2007-10-19

La glorieta iv
Desde el día del escándalo Larsen visitó a la mujer oscura, hermosa y arisca. Fue diciendo su historia sin propósito; contó para ganar tiempo. En algún lugar de Angélica Inés, se estaba perfeccionando un porvenir que le daría a Larsen el privilegio de protegerla y pervertirla. Con la boca entreabierta, embellecida por el resplandor de la saliva, ella, en respuesta a los recuerdos de Larsen, sólo podía dar un sonido ronco.
Era nadie.
El 22 de agosto Angélica Inés soñó con caballos.
Entonces, Larsen contó su amor por un caballo; hubo un circo, una multitud, un frenesí de tres minutos. Siempre es difícil hablar del amor y es imposible explicarlo. A las ocho, Larsen terminó de hablar y rehizo el camino al astillero; se dejó guiar por el resplandor amarillento de la casilla.

La casilla vi
Póngase algo en la cabeza por el rocío, vamos al restaurante y comemos ahí, invitaba Larsen. Y por si viene Gálvez, podemos dejarle dos líneas.
Había un miedo.
Júreme que no me deja sola esta noche de luna, y le digo lo que quiera saber. Sí, respondía Larsen. Pero cuando yo le diga que se vaya, se va, afirmó ella. Y si se encuentra con Gálvez no le dice que estuvo conmigo. Miró hacia la noche blanca. La mujer de sobretodo, los ojales tirantes, el alfiler de gancho que cerraba el cuello, había encontrado vacío el porrón de melaza que usaba para esconder algún dinero con Gálvez. Y el título ya no estaba en la casilla, y ni siquiera lo tendría Gálvez.
Tal vez haya ido al Chamamé, y si se llevó el dinero es posible que lo encuentre borracho. Voy y lo converso, decía Larsen.
Estuvieron helándose infinitamente separados.
Ahora puede irse, respondió ella mirando a la ventana. Larsen esperaba que se levantara. Miró los ojos que ya lo habían juzgado. Entonces la besó.
Ella se dejó y abrió la boca. Después le golpeó la mejilla.
La bofetada lo hizo más feliz que el beso.

Siempre es difícil hablar del amor y es imposible explicarlo; y más si se trata de un amor que nunca conoció el que escucha o lee, y mucho más si sólo queda, en el narrador, la memoria de los simples hechos que lo formaron.


1 comentario:

el ruso dijo...

Con sexo.

El astillero es un cuento de Borges, pero con sexo.

Magnífico.