2016-05-13

O passado

Un año después, ella dijo que estaba leyendo El pasado. Alan Pauls había llamado La mujer zombie a su novela, porque Sofía, la protagonista, era una especie de muerta viva. Pero le molestaba la reminiscencia con Los muertos vivientes, entonces pensó llamarla solamente Ex, un título «logotipo», aunque éste se podía leer como el título de una historia sobre los «exs», una temática que la novela no abordaba. Buscó algo más «hospitalario» y finalmente surgió El pasado, con el plus de poder imaginar el boca a boca del título: ¿Estás leyendo El pasado? o Me encantaría leer El pasado.
Ella quería conocer la relación que unía a Pauls con el autor de Alegorías de la derrota, la historia que explicara la aparición de aquel Idelber Avelar que reclama a Rímini en el capítulo siete de la segunda parte su credencial para el congreso de traductores de San Pablo.
No uno, sino casi una década después, yo venía hojeando El pasado, cuando topé con la bendita aparición, por usar la expresión de ella. Sonreí, también. Estaba motivado para leer la novela desde el comienzo.
De entrada percibí el sesgo delirante del amor de Sofía hacia Rímini, sobre todo en la fijación en cuanto a qué hacer con las fotos en común después de que ambos se separaron. Me atrajo el mundo de dos, el que El último tango en París, El imperio de los sentidos y acaso también El portero de noche narran de manera fatal. En estas películas, el exterior tiene un carácter borroso respecto al mundo íntimo.


La ciudad de nacimiento de Federico Fellini sirvió a Pauls para nombrar al protagonista. Rímini es un apellido que parece un nombre, pero que en tanto apellido produce que los otros personajes giren alrededor del protagonista como los planetas alrededor del sol. Existe el cliché de que los hombres embarazan a las mujeres para retenerlas. Y que las mujeres, como contrapartida, les hacen «recuerdos». El caso es que lo único que podría salvar a este sol de la chica zombi es el olvido.
Hice una búsqueda por Riltse, un pintor que los protagonistas de El pasado adoran. Otra vez la cuestión de nombrar: se trata de un anagrama de Elstir, pintor de Proust, y en parte por esto es que The Guardian tituló la reseña de la edición en inglés: In search of Argentina's lost times.
En esta reseña encontré el tema del exterior que ronda a los mundos cerrados. La realidad se presenta distante del mundo íntimo y las fechas que lo datan son la revolución cubana, el aterrizaje en la luna, la caída del muro de Berlín. A The Guardian le llama la atención que la historia de esta pareja argentina no haga mención de los golpes de estado, ni del peronismo. ¡Tampoco la pareja toma mate! Suena a queja, pero es interesante. Al final de la reseña, queda planteada una línea posible de lectura en consonancia con la búsqueda de los tiempos perdidos: todos somos zombies, a causa de un archivo adjunto a un pasado, ya desaparecido.
Sin embargo, el proceso militar es mencionado al referir a un publicista-escritor adicto a la cocaína, que se trataría de Fogwill. La novela transcurre en los noventa. Rímini traduce compulsivamente con el auxilio de la cocaína. La traducción es una barrera frente al exterior; Rímini es un sol enfrascado, ensimismado en la toma misma de la droga durante extensas jornadas de traducción que le permiten abolir todo, retomar un punto del texto en otra lengua sin interferencias del pasado y del presente.
Tras el ciclo de conferencias en el Rojas, que concluye en choque de planetas o real tragedia emocional, Rímini irá en calidad de acompañante de Carmen Bosch al congreso de San Pablo. El primer día, recibe la credencial de Idelber Avelar.
En el año de la película, 2007, pero antes del estreno, Idelber Avelar puso en duda la lista de las cien mejores novelas en lengua española, tomando veinticinco años a esa fecha, publicada por una revista colombiana. Injustamente El pasado figura en el lugar 31, tipeó en su blog, y creó un paréntesis, merecía una colocación mejor. Luego añadió: Los lectores de este blog que decidan encararlo tendrán una divertida sorpresa por la página 300.
No encontré en el blog la historia por la que ella había preguntado, pero se me ocurre ahora compartir el final de la aparición de Idelber Avelar en El pasado: […] la lucecita roja dejó de titilar y se apagó para siempre, y una voz se metió de pronto en la línea, la voz de Idelber Avelar, la voz de una persona de bien que ha decidido hacer de cuenta que lo que sucedió no sucedió, que nunca oyó lo que creyó haber oído, y empezar todo otra vez, de cero. ¿Podía recuperar su credencial?

o biscoito fino e a massa: las cien mejores y el comentario de Priscilla Fogiato

11 comentarios:

Cecilia dijo...

Desde que vi en cartelera una película argentina llamada Cómo funcionan casi todas las cosas me atrajo, en primer lugar por su título, y en segundo lugar por el tema, sobre una chica que luego de la muerte de su padre decide empezar a vender enciclopedias puerta por puerta a fin de juntar dinero para ir en busca de su madre. Me suena un tanto a Días de pesca, no sé si la viste. Me atrae ese contexto de las profesiones obsoletas.
Avancé algo de El Pasado. Llegué a la droga (cocaína + traducción), un capítulo terrible. Me atrae lo de la traducción, tanto como los oficios obsoletos (¿quizá sean lo mismo?). Luego, las fotos enviadas por Sofía, en un acto casi perverso, como diciendo: si no querés sentarte a dividir la fotos, entonces te las enviaré a cuentagotas, como pequeños dardos paulatinos que prolonguen la agonía. Finalmente, el ultimatum para ir a la muestra de Riltse.

Gustavo López dijo...

Yo terminé el pasaje tenístico de El pasado. Comparto esta parte: «[…] ¿hay dos perros? ¿O hay más bien uno, el alzado, que desea, y luego su presa imposible, que no desea y que por no desear ya no es perro sino otra cosa: algo inerte, un pedazo de piedra, una planta, un tronco con forma de perro?» Ahora empecé el capítulo del Sick Art.

Mientras tanto, y en relación con la traducción, disfruté mucho de este artículo:
El palito de abollar traducciones

Contame qué te parece.

Cecilia dijo...

Muy bueno el artículo sobre la traducción. Claramente traducir poesía y humor es lo más difícil, y entre ambos, lo segundo aún más, dado las bases culturales que implica. Quizá me lo pasé, pero me quedé con la duda de cómo tradujeron finalmente a la sopa de Mafalda.
También me atrae, me divierte, observar cómo se traducen los títulos de las películas extranjeras, con sus aciertos y sus fracasos. En relación a la traducción de los títulos de las novelas, lei algo sobre la traducción de Los pichiciegos que me interesó:
http://www.perfil.com/columnistas/Traducciones-y-Paris-20160521-0078.html

Gustavo López dijo...

Me gusta Malvinas Requiem, aunque no sea vendedor.

Cecilia dijo...

Yo avancé unos cuantos capítulos. Rímini finalmente no va a la muestra de Riltse, y en lugar de eso continúa en decadencia, yendo a buscar más droga y cayendo en situaciones humillantes innecesarias. Luego, el avance en su relación con Vera.

"Extrañaba menos su presencia que la protección de sus celos, el modo incondicional en que mantenían a raya las formas siempre brutales que tenía el mundo de desearlo o de agredirlo cuando se quedaba solo. Bastaba que Vera se fuera para que todos se volviera resbaladizo y amenazante."

Rímini intenta esconderse, pero el pasado es insistente. Me gustó la escena (es muy cinematográfica) en que se cruza a Sofía por la calle, él está con Vera y ella sigue de largo. "Le debía la vida." "... cuando se descubrió deseando encontrarse con Sofía para probarse que podía sobrevivirlo, comprendió que eso no sucedería, que Sofía había vuelto a desaparecer, y se desmoralizó, como si hubiera ganado una competencia muy exigente y ahora, con el trofeo en su poder, descubriera que sus contrincantes nunca se presentaron a jugar." Más tarde el encuentro cara a cara en la clínica y la infeliz charla (o monólogo) con Sofia en el café, desnudando todas las miserias de los restos del amor. "Pero nada es inolvidable. No hay inmunidad contra el olvido". No recuerdo qué poeta escribió que en verdad terminamos de morir cuando ya nadie nos recuerda... Más adelante, el feliz viaje con Vera a la costa, casi irreal. "Rímini se abocó con un afán casi maligno a rastrear las fisuras que la plenitud probablemente le impidiera ver. Quería desilusionarse. Pero todo lo que encontró fue de una limpidez inobjetable ..."

Cecilia dijo...

Hoy avancé con el capítulo de Riltse, y su Sick Art me revolvió un poco el estómago.

Gustavo López dijo...

Yo voy por la parte de la señorita Sanz, que disfruto tanto como ese capítulo. Coincido con respecto al comienzo, pero el capítulo completo le suma intensidad a la novela.
Me atraen las rupturas, aunque sobre el final, el capítulo concede al lector una continuidad con la historia principal. No me quiero adelantar, pero me tragué el anzuelo-Fogwill. Hice un par de resaltados: «viejo amigo de estas páginas» y «dándonos la espalda», que, sobre todo el primero, me hizo pensar en una voz distinta a la del resto de la novela.

el ruso dijo...

Empecé a leer el libro, me enganché a partir del viaje a Europa. Rímini después empieza con la droga. Rímini está a full de excitado con la traducción y se desinfla o desestimula cuando recibe la foto que le envía Sofía. ¿Es un pelotudo que no puede hacer nada sin la droga? Respecto a toda esta parte, me parece que hay algo que es mentira. Más se droga, súper lucidez, más traduce… ¿Es así? Quiero decir que percibo una apología del artificio.
En la exageración apologética, Rímini necesita droga para traducir, acelerarse, estimularse y excitarse. La verga contra el escritorio es una imagen potente. Ahora me acuerdo de “El pudor del pornógrafo”, que sin embargo no me colmaba. También me viene a la mente “El que tiene sed”, de Abelardo Castillo, no sé si la leyeron.
Bueno, voy para la escena con el cantante en el auto. Sigo leyendo y lo comentamos.

Cecilia dijo...

No avancé demasiado, pero sí terminé el capítulo de Riltse. Encontré varias marcas de este nuevo narrador que se hace presente, y me divirtió además el tema de las lucecitas para seguir la historia paralela de Salgo y El agujero postizo. Sólo no me convenció el enamoramiento de la vietnamita por el argentino desaliñado, el marido de Nancy. Pero este capítulo disruptivo en la novela me gustó mucho.

Gustavo López dijo...

Rímini necesita estar con una mujer. Sofía, Vera, Carmen, Nancy. Tiene conductas adictivas: la cocaína, la paja, la traducción. Consume cocaína para distraer su mente del pasado, poder concentrarse en el trabajo y olvidar a Sofía. En las últimas páginas de la novela hay unos calificativos. No los recuerdo; me viene «insomne», pero desde el comienzo mismo de la novela, Ruso, el protagonista no es otra cosa que un zombie.

Decinos, Cecilia, esas marcas que encontraste en el capítulo de El agujero postizo.

el ruso dijo...

Tengo el dedo inflamado de darle al ipod para terminar la novela. El último día estuve 12 hs. con El pasado… Después me la pasé pensando en la soledad de Rímini. Yo no conecté con Riltse, ni con la señorita Sanz. Me atrajo lo vivencial de la novela. Sentí dolor con Rímini. Él es TODO sufriente. Un boludo maltratado y hostigado por la entidad o colectivo de mujeres que lo persiguen.
Me van a odiar las mujeres, pero el único sufriente es Rímini. Pero no porque busque el sufrimiento. No. Rímini está preso en un infierno y queda atrapado ahí. Al final pervive la maldad de Sofía y las mujeres del Adela H. Esas hijas de puta son vampíricas. La perpetuada maldad de la confraternidad. Quiero decir que esa malvada confraternidad es un paraíso. Ellas poseen la inmortalidad.