Y después, es decir, abajo, seis letras que va desgranando, una por una, hasta determinar que, en su combinación, conforman la palabra «muerte». María Teresa, intrigada, hace nuevos intentos con la primera palabra, instando a sus dedos fatigados a que sientan y comprendan. Pero es inútil: en este tramo la pintura va ganando a la madera, la tapó y la aplanó de un modo que la madera no ha podido revertir, o paliar, hasta ahora. La primera palabra no se entiende, sigue perdida. Se lee solamente: o muerte.

SÉPTIMA HORA; ps. 85-86.
Ciencias morales. Martín Kohan.

Pastora dijo...

Oh, muerte.
..."este tipo de tratamiento consistía en mantener al prisionero todo el tiempo de su permanencia en el campo encapuchado, sentado y sin hablar ni moverse. Tal vez esta frase no sirva para graficar lo que significaba en realidad, porque se puede llegar a imaginar que cuando digo 'todo el tiempo sentado y encapuchado' esto es una forma de decir, pero no es así, a los prisioneros se los obligaba a permanecer 'sentados sin respaldo en el suelo', es decir sin apoyarse en la pared, desde que se levantaban a las seis horas, hasta que se acostaban, a las 20 horas, en esa posición, es decir 14 horas. Y cuando digo 'sin hablar y sin moverse' significa exactamente eso, sin hablar, es decir sin pronunciar palabra durante todo el día, y sin moverse, quiere decir sin siquiera girar la cabeza...
Un compañero dejó de figurar en la lista de los interrogadores por alguna causa y de esta forma 'quedó olvidado'... Este compañero estuvo sentado, encapuchado, sin hablar, y sin moverse durante seis meses, esperando la muerte..."
Pilar Calveiro. Poder y desparición.Los campos de concentración en Argentina.