2009-02-27

Ayer avancé en la lectura de los fragmentos. Abajo, los tres primeros bookmarks:

Un niño que se tensa
Conviene a mi deseo
Arder es mejor que durar



«En la calma tierna de tus brazos»
Duparc

«Adorable»
Lacan / Proust

Lo intratable
Pelléas / Schelling


Bookmarks siguientes, en orden alfabético:

Dedos de un peluquero
Deseo del ser ausente / presente
El desmoronamiento ha ocurrido ya
El gran sueño claro
El mal lugar es el lugar deslumbrante
Elegir la deriva
Grito de amor
Incendio del sentido
Juego de la silla
La esperma brota de sus ojos
Lo femenino se declara
Lo que el amor desnuda
Mi miedo es "espontáneo"
Pequeño rincón de pereza
Si no olvidara moriría
Te hago aparecer

2009-02-18

El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro.

La frase de Barthes me ha inducido a subir Fragments d'un discours amoureux al ipod.
Miro los índices y me pongo a leer «Los lentes oscuros»; recorrí el museo con lentes para sol, me reí mucho.
Interrogaba las obras sin dar respuesta cabal a nada. Observé cautivado la belleza de unas piernas de bronce [...] el sujeto amoroso se pregunta no si debe declarar al ser amado que lo ama [...], sino en qué medida debe ocultarle las "perturbaciones" (las turbulencias) de su pasión: sus deseos, sus desamparos, en suma, sus excesos (... su furor).

Leo de a saltos el libro al que pertenece la frase-lenguaje-piel. Las figuras surgen en mi cabeza sin ningún orden, puesto que dependen en cada caso de un azar (interior o exterior). [...] el enamorado extrae de la reserva (¿el tesoro?) de figuras, según las necesidades, las exhortaciones o los placeres de su imaginario [...] como un calendario perpetuo, como una enciclopedia de la cultura afectiva […]

Michael Foucault escribió sobre La tentation de saint Antoine, de Gustave Flaubert. Dijo entre otras cosas que la riqueza [de lo fantástico] se halla virtual en el documento. Para soñar no hay que cerrar los ojos, hay que leer.

Iba por el corredor del museo y me frené en el kiosco ante la pintura de un desnudo femenino. Me había parecido la joven del picnic de Édouard Manet (Le déjeuner sur l' herbe / Le bain), es decir, la figura desnuda que en el pabellón de pintura argentina había asociado con un óleo de Sivori. La asociación había ocurrido un rato antes frente a El despertar de la criada. Pero, en el corredor, enseguida pensé: No, no es la mujer del picnic.
Pero días más tarde, me di cuenta de que se trataba de la reproducción de otro Manet: La ninfa sorprendida. El perfil de la figura desnuda me había atraído como un imán, pero al detenerme para verla de cerca pensé que estaba errado. Sin embargo, eran del mismo pintor.
¿Y la modelo? ¿Habrá sido la misma? Quiero volver al museo para ver especialmente la ninfa de Manet. Abajo el rostro plácido de la otra, la del museo D' Orsay.













Flaubert es a la biblioteca lo que Manet al museo. Ellos escriben, pintan en una relación fundamental con lo que fue pintado, escrito o más bien con aquello que en la pintura y la escritura permanece infinitamente abierto.
[…] cada obra literaria pertenece al murmullo indefinido de lo escrito. Flaubert y Manet han hecho existir, en el arte mismo, los libros y las telas.