2008-10-15

La meta era ouvroir y no aquel sim japonés. Es decir: la suerte para la que yo había creado el homúnculo era conocer con qué o para qué había incursionado Chris Marker en Second Life. Por lo tanto, abrí el simulador y tipeé el nuevo destino, lieu de travail.
La silueta de un gato anaranjado y con rayas negras daba vueltas encima de una caja. Y eso era todo, o parecía serlo todo. Troncos tirados, un búho con cara de pocos amigos, cajas apiladas, un camión y una avioneta semienterrados en el médano. En el fondo, cielo y mar.
Anduve a pie.
Podía oír el mar que rompía abajo, en la base del médano o montaña de arena. Era una isla deshabitada. De repente, experimenté ansiedad: había evitado los cursos de entrenamiento en el portal español, y tal vez no fuera el momento para vivir la experiencia Marker. Sin embargo, ahí estaba.
Desde un acantilado veía una ballena. Y en el cielo una estructura blanca, negra y roja, que se perfilaba o construía en tres dimensiones, de acuerdo con mi ubicación en el borde. Me acordé de los habitantes de la colina de La invención de Morel. Podría haberme dejado caer al mar, o saltar y volar hacia ese espejismo edilicio, pero seguí rondando la isla a pie.
En eso, di con una rampa ascendente con forma de caracol. Me aproximé y vi unas latas en la rampa. Estaban estampadas con la cabeza del gato rayado. Miré alrededor y reparé en que me hallaba nuevamente cerca del gato rayado.
El gato era un dibujo troquelado con punto de apoyo en una de sus patas traseras. Extendí mi mano hacia la figura que giraba como un trompo y se me contagió la danza, o, para decirlo de otro modo, el homúnculo que yo era se puso a bailar.
Sin parar.
El baile era un script: un programa o libreto que mi avatar debía interpretar. Cuando las manos del avatar rozaron el gato, se sobreimprimieron funciones en la pantalla, una de las cuales puse en funcionamiento a la manera en que el náufrago de La invención ponía en marcha las bombas de sacar agua: sin entender.
Tenía incorporado un programa de baile pero había «silencio, el ruido solitario del mar […] Temí una invasión de fantasmas, una invasión de policías, menos verosímil.» Supuse que, si me alejaba del gato rayado, el efecto Fred Astaire cesaría. En vano lo intenté; me desplazaba dando pasos de baile. Y no podía volar.
Subí la rampa.
Me empezó a causar gracia mi ascenso danzarín. Por momentos iba muy rápido y la rampa en caracol parecía truncarse. Sin embargo, cuando imaginaba una caída, se alzaba la continuación de la rampa. Yo era un ciempiés en una rama. De pronto, me encontré nuevamente caminando. Velozmente giré, descendí, giré, subí. Me desplazaba a una velocidad mayor que la normal, pero ahora con los brazos al ras del cuerpo. Tropecé con una lata y estuve a punto de caer: apareció un menú. Había un montón de remeras que tenían estampado el gato rayado, no ignoro que para contrarrestar la sorpresa elegí una remera de mangas cortas y de color blanco, haciendo juego con mis calzones. Más tarde supe que el gato era Guillaume-en-Egypte, la mascota de Marker.
Al término de la rampa, mi sensación fue «la admiración placentera y larga: las paredes, el techo, el piso […]»

5 comentarios:

gaab dijo...

Me divierten enormemente esas historias de tu viaje. Como Gulliver en el pais de los metro-homúnculos.
Mirá esto:
http://www.youtube.com/watch?v=5aIE3O-3RKg
bon voyage
gaby
ps...lindo culo

Pastora dijo...

Me siento como el gato de Chesire... Sonrío mostrando los dientes y escucho a Alicia preguntando por el sombrerero. ¿Alguien baila en silencio?
Tengo ganas pegar el salto y entrar en la última imagen del post antes de desvanecerme...

Víctor Sampayo dijo...

Curiosa la fiebre bugui-bugui que le da a tu protagonista cuando se acerca al gato; pero hay algo más que me llama la atención en la primera foto: ¿qué significan los troncos de colores? ¿Son los aparejos de una fogata? Creo que lo del fondo es la rampa que describes.
No dejes que tu personaje se maraville tan fácilmente con las imágenes que encuentre. Recuerda lo que le pasó al perseguido de la isla Villings.

el ruso dijo...

Lo mío es disruptivo.
Enganchado con lo de la crisis global financiera, imaginé un empresario dueño de una multinacional que tiene que firmar un quiebre de empresas. Esto implica echar a miles de personas. Pero cuando tiene que firmar la quiebra no se puede mover. Y no sabe por qué.
Va a la computadora y cree intuir lo que le está pasando.
Descubre que es un avatar creado por la hija de un obrero echado de una de las fábricas de la multinacional. A la manera de Emma Zunz, ella ejerció su cibervenganza.

Título a prueba: La muerte del avatar.

gaab dijo...

@el ruso: me gusta!
yo no lo haria ir a la computadora, sino mas bien que, como está inmovil, a traves de la ayuda de su secretario, cuyo despido tiene en la pila de papeles para firmar, descubre que los avatares de los obreros que viven en este para mundo han secuestrado a su avatar. No quiero apoderarme de tu idea, ni mucho menos! pero es de guion de comic...!