2009-12-26

Le parecía todo significativo y todo le parecía extraordinario, como si estuviera loco.
RICARDO PIGLIA: Un pez en el hielo. La invasión (Barcelona, Anagrama 2006)

Mientras leía el cuento que reconstruye los últimos días de Pavese me acordé de la maravillosa imagen de la pecera en la ventana, pero un tiempo más tarde, en oportunidad de leer el ensayo de Ana Gallego Cuiñas, se instaló en mi cabeza la idea de que podría haber imaginado dicha escena de la película Black Angel bajo el efecto de la ficción paranoica. Dicho de otra manera, las palabras que Ana Gallego Cuiñas vertió en la nota número seis de su ensayo me hicieron dudar:

[6] El título del cuento, como en la mayoría de los que conforman La invasión, aparece en el interior del texto. Piglia rescata esta expresión (imagen), «un pez en el hielo», que ciertamente Pavese escribió y narra (le da un sentido) lo que la suscitó: el italiano veía en sus postreros días una película en la que Connie tenía un pez que estaba solo y que se hiela porque ella deja de existir: como le ocurrió a él mismo. No he tenido acceso al film, por lo que no puedo verificar la veracidad de esta escena. Aunque si no estuviera incluida en la película comercializada, estaría, sin duda, fijada en los cuatro minutos de más que contiene la copia de Pavese.

Connie era Constance Goldwing y «the last love. Por ella se mató» Pavese, quien podría haber dedicado a la actriz norteamericana La luna y las fogatas, su última novela:

For C.
Ripeness is all


Roy William Neill había dirigido Black Angel basándose en la novela de Cornell Woolrich. A continuación un pasaje del ensayo que resume el admirable cuento.

[Un pez en el hielo] empieza in medias res y está segmentado en tres partes: la primera presenta a un Emilio Renzi de 26 años que viaja a Turín con una beca para estudiar la obra (el diario) de Pavese y olvidar a una mujer, Inés. Allí se va encontrando con una serie de dobles a la vez que se recrea el «itinerario final» de la vida de Pavese, intercalando fragmentos, en cursiva, de su diario y de las cartas que escribió en sus últimos días. En la segunda parte, Renzi se dirige en tren al pueblo natal del italiano, S. Stefano Belbo, lo que da paso —en un típico movimiento pigliano— a una reflexión sobre la escritura del diario (Kafka y Pavese) y el trinomio literatura, mujer y muerte: la alquimia de narración y crítica que tantos frutos le ha dado a Piglia. En la tercera y última sección, Renzi visita la «Esposicione Cesare Pavese» que es regentada por un «coleccionista», «polaco» —los datos nos remiten a Tardewski— que habla un «italiano extraño» y va de museo en museo ofreciendo sus hallazgos: objetos únicos, pequeñas diferencias en la serie. En esta ocasión había descubierto que existía una copia de Black Angel (1946), película en la que tenía un «papel breve pero extraordinario» Constance Dowling, el último gran amor del italiano. La copia, que había pertenecido a Connie y después a Pavese, consta de 85 minutos: 4 minutos más que la que se comercializó. Según el coleccionista, Pavese se dedicaba a ver a su amada inmortalizada en imágenes (a la manera de La invención de Morel) que reproducen una escena en la que la actriz saca a la ventana «una pecera con un pez oscuro que nada, solo [5], en el agua transparente», el cual termina helándose a causa de la nieve y del asesinato de la chica. Como «un pez en el hielo» [6]: así se sentía Pavese, así se lo escribió a su hermana en una carta que transcribe Piglia, y así se intitula la narración.

[5] La cursiva es de Gallego Cuiñas. La ficción paranoica de Ricardo Piglia en «Un pez en el hielo»: encrucijada narrativa

1 comentario:

Víctor Sampayo dijo...

Hablo a ciegas, Gustavo, porque no he leído ninguno de los textos que refieres en tu post, pero al imaginar un pez en el hielo, me doy cuenta de que podría ser algo sumamente triste y silencioso, como sucede con ciertos retratos de gente desconocida, la cual, a saber por qué, pero suelen mirar un punto misterioso que nunca aparece en la fotografía...