2008-06-11

El mes pasado conocí el CD Immemory y me enteré que Chris Marker había creado un sitio en Second Life.
Recordé las fantasías que tuve en 1997 —el torino es modelo 1975, de color blanco, y en el tiempo transcurrido desde las Dos notas antiguas recorrió algunos kilómetros, partiendo siempre de Buenos Aires y hasta lugares tan distantes como Salta o Península de Valdés— y me lancé a hacer mi propia experiencia. Quise conocer con qué cosas Chris Marker había hecho pie en la terra nova.

Di algunas vueltas.
Tuve que descargar el programa y bautizar al avatar. Esto último me llevó tiempo. El nombre es arbitrario pero el apellido debe ser elegido de una lista.
Me pregunté por qué. Había Zapatero. Había Ansar, que supuse sería el apodo Aznar, como el apodo que en Argentina recibían Alfonsín: Alfonso o Menem: Méndez… Pero, quién ha publicado la lista de apellidos. Acaso, tiene precio, pregunto.
Luego di con un Google Maps, pero me pareció aventurado aterrizar desde ahí, así que opté por ingresar calmosamente a través de un Portal en español.
Calmosamente es una forma de decir. Emergí a Second life de la misma manera en que lo hacían los doctores Tony y Douglas en la serie The Time Tunnel (1966).
Aparecí en una construcción circular y vidriada, pero con pantallas que explicaban cómo cambiar mi aspecto físico y otras indicaciones. Opté por desconectar la voz y usar textos para comunicarme. Había avatares caminando, me acuerdo particularmente de uno con barba y con tetas. Hice la prueba de volar. Di varias veces mi cabeza contra el vidrio del lucernario hasta que lo rompí o encontré una abertura; no sé exactamente cómo, pero salí.
No se vuela al estilo de Superman, es decir enarbolando el puño, sino con los brazos colgantes a los costados, como se desplazan los pulpos o los calamares en el agua, por describirlo de algún modo. Es posible quedar suspendido. Vi a alguien sobre una plaza. Le pregunté si estaba aprendiendo a volar. Me respondió que estaba observando el orden.
Seguí vuelo y llegué al mar. Anoté las siguientes cosas.

«Estoy en una playita. Jajaja. Llegué volando, quiero decir que me escapé del lugar de bienvenida volando. Volé al lado de unas gaviotas. Ahora pienso meterme en el mar. Pero no sé como desvestirme.»

Me quedé en calzones y musculosa.
No supe nadar; caminé, me sumergí hasta quedar cubierto por el agua. Salí caminando.

«Recién me metí, pero está hondo. Acá estoy bien. La orilla repleta de aguavivas. Se oye el mar. Hay un fuego allá a la izquierda, pero me parece que no hay nadie. En la esquina inferior izquierda hay una pelota azul abandonada. No sé patear todavía. Dije hola a una chica que se llamaba Duna, hola me contestó y se fue corriendo.»

Me gustaría añadir menciones a dos novelas de Mario Levrero. Novelas tan libres como para jugar un rato a ser los protagonistas, quiero decir.

El lugar
Compro cada tanto un ejemplar de las pilas de Péndulos que asoman en la avenida Corrientes. Y no es la primera vez que lo hago. Una decena de veces, por lo menos, compré la extraordinaria novela en librerías de saldos para prestarla.
Nadie la devuelve.
Me refiero al número seis de Péndulo (enero 1982). De cualquier manera, el ejemplar de la revista-libro donde fue publicada la novela de Levrero, parece inagotable. Por alguna propiedad espacial intrínseca se sigue multiplicando.
Refiero acá los encuentros del protagonista con otras personas que hablan un idioma desconocido.

La ciudad
No empieza en la oscuridad de El lugar.
El protagonista se perderá en la lluvia, en una ruta. Más adelante encontrará el pueblo, con una estación de servicio que posee una estufa encendida a leña.
Los tres primeros capítulos se pueden leer haciendo click en el enlace de abajo:
Abanico: revista de letras de la Biblioteca Nacional


3 comentarios:

Víctor Sampayo dijo...

Me tuve que actualizar con tu par de entradas y en verdad que es un tema fascinante... la creación de un homúnculo virtual en el que se puede dar rienda suelta a cosas que de otra manera serían impensables... Me has divertido bastante, Gustavo, y supongo que poco a poco irás relatando las aventuras de esa "vida", ¿o no?

Elena de Troya dijo...

Siempre me llamo mucho la atencion la existencia de esta segunda vida... pero no es solo para angloparlantes? o estoy equivocada?

Saludos, Enchante.

Pastora dijo...

Second Life, la desaparición de las escuelas y los libros de texto.

Manuel Castells nació en Barcelona en 1942. Exiliado bajo la dictadura de Franco, estudió sociología con Alain Touraine en París, y en 1966, a los 24 años, se convirtió en el profesor más joven de la Universidad de París.
Propone el modelo Second Life para la educación superior y se pregunta sobre la supervivencia de la escuela:

“ A nivel de primaria y secundaria, en temas estrictamente de transmisión de información se puede poner a los niños en Internet. Lo que es un artilugio totalmente anticuado es el libro de texto. Los libros de texto deberían desaparecer. Me refiero al manual que el maestro se lee antes de dar la clase. Ese es un elemento de retraso cultural(...)
Internet haría posible una educación sin maestros, una escuela virtual. Ahora bien, lo que ocurre es que pedagógicamente todos sabemos que no es posible, porque la escuela no es sólo transmisión de información sino formación de la personalidad y desarrollo de la persona. (…)
Ahora bien, eso cambia radicalmente en la formación de adultos, tengan o no tengan formación universitaria previa. Ahí pongo como ejemplo mi experiencia concreta en la Universitat de Catalunya, considerada la universidad virtual más avanzada del mundo. Ahí hay 45 mil estudiantes en total(…)Pero hay dos cosas. Uno: es más cara, porque hay que invertir en profesores, educadores, tutores… Y lo segundo es que esto vale para la gente ya formada a nivel de personalidad. En la UOC también hay espacios sociales de comunicación, no sólo espacios interactivos de enseñanza. Hay encuentros presenciales o fiestas, es decir se puede introducir una dimensión social y humana (...)la universidad. La educación que puede salirse del espacio físico construido por el sistema tradicional puede revolucionarse a partir de una cierta edad. Y se debería revolucionar en gran parte y cada vez más. (…) Esto es lo que tenemos que empezar a desarrollar pero no con la mentalidad mesiánica de que todo va a lo virtual. Todavía utilizamos, sobre todo, texto. Hay que utilizar tecnología YouTube, tecnología Second Life. Yo veo a las universidades virtuales como un Second Life. La exploración metodológica y pedagógica de ese mundo virtual está empezando”
http://www.educared.org.ar/biblioteca/dialogos/entrevistas/entrevista_castells.aspA