2008-07-22


5 comentarios:

Gustavo López dijo...

Horacio Maggio usaba los alias: Nariz o Polichinela
Sin embargo, firmó con su nombre verdadero en vigas del centro clandestino de detención y torturas de la Escuela de Mecánica de la Armada.

El Instituto Espacio para la Memoria informó que firmas de Horacio Maggio fueron descubiertas en la ESMA, en el sector llamado «Pecera», del Casino de Oficiales, donde algunos secuestrados realizaban tareas de oficina.
En sus meses de cautiverio, Horacio Maggio se había ganado la confianza del capitán Acosta. Un sobreviviente de la ESMA, Víctor Bazterra, testimonió que Acosta había enviado a Maggio, custodiado por un oficial, a comprar materiales a una librería: «El Nariz Maggio hizo una de manual. Buscó un negocio con puertas a dos calles. Dejó al que lo vigilaba en una puerta y se rajó por la otra. El truco está en el libro La orquesta roja. A la noche, Acosta estaba como loco y entró a revisar la cucheta de Maggio. Allí encontró el libro: no lo podía creer».
Luego de escapar, Maggio denunció públicamente a la dictadura militar por sus crímenes y torturas. Pero Maggio fue recapturado y asesinado. Y el cadáver fue trasladado a la ESMA, donde Acosta lo expuso como trofeo de guerra ante el resto de los secuestrados.
L' orchestre rouge, de Gilles Perrault, documenta la historia de un espía contrario a los nazis.

Otras inscripciones:
Tiempo de abrazar / Ciencias morales […]

Fuentes de hoy:
Rastros de un pasado
Historia en la pared
Hallan inscripciones en la ESMA

Víctor Sampayo dijo...

La máscara siempre petrifica el gesto (y aquí coloco también al seudónimo, no sé si forzadamente), afirma un camino mientras que quizá el rostro a esas alturas ya ha huido por otro. Un poco como en "El rey de la máscara de oro", de Schwob, en donde los bufones portan la máscara de la sonrisa eterna, mientras que debajo de ella su rostro está oscurecido por los aciagos presentimientos; y por otro lado, los sacerdotes se cubren con la máscara de la severidad mientras que debajo ostentan un rostro abierto por las sonrisas... Tus vivencias con el homúnculo son acaso formas refinadas de crear mapas falsos; pero aquí entra la parte vertiginosa, porque no sólo se trata de crearlos, sino además, de vivir plenamente en ellos, es decir, de olvidarse de lo inmediato para concentrarse en ese punto lejano que aún carece de contornos, pero que quizá pueda mostrar un lado distinto de la verdad.

La ninfa dijo...

Hay algo cómico en la pobre gallina que le han cortado el pescuezo y que todavía corre por el gallinero. Se ha comprobado que a determinada edad de un niño, si nos acercamos a él con la cara cubierta por una máscara, el niño ríe. Cuando quitamos la máscara, el niño también ríe. Repetimos el pone y saca de la máscara: el niño ríe. Pero, si debajo de la máscara el niño descubre que tenemos otra máscara, no ríe en absoluto.

euridice dijo...

Las inclinaciones de los usuarios de la Red, capturadas por potentes motores de búsqueda. Qué decimos,qué leemos, qué compramos... Todo archivado para diseñar una propuesta personal y seductora...
¿Podré escapar usando un alias? ¿petrificar el gesto con una máscara?
¿Acaso, perciben los robots de Google un significado como el de "La orquesta roja", el libro que deja Maggio para Acosta?
En cuanto a Cervantes y Avellaneda, a veces me siento como un robot que identifica coincidencias, diferencias y emite listados. O como Acosta lo cual es más aciago.
Un misterio grande el del falso Quijote, un enigma de pruebas circunstanciales.

Gustavo López dijo...

Tengo en mente escribir sobre Avellaneda, el autor del falso Quijote. Por ahora me entretengo leyendo materiales sobre el tema. Parece que el trasfondo de la disputa con Cervantes no habría sido literario y que Cervantes habría conocido en manuscritos el libro de Avellaneda, desde antes del capítulo LIX de su Segundo Quijote. De cualquier manera, no pienso hacer una novela histórica, pero quiero saber lo que ha sido tejido alrededor del enigma Avellaneda.
Abrí el falso Quijote y encontré un corazón peludo, que me hizo reír, aunque no sé si es para reír. Me gustó una réplica que leí por ahí y que agrego al final.

Tan pronto como el héroe y el escudero salen al camino, Sancho piensa con preocupación que, a pesar de ellos mismos, el cura y el barbero los han de volver a sus casas si los agarran. Agarrados por los cabezones o metidos en una jaula, como el año pasado [...], dice Sancho.
Don Quijote alega: ¡Oh barbero cobarde! [...] Juro, por el orden de caballería que recebí, que sólo por eso que has dicho, y por que entiendas que no puede caber temor alguno en mi corazón, estoy por volver al lugar y desafiar a singular batalla, no solamente al cura, sino a cuantos curas, vicarios, sacristanes, canónigos, arcedianos, deanes, chantres, racioneros y beneficiados tiene toda la Iglesia Romana, Griega y Latina; y a todos cuantos barberos, médicos, cirujanos y albéiteres militan debajo de la bandera de Esculapio, Galeno, Hipócrates y Avicena. ¿Es posible, Sancho, que en tan poca opinión estoy acerca de ti, y que nunca has echado de ver el valor de mi persona, las invencibles fuerzas de mi brazo, la inaudita ligereza de mis pies y el vigor intríseco de mi ánimo? Osaríate apostar (y esto es sin duda) que si me abriesen por medio y sacasen el corazón, que le hallarían como aquel de Alejandro Magno, de quien se dice que le tenía lleno de vello, señal evidentísima de su gran virtud y fortaleza. Por tanto, Sancho, de aquí adelante no pienses asombrarme, aunque me pongas delante más tigres que produce la Hircania y más leones que sustenta la África, más sierpes que habitan la Libia y más ejércitos que tuvo César, Anibal o Jerjes; y quedemos en esto por ahora, que la verdad de todo verás en aquellas famosas justas de Zaragoza donde ahora vamos.

La crítica Helena Percas reseña que, si hablamos de señal evidentísima de virtud y fortaleza, Cervantes pone «el vello sobre la mano y la mano sobre el corazón».