2008-05-31

«¿Quién puede decir de qué carne estoy hecho?» El narrador de La luna e i falò hace esa pregunta al inicio de la novela.
No creo haya respuesta a tal pregunta. Tampoco creo que dicha pregunta guarde relación directa con la confusión a la que se presta, al menos en castellano, la palabra patria.
La pregunta recorre toda la novela.
Pero no se trata de seguir la pregunta a lo largo del río Pavese. Quiero decir que la novela parece escrita para olvidarla.

Sin embargo, en la página ciento veintidós dice:
«En los meses que Rosana fue mi amiga, comprendí que en verdad era bastarda, que las piernas que extendía sobre el lecho eran su única fuerza, que podía tener a sus padres en el Estado productor de grano o quién sabe dónde, pero para ella sólo una cosa contaba: decidirme a volver con ella a la costa y abrir un local italiano con pérgolas de parra —a fancy place, you know— y allí tener ocasión para que alguien la viese y fotografiase difundiéndola luego en un diario editado en colores —only gimme a break, baby— […]
»Era rubia, alta, siempre dispuesta a alisarse las arrugas y arreglarse los cabellos. Quien no la hubiese conocido, viéndola salir con aquel paso de la puerta de la escuela, la habría confundido con una simpática estudiante. Qué enseñaba no lo sé; sus alumnos la saludaban echando al aire la gorra y silbando. En los primeros tiempos, hablándole, yo escondía mis manos y bajaba la voz. Me preguntó enseguida por qué no me hacía americano. Porque no lo soy, balbucí —because I'm a wop—, y ella reía y repetía que eran los dólares y la cabeza lo que hacían a un americano. Which of them do you lack? ¿Cuál de los dos te falta?»

A wop.
En la página ciento veintitrés hay una inversión, por decirlo de algún modo, de la pregunta del inicio de la novela. Una inversión material a partir de «carne», de la palabra carne, y que escapa a la entidad abstracta de la otra, la palabra patria.

«He pensado muchas veces qué tipo de hijos habrían podido nacer de nosotros: de aquellas caderas lisas y duras, y de mí, de mi sangre densa. Los dos procedíamos de no se sabe dónde, y el único modo de conocernos, de saber qué teníamos en la sangre, era someternos a esta experiencia. Habría sido interesante, pensaba, si mi hijo se pareciese a mi padre, a mi abuelo, y así descubriese realmente su identidad. Rosana me habría dado seguramente un hijo, siempre que hubiese aceptado acompañarla hasta la costa. Pero yo rehusé, no quise —con aquella madre y conmigo habría sido otro bastardo— un muchachote americano. Ya entonces sabía que me esperaba el regreso.»

El regreso es el futuro. ¿Y las otras revoluciones?
Pienso que hoy la patria es apenas un estandarte para hacer la guerra. Pero a partir de Nineteen Eigthy-Four sabemos que la guerra no está destinada a ser ganada sino a ser continua. Y no sé más al respecto.


4 comentarios:

La ninfa dijo...

“Si quieren venir, que vengan, como decía el general”. Esa frase "resucitó" a Galtieri en boca del intendente de Armstrong, Fernando Fisher, para arengar a los ruralistas que ayer protestaron contra el Gobierno.
“Todos se cagaron de risa y me aplaudieron muchísimo”, recordó el intendente.

Patrick dijo...

Impresiona volver a escuchar (leer) las "palabras" del borracho.
Porque siempre suele ser difuso el concepto de patria. Quizás mi hija no conozca exactamente lo que llamo patria (concepto difuso) en el sentido que ya tiene otra que es Ecuador (supongo, tan difusa como la mía, o no….. )
Leo los diarios argentinos y entiendo que el conflicto del campo no encuentra vías de solución. En la novela de Pavesse, libro que leí hace mucho "la Luna y la Fogata", volver es el futuro; pero, también el futuro es volver, en el sentido de ese hijo no nacido que figuraría el pasado.
Me acuerdo, aunque todos ya la conozcan, la frase de Marx: la historia se repite, primero como tragedia y después como comedia. Pero lo segundo postula el final de un ciclo.
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Saludos sinceros.

Víctor Sampayo dijo...

El deseo de eternidad, inherente al género humano, obtiene una victoria fútil por medio de los hijos: esa sensación a medio camino entre el desamparo y el regocijo por reconocer los propios rasgos en otro rostro. Un acto que implica el miedo a la repetición, como sucede con los espejos, según recuerdo de Borges.

el ruso dijo...

El tema más que la patria me parece que sería la identidad, o la carne.
La percepción de la identidad, me pregunto si estaría dado por un origen biológico. Está claro que no. Sin embargo, la carne y la sangre pesan.
Me cuesta hablar de esto por mi propia historia. Mis padres están vivos, pero encuentro un salto al abismo. Quiero decir que a mí me pasa al revés, la futilidad de tener padres. Prefiero no tenerlos, como expresaría Bartleby, el escribiente.