2007-09-21

«Soy amigo de Pinocho, que en la infancia me llevó de la mano por los caminos de la imaginación. Cuando me encuentro con otros devotos de Pinocho descubro que nuestros recuerdos no coinciden. Freud, quiero decir algún "complejo" del snobismo herido, me induce a olvidar lo que sé: ellos, siguiendo una buena tradición, leyeron el volumen de Collodi; yo, con infinidad de ignorantes, los fascículos publicados en la colección "Cuentos de Calleja" en colores.»
»Hoy leo la "Nota preliminar" de Esther Benítez a su traducción del libro de Collodi: "Es muy cierto que la fama y difusión del Pinocho de Bartolozzi en el ámbito lingüístico hispano eclipsaron por completo el Pinocho de Collodi, hasta el punto de que aún hoy es frecuente encontrarse con quien [¡con ABC debiera decir!] recuerda nítidamente el Pinocho de Calleja y sólo tiene una borrosa memoria del de Collodi". Baste aclarar que Bartolozzi ―Salvador Bartolozzi Rubio― ilustró con sus dibujos la traducción de Calleja del libro y escribió el texto de las nuevas aventuras publicadas en los fascículos que tanto me atraían: Pinocho en la India, Pinocho en la China, Pinocho en el Polo, Pinocho en la Luna, Pinocho en el país de los hombres gordos, Pinocho en el país de los hombres flacos, Pinocho en Jauja, Pinocho en Babia, Pinocho detective y de la serie Chapete reta a Pinocho, que me gustó menos.»

Este es un escrito de Adolfo Bioy Casares en Descanso de caminantes, 1982.
Tiene mínimas revisiones mías a partir de que poseo el Pinocho de Alianza, 1980, con Prólogo y Nota preliminar notables. Entre otras cosas, corregí el nombre del dibujante y escritor del Pinocho español, que en el diario de Bioy Casares aparece como «Bertolozzi».
Pero lo que importa es el encuentro con amigos. El miércoles fui a tomar un café con Paulino a La giralda y mezclado con temas automovilísticos, la largada de Spa-Francochamps y otros, nos perdimos hablando de Lucignolo, Paul Auster, Bioy Casares.
Las charlas con amigos suponen un montón de desviaciones. De todas ellas me pareció atractiva la huella que dejó Bioy, vista ahora desde el ángulo de la traductora del libro de Collodi, M. Esther Benítez, que en la Nota hace la siguiente pregunta:
«¿Cómo es el Pinocho de Bartolozzi?»
Sumar ahora una nueva cita de la Nota tiene por fin denotar que, como explica la contratapa de Alianza, la llamada literatura para niños desborda las fronteras del género.
»¿Por qué el Pinocho español se mueve en un mundo de fábula? ¿Por qué en todas sus aventuras no existe una progresión psicológica de los personajes, como ocurre en el Pinocchio italiano? Si la constante obsesión de Pinocchio es convertirse en un niño de carne y hueso, nuestro Pinocho [España, 1917/1920], satisfechísimo de su condición, sueña en seguir siendo muñeco; en cierto sentido es como Peter Pan, el niño que no quiso crecer. Y lo mismo ocurre con el realismo de la obra, que sólo aparece en detalles esporádicos y nunca en la caracterización y actuación de los personajes. ¿Por qué este enfoque? ¿Presiones del medio ambiente? ¿Imposición del editor? Habría que estudiar el problema a fondo y por extenso y no en los reducidos límites de estas notas».


4 comentarios:

Leicia dijo...

Te encontré!

gaab dijo...

Pinocho. no leí el libro vi la peli en el cine ¨los angeles¨. Siempre que íbamos al cine íbamos después al palacio de las papas fritas (fritas souflé!). De todas las veces que fui, la única que me acuerdo como si fuese hoy (incluso me acuerdo como iba vestida, debía tener yo 6 o 7 años) es cuando ví pinocho, que me aterró (seguí reviviendo la imagen de los críos convirtiendose en burros por mucho tiempo). Me la regalaron para las chicas y la tiré al carajo, algo absolutamente irracional, lo sé, pero no quería verla en casa. Por eso me sorprende que a alguien pueda llegar a gustarle esa historia. Como todo cambia de una persona a otra...

Pastora dijo...

Leí el Pinocho de Collodi.
Me hacía sentir mal.
Es uno de los pocos libros que odié siendo niña. Aunque confieso que el que me resulta absolutamente detestable es Corazón de Enrique D´Amicis.
Hoy siento, al evocar la lectura del libro, que debería decir que Pinocho me producía angustia. De chica no le podía poner nombre a la catalepsia de Blancanieves, o a la crueldad del caperucita y el lobo, menos a la angustia que giraba en el centro de cada página de Collodi.
Simplemente no podía entender la vocecita machacona del grillo, ni que muriera aplastado por Pinocho y menos aún las desdichas del pobre muñeco: los pies quemados, las orejas de burro, el robo, la traición, sus intentos frustrados de lealtad al padre, el tremendo capítulo del circo.
Ahora me pongo a pensar en la claridad de la fábula, su valor intenso. Pinocho habla de premios, de castigos, de mi relación con mi propio padre, del hada buena que hubiera deseado sea mi madre, de la construcción ambigua que es el afecto familiar. De la culpa.
Y de que el amor es posible, hay que desearlo con la intensidad de un muñeco de madera que quiere ser niño de verdad.

silv dijo...

Me hubiera encantado estar en La giralda con vos y Paulino. besote.