2008-11-21

Vida y trabajos de Gerónimo de Pasamonte
Edición de Florencio Sevilla


Capítulo 48

Por haber sido largo en el capítulo pasado, no he contado otro caso espantable, pero lo quiero contar en éste. Y fue que una noche, después de cena, la buena mujer (Dios la perdone) bajó abajo a lavar con la muchacha, y el buen estremeño y yo nos quedamos solos a la mesa hablando, y él siempre me sosacaba, sacándome al camino contra su mujer por si yo entendía algo de sus maldades; y séame Dios testigo que nunca le descubrí nada, pero bien la conocía él. Estando, como digo, a la mesa, en la cocinilla comenzó a sonar un ruido tan terrible que parecía que caían piedras de molino de lo alto y que hundían la cocina a bara. Y era que tenía la traidora unos clavos hincados en el fuego (encanto del demonio y nueva manera de matar), y ya yo le había sentido batillos otras veces. Como sentimos tal ruido, yo me alcé para pasar corriendo si los podía haber a las manos, y el estremeño con la candela en la mano se me atravesó delante de la puerta y dijo:
—Aquí no hay nada.
Y dije yo:
—Y ese ruido tan terrible, ¿qué fue?
Respondió él:
—Algún diablo había sido por espantarnos.
Yo, desimulado, me tomé a asentar y él también. Y luego tornó el ruido tan fuerte como primero. Yo quise tomar la candela y ir delante, y él me ganó por la mano y entró primero y dijo:
—Veis aquí que no hay nada.
Y no me dejaba entrar a mí a la cocinilla, y si trujéramos dagas, que no se podían traer, yo creo le ganara por mano. Yo, enojado, le dije:
—Mirad qué hay en aquel fuego.
Y él, también enojado, pisó con el pie en la ceniza y dijo:
—¿Qué ha de haber?, que no hay nada.
Y así nos tornamos a asentar, y él se puso a leer en un libro de corónicas. Subió la señora de abajo con la muchacha y dijo qué ruido era el que había sonado. Dijo su marido:
—No lo sé.
Llegose la muchacha a mí y me dijo qué tenía, que estaba tan flaco y malo. Yo le respondí:
—Dios lo sabe lo que tengo, pero bienaventurada tú si no hubieras nacido.
Y esto dije yo, porque su ama le había mostrado sus malas artes. Respondió el ama:
—¿Por qué?
Yo dije:
—Por lo que Dios sabe.
Respondió el marido:
—Que tú le debes haber enseñado a que se condene.
Ella replicó:
—Ay, amarga de mí, algún diablo debe haber en esta casa.
El marido alza el libro a dos manos y dale con él en la cabeza. Ella se entró en la cocinilla, y yo aquieté el marido lo mejor que pude, y me bajé a dormir. Mirad si hay maldades como estas; y todo procede de no quitalles las armas a los frenéticos con que se matan, digo la prohibición de los malos espíritus. Estando en el hospital, vino un hombre honrado a mí y me dijo:
—Señor Pasamonte, vuestra merced a mí me ha hecho placer; véngase en mi casa, que mi mujer y yo le serviremos y tendrá harto mejor cama y servicio por los quince reales.
Yo me fui en casa deste hombre de bien, y cierto tenía mejor servicio. Pero tenía una dificultad, que un español honrado que tenía allí tres hijas y andaban a tú por tú cuál se casaría comigo, y yo estaba aborrido que no sabía qué hacerme. Fuimos pagados; y la patrona de la casa se llamaba la Osorio, mujer muy libre y conocida; dándole yo el pagamento a razón de quince reales, y díjome:
—¿Y no quiere pagar más?
Yo le respondí:
—Señora, sólo yo en Gaeta doy quince reales y no puedo dar más.
Ella, como mujer libre, me dijo:
—Pues otro poco a otro cabo—, que creo fue ángel para mí.
Yo me enojé y fui al capitán a suplicalle me diese licencia para irme al reino; y no queriéndomela dar, tantos medios tuve que me hizo la merced, y ansí salí libre de más que de demonios. Gracias al Señor.

3 comentarios:

el ruso dijo...

¿Por qué no nos pasa eso? A la sociedad actual no le pasa, aunque tenemos a los evangelistas... De chicos, sí que nos pasa.
¿Por qué no soñamos con demonios? Los miedos de hoy son banales. El sentido del bien y del mal es otro. En general, las preocupaciones de hoy son más banales. En la Edad Media castigaban a las brujas con la hoguera.
Estoy pensando en voz alta. Soy partidario de una conjunción de lo cierto y lo incierto. Ni delirio absoluto, ni certeza absoluta.
Quiero decir: ni ríos en llamas, ni Faustos apuestos y elegantes.

Víctor Sampayo dijo...

Y aun así, yo no siento tan lejanas las aventuras de Gerónimo, me recuerdan ciertas historias de nahuales y fuegos en el bosque que mi abuela solía contar en las noches sin electricidad que abundaban en su pueblo...

Pastora dijo...

Párpados muy abiertos, aletas de nariz excitadas, oído hi-definition para una vibración inquietante. Así imagino a Pasamonte. Del miedo nacen la locura, los pelos de punta y los ojos dilatados.
Y me deseo a mí misma un estallido de furia, una huída veloz porque le temo al miedo, a una percepción del espacio singularmente monstruosa y paranoide. ¿Es esto banal? Del miedo extremo nace la experiencia de separación, la alteridad más absoluta. Qué se yo... alguien dijo todo lo que necesitas es amor.