2009-08-14

Dice Raúl Beceyro* que en las películas de Abbas Kiarostami se produce una unión agridulce de materiales documentales con una sofisticada organización narrativa. Y que «nuestro» saber, o lo que creemos saber del momento final, queda suspendido. Es sólo una idea, de la cual me serviré para ilustrar mi lectura de Magic Resort.

De Max me atrajo el humor. Esa zona de la novela tiene momentos que carretean en una dirección 1984 o Naranja Mecánica, pero pura imaginación mía. Todavía no comprendo la inserción de los juegos de suma cero en el «armado» de Max.
Me sentí más a gusto con Lenis porque me llegó la tensión entre la Franja de Gaza y las traducciones, las encuestas, los pufs, las plays, el ping-pong, el psicoanálisis. La pantalla «lejana» resulta sangrienta, dura y hasta sucia. El cuaderno tiene oraciones largas. El primer sitio en el cual experimenté que la novela me tuvo en sus redes fue en la página cincuenta y uno, donde Lenis relata lo del taxi.
Poco más adelante, las referencias que huyen... nuevamente Max. Me gustó el título: Las heridas son fieles. Pero al concluir este segundo Max me quedé pensando en la función «otro». Max se había estructurado en función de Tutor y luego de Dante. Así que Max no puede, tal como declara en la pagina sesenta y tres, arreglárselas solo. El tipo hace planes como también los hace Lenis: se propone rutinas en busca de alcanzar un equilibrio. Empieza a revivir por el lado de Dante, aunque la voz de Dante suene patética, tan patética como la de Marcia durante el paseo por el shopping. Sucedió ya con Lenis y su cuaderno: la narración en Max se refuerza por la vía del diario íntimo. La cita final de Dante, como dije respecto a Lenis y Rush en el instante del taxi, hizo que no consiguiera yo salir de las redes de la novela. Esas palabras de Dante hablan de algo «verdadero y profundo» por detrás de las «fruslerías y lugares comunes». Y yo estaba pensando en las fruslerías y lugares comunes de Marcia; o sea, me encontraba repentinamente con unas palabras que parecían dirigidas a mí. Era la máquina narrativa funcionando a pleno.
Noche y niebla hace honor al contraste entre el cibernauta y la abuela. Pocas páginas más adelante, exactamente en el «vagabundeando» y tras los puntos suspensivos de las palabras de la abuela dirigidas a Rocío, gocé por aquel contraste y enseguida me reí. Me reí de veras en compañía del texto, porque en el renglón siguiente a los puntos suspensivos, me encontré con las «risas» que parecían compartidas y escuchadas por la novela. Es decir, lo mismo que ocurrió cuando lo de Dante: el lector vive cosas que la novela escucha.

El documental propiamente dicho viene dado por Rush, pero no exclusivamente por él. Creo que en Magic Resort los escritos de distinta índole funcionan de manera documental. Inclusive los sueños de Rush. Así como las imágenes de las portadillas y los versos de Eliot.
Me quiero detener un poco en los escritos en cuadernos o diarios. En Noche y niebla no hay otra señal aparte de la bastardilla para indicar que Rocío escribe. Este esquema renueva una fuerza que, más adelante, recuperará su intensidad en La desolación es sutil. Existe esa misma fuerza en los e-mails. Sin embargo, la narración podría haber dado pautas que inscribieran a los textos como correos electrónicos, sin recurrir a los encabezados. Rescato que al final, Rocío exprese que los correos de Max están en función carta.
La crónica de Rush hace bien a la novela. Fue un logro haber insertado ese mensaje de zozobra apocalíptica. Lenis se desdibuja un poco en la historia. Por último, puesto el foco en la bipolaridad de Max, tal vez algo emane de él que hable de Magic Resort como un todo suspendido. Max encuentra algodones en el «hasta que te vea» de Rocío. Un final de desplazamiento, como sucede con los afectos. Un tránsito excéntrico y discontinuo del afecto.


* R. Beceyro hizo en mil novecientos ochenta y ocho una adaptación cinematográfica de Nadie nada nunca.

4 comentarios:

Pastora dijo...

Los personajes de Magic Resort me irritaron con sus voces en primera persona, con sus vidas. Supuse que esa irritación se relacionaba con la narración "cerrada" de algo que ya pasó. Las preguntas sobre el significado de lo vivido estaban muertas. Me parecía que atravesaba tiradas verbales que eran como objetos de un museo psíquico, como una exhibición de fruslerías.

¿Desde que futuro hablaban Max, Lenis, Rush, Rocío? Cuánto tiempo había pasado desde lo sucesos que exhibían y el momento en que los narran. Imposible saberlo. Los personajes usaban el pretérito monolíticamente, escribían mails en presente virtual, narraban con el tiempo onírico de sus pesadillas.

La novela me llevó a una pregunta: ¿cuál es valor del Pasado?
Recordé que Max lee una frase al respecto, la busqué y acá está: "El Pasado no es una forma necesaria en la evolución de la humanidad, sino el conjunto de los errores explicables por el poder insuficiente de la razón". Pienso que es una frase que los personajes podrían aceptar si no fuera por la palabra razón. Tendrían que tacharla y reemplazarla por otra. Seguro que la palabra experiencia tampoco va bien…

Víctor Sampayo dijo...

Desconozco "Magic Resort", pero me quedo pensando en la narrativa a lo "documental" que mencionas. ¿Cuáles podrían ser sus características?
Después leo las líneas de Pastora y aparece un término extraño cuando habla del tiempo de los mails: "presente virtual", término que envidiaría el propio Lipovetsky.
En fin, la pregunta sería: ¿es "posmodernidad" hasta sus últimas consecuencias, con todo el bostezo o la sonrisa que ello implique?

Pastora dijo...

Yo apuntaba también a la cuestión del narcisismo, he ahí una coincidencia con Lipovetsky. Los personajes de Magic Resort no construyen experiencia, o bien, el discurso que emiten no es vital. El pasado está tan cerrado como cuando alguien de nosotros dice: "Fui a comprar manzanas y me encontré con X".

En los mails sucede lo mismo. Ya no está el interlocutor y tampoco el mundo donde la comunicación tuvo lugar. Los mails no tienen otra sustancia que la obsolescencia. Valen en la coordenadas del presente, pero el documento transcripto en la narración queda fuera del circuito de la comunicación. Resultan cosas flotando en el vacío.

A mí me interesó la función "carta" que pensó Gustavo. En la carta, el receptor está configurado por el emisor, la respuesta es diferida y por eso es posible el artificio entorno a la presencia/ausencia de Lenis y Justine en el tsunami. Sin embargo, el mensaje, aunque sea propio de un presente no representa mucho, es sólo una imagen.

Gustavo López dijo...

El día que vi A través de los olivos (1994) me molestó el final. Pero fue Raúl Beceyro el que hizo que yo notara el porqué. La película de Kiarostami termina con un plano general que por una cuestión de materialidad cinematográfica no «se sabe bien qué se está viendo y no se escucha lo que los personajes dicen». Existe una «materialidad de lo real» en el final de A través de los olivos.
En Magic Resort, la narración está organizada como un real que se fragmenta en múltiples yos. Esos yos enfrentan acontecimientos privados, y no privados, que están sucediendo en ellos, y ante ellos, independientemente de que sean narrados, o no. Y esto último, independientemente de que sean narrados, o no, lo repito apropiándome intencionalmente de ideas que sostiene Beceyro respecto al documental. Porque Florencia Abbate consigue ese efecto mutante que produce, entre otras cosas, el malestar que dice Pastora. Pero sabemos, desde el surgimiento del psicoanálisis, que una carta llega siempre a su destino.
Para terminar, y recurriendo de nuevo a Beceyro, él dirá que en el documental la «cámara sigue, como puede, de la mejor manera posible, [los] acontecimientos que se le escapan. Debe apurarse para poder filmarlos, porque si no, no hay film. Se está ante hechos irrepetibles, o que tienen la apariencia de ser irrepetibles.» Así parece estar organizado el presente en Magic Resort, lo mismo cuando se habla de Novalis que de la guerra en Oriente Medio.

El documental hoy por Raúl Beceyro. Punto de vista 90 ps. 33 / 37
Magic Resort