2009-08-26

—¿Por qué me miras así?
—Parece que no me recuerdas...




Te vi por primera vez en los jardines de Frederikstad. Estabas de pie, sola, alejada de los demás en una balaustrada de piedra sobre la que posabas tus manos, con los brazos un poco extendidos. Estabas mirando hacia el paseo. No viste cómo me acercaba. Pero oíste mis pasos en la grava y te giraste.
—No era yo. Me confundes con otra persona.
—Recuerda. Estábamos cerca de una escultura... un hombre y una mujer, de estilo clásico cuyos gestos petrificados parecían querer decirnos algo. Me preguntaste quiénes eran. Yo respondí que no lo sabía. Empezaste a hacer conjeturas y yo dije que podríamos ser tú y yo. Entonces te reíste. Te amo. Te amé entonces... al oír tu risa. El resto de la gente se había ido acercando. Alguien identificó la estatua. Personajes mitológicos, dioses o héroes de la Antigua Grecia. O quizás fueran una alegoría, o algo parecido. Dejaste de escuchar. Parecía que estabas en otro lugar, muy lejano. Una vez más tus ojos estaban serios, ausentes. Te giraste y dirigiste de nuevo tu mirada al camino. Una vez más nos separamos.


¡Eso es imposible!

3 comentarios:

Pastora dijo...

"El año pasado en Marienbad" es una película que desató en mí furiosas oleadas interpretativas. Miré, até y desaté elementos, variantes, olvidos y puntos de vista diferentes que los personajes exhibían. Confieso que la película me extenuó, me irritó y me hipnotizó por su belleza.

"El Hotel donde se desarrolla la película de Resnais se asemeja a uno de esos gloriosos palacios mnemotécnicos cantados en las Confesiones del Obispo de Hipona, y es también el habitáculo a la deriva cantado por Barthes, pero vistos ambos como en un corte transversal que les guillotina el pasado y el futuro, dejándolos en posición colgante sobre una dimensión única que gira y gira sobre sí misma."
(Comentario de Karlés en http://www.filmaffinity.com/es/reviews/1/667037.html)

La ninfa dijo...

Vine y no entendía (no entendía los juegos de Marienbad), pero un poco irritada (sin haber visto la película todavía y hasta hoy) pensaba si no se trataba de un nuevo anti-puzzle (Nubla) para mostrar el funcionamiento de la novela (de la novela que parece siempre no estar terminada, según leí en este LUGAR).
Por el momento (y menos irritada), puedo decir que leí La Invención de Morel. ¡Ah, la inmortalidad! Cuánto quisiera decir que no he soñado con la inmortalidad. ¿Existimos o siempre nos inventamos? Un amor muy real, muy real como el principio de esta historia con disparos y fósforos...

Víctor Sampayo dijo...

Al expulsar el contexto (o por lo menos al reducirlo hasta las migajas), el escenario suele quedar como una hoja recién borrada en la que se emprende un nuevo dibujo: se vislumbran los fantasmas de lo anteriormente trazado, los canales que el lápiz deja sobre el papel, y todo queda bañado por la luz remota que susurran voces desconocidas. Después, en el mejor de los casos, uno termina dándose cuenta de que las voces siempre estuvieron allí...