2008-02-26

Dudó Ricardo Reis sobre el vocativo que debía emplear, una carta, en definitiva, es un acto delicadísimo [...] Hay equívocos sentimentales que justamente se iniciaron así [por el vocativo mal empleado].

Por ejemplo, mi querida Marcenda, por qué suya, querida, por qué, es cierto que también podría escribir, mi pequeña Marcenda, o mi cara Marcenda, y lo intentó, pero lo de pequeña le pareció ridículo, y lo de cara aún más, y después de romper algunas hojas se encontró con el simple nombre, por él nos debíamos tratar todos, llamaos los unos a los otros, para eso mismo nos fue dado nombre y lo conservamos. Entonces escribió, Marcenda.
...
Habiendo escrito pocas palabras se detuvo a pensar, luego continuó, dio las noticias, ya fue dicho cómo, componiendo y adecuando, uniendo partes, llenando vacíos, si no dijo la verdad, y mucho menos toda, dijo una verdad, lo que importa por encima de todo es que esta verdad haga felices a quien escribe y a quien lea, que ambos se reconozcan y confirmen en la imagen dada y recibida, imagen ideal, imagen que por otra parte quizá sea la única.

2008-02-24

Vi en compañía de Blimunda y Baltasar la corrida de toros. El sacrificio de los animales cubiertos con capotes de explosivos.
Posteriormente aparecieron en la Plaza unas figuras de barro pintadas, pág. 125, que me retrotrajeron a La caverna y también al pasaje de El evangelio en el cual los diablos, por obra de Jesucristo, abandonaron el cuerpo de un loco para, por poco rato, hospedarse en el interior de dos mil cerdos.
Los toros embistieron las figuras y del interior de ellas salieron conejos y palomas, «pocos y pocas sobrevivirán a semejante crueldad». Recordé el sacrificio de las tortolillas. Como dice El evangelio: «un degolladero, un macelo, una carnicería».

Ahora As pequenas memórias.
A eso de los catorce años el descubrimiento de una «mezcla de agua, vinagre y azúcar, la misma que iba a servirme, con la excepción del azúcar, para, en mi Evangelio, matar la última sed de Jesucristo».

2008-02-20

Happy Together.
Fui en bicicleta desde Cardales hasta Capilla del Señor, unos quince kilómetros por medio del campo. En el camino de tierra topé con un puente del ferrocarril. Según me contaron más tarde en Capilla, en ese puente se hizo una escena de la versión cinematográfica de Boquitas Pintadas.
Me dieron que pensar.
Ahora creo que podría haber sido otra película. El pibe cabeza, también con Alfredo Alcón y dirigida por Leopoldo Torre Nilsson.
De todos modos miré el pueblo como si se tratara del plató de una película. Compré unas empanadas fritas en un club llamado Honor y Patria, frente a la plaza principal. Me senté en un banco.
Observé dos perros.
Un galgo enfermo y otro, mezcla de no sé qué, que me hacía acordar a Freddy Mercuri. Por la vitalidad. Freddy merodeaba la plaza, meaba todos los árboles y luego se acercaba adonde estaba recostado el galgo. Entonces, le lamía los huevos, o, mejor dicho hacía el intento, porque el galgo se ponía en pie y le mostraba los dientes. Pero Freddy, que era más joven, a pesar de las amenazas, le entraba por atrás con la lengua, hasta que un tarascón del galgo lo alejaba. El galgo, positivamente enfermo, sin embargo no quería morderlo. Freddy se iba y el galgo se echaba nuevamente. Durante la pausa, Freddy meaba, o hacía que meaba. De repente se acercaba, volvía a hundir su hocico en las ancas huesudas del galgo, y recomenzaba la succión curativa, si puede usarse la expresión.
Pese a parecer una cinta imposible los machos terminaron ariscamente juntos.

2008-02-16

Partes de Encontrado y memoria de la tapa de otro libro. La tapa de Tombuctú, el nombre de un sitio que es como el Valle de los Huesos de jota. A remote or extremely distant place; from here to Timbuktu; también en la novela de Paul Auster. Adonde el perro semihundido de Goya va a morir.


Tal vez allí Bea esté leyendo. Entre elefantes.
Quién sabe.

El punto es que Cipriano anduvo llorando. La mudanza de la alfarería al Centro dejó de ser solamente una ilusión de su yerno. Se convirtió en realidad.
Llovía.
«No hay nadie más en la aldea, y probablemente en el mundo, con quien dejase a Encontrado, preferiría matarlo. Expectante, moviendo el rabo con lentitud, el animal seguía mirando desde lejos. Cipriano Algor se agachó y lo llamó, Encontrado, ven aquí. Escurriendo agua por todas partes, el perro comenzó sacudiéndose entero, como si sólo decente y presentable estuviese autorizado para acercarse al dueño, después dio una rápida carrera para encontrarse, al instante siguiente, con la cabezorra apoyada en el pecho de Cipriano Algor, con tanta fuerza que parecía querérsele meter adentro. […] Le extrañó que le pusieran la correa, no era habitual cuando viajaban, pero la extrañeza aumentó, se hizo confusión, cuando la dueña y el dueño más joven le pasaron la mano por la cabeza, al mismo tiempo que murmuraban palabras incomprensibles y en las que su propio nombre de Encontrado sonaba de manera inquietante, aunque lo que estaban diciendo no fuera tan malo, Vendremos a verte un día de estos. Un tirón le hizo entender que tenía que seguir al dueño, la situación volvía a aclararse, la furgoneta era para los otros dueños, con éste el paso sería a pie».

Posdata a Tombuctú. Tercera edición, diciembre 1999, Anagrama: en las páginas preliminares dice Perro semidesnudo en vez de «Perro semihundido».

2008-02-12

De cara a una pared.
Mientras que los moldes de las seis figuras se secan a las brazas, el alfarero Cipriano sueña que está sentado ahí mismo, adentro del horno, en un banquito que es el banquito que está afuera del horno. El yerno y el encargado de compras del Centro le hablan, No merece la pena que enciendas el horno, Que te sacrifiques, Cerramos la alfarería, Nuestro pedido de figuras de barro acaba de ser cancelado, Cipriano quiere darse vuelta para responderles, pero su cuello no lo deja. No puede moverlo entonces tiene que aguantarse, de cara a una pared, contemplando las sombras que proyectan aquellas voces.
Esa misma noche Encontrado se quedó cuidando la lumbre, sólo cuando las brazas se apagaron del todo, cerró los ojos para dormir.

2008-02-06

El peletero tiene problemas, dos al menos.
Cuando los pensamientos de Landa, el peletero, son llevados a la acción la novela pierde interés. Los diálogos con Hueso persiguen la verosimilitud sin alcanzarla, precisamente porque son fabricados como reflejo de un diálogo real. Pero el diálogo real es poco funcional.
Todos hablamos solos.
Será por eso que a mí me atraen personajes a lo Wakefield (Hawthorne), Bartleby (Melville), Jonathan (Süskind) o Don José (Saramago).
La historia de Rosa Comte y el pai Romero, referida por Hueso, consigue solamente sobre el final, si se quiere y por decirlo de algún modo, un poco de tensión realista.
Luego, acción y diálogos, restan mérito a la novela de Luis Gusmán.

Dos veces junio es perfecta hasta el reencuentro con Mesiano, después de la derrota de la selección argentina en Núñez. A partir de ahí la narración combina datos históricos y futbolísticos de la época de la dictadura.
El final.
La novela decae al hacer de su desenlace una historia de apropiación de menores. Es decir, a partir de que el relato subordina la ficción a la historia documentada.
Cosa que no ocurre en absoluto con La flor azteca, de Gustavo Nielsen, donde el protagonista es un colimba, igual que el protagonista de Dos veces junio.
La novela de Martín Kohan construye un personaje jodido para una narración políticamente correcta. Por el contrario, Nielsen arma una narración políticamente incorrecta para mutar a un perverso en un bicho entrañable.
En ambas novelas los discursos oficiales son rotundos. El principal de la novela de Kohan es el encarnado por el doctor Mesiano. Sin embargo, el nombre Mesiano es un apelativo redundante. Una sobra de Kohan.

2008-02-04

Es la portera.
Hago de enfermero y de steward; un té, sí, faltaría más. Seguramente mi madre no sabe quién es. La portera pregunta por el médico que vino ayer, mi madre dice que no vino ninguno; bueno, la portera está un poco apagada también.
Yo sonrío, pero hay instantes en que dudo si fue ayer que vino el médico. Me olvido, ayer claro... Por momentos mi capacidad para pensar se nubla.

Ahora la portera y mi madre oyen Casandra.
La empresa del Segundo barco, dirigida por Anquises, padre de Eneas, y por Calcante, respetado adivino de Troya, para ir al rescate de Hesíona, la hermana del rey.
En Troya, sin embargo se rumoreaba que Hesíona no había sido raptada, sino que se había casado con un espartano por su propia voluntad. Pero igualmente el barco se aprestaría a zarpar. Y aquel día el pueblo troyano clamó: Hesíona o muerte.
Troya o muerte.
Eneas y Casandra también gritaron consignas para animar el sueño de los héroes.
El rescate tardaría. Y los troyanos serían empujados gradualmente a un extrañamiento de sí mismos. Cuando el barco volvió se hizo un círculo de silencio en torno a los guerreros. Volvió sin la hermana del rey. Tampoco regresó Calcante, el adivino, «[…] con ese barco comenzó nuestra ruina», dice Casandra.
«El palacio, el lugar que era más mi hogar, se retrajo ante mí, mis queridos patios interiores enmudecieron. Estaba sola con mi razón.
«Un primer ciclo».

Verdad, dice mi madre. Sí, como Malvinas, suelta la portera. Juegos de la memoria, soplo sobre las hojas del libro.