2008-10-03

La nueva Investigaciones en masa (2008) empieza con un banquete. Presenta una pared y cierta vacilación en la contemplación del banquete. El narrador dice que mira a través de una pared, pero enseguida dice que puede ser que no, que posiblemente observe el banquete por encima de la pared, aunque oblicuamente. Esta mirada sugiere un escenario contenido en una caja de zapatos, pero sin tapa.
Luego de leerla, Norberto Butler me dijo que contrajo el tic del lector ingenuo. Dicho tic lo habría instado a buscar el enganche de los personajes del banquete con los de la historia familiar. La lectura volitiva lo impulsó a conectar, por un lado, a los comensales con el padre, y por otro lado, a la fierecilla que come las migajas del banquete con el hijo. Quedaría bajo ese efecto. La gracia del texto está ahí, me dijo, y el efecto habría sido fuertísimo.
Las escenas de las fierecillas convergen en el niño que escribe con el dedo en la espalda del padre. Pero también ocurre que la forma de leer es todo el tiempo contradicha por la novela. El efecto o tic, según Norberto, es distinto entre la versión del año pasado y la de este dos mil ocho. En la primera, él había identificado un impacto en la mitad de la novela y otro impacto poco antes del final. En la nueva versión, que no incluye la matanza de la rata, Norberto señala que se producen irrupciones como en un sueño.
No existen dos universos paralelos. Tampoco dos planos imbricados, ya que las historias se narran con independencia total. Eso lo fascina, pero al mismo tiempo problematiza su comprensión del texto. Sin embargo, no queda espacio para la queja. Otro lector puede ser que diga: qué carajo tiene que ver una cosa con la otra. Por el contrario, la lectura demanda a Norberto poner palabras a ese efecto. Quedo fascinado y en ascuas a la vez, dice.
Un tic muy extraño.
En la novela aparecen los sombreros de los abuelos, o más exactamente, los sombreros de los dos maridos de la mami, o abuela del narrador. Ni Norberto ni el narrador supieron distinguir claramente a uno del otro, es decir, al abuelo verdadero del que no lo es. Este es el estigma del narrador, que le sucede algo parecido a lo que le sucede al personaje de El Gólem (1915) de Gustav Meyrink.
Durante la escena del parto, cuando el monstruo pretende comerse al recién nacido, Norberto necesitó unir la escena con la historia familiar. Pero nuevamente quedó sin poder hacer la conexión... sumido en el efecto de "violentización" mágica o sobrenatural de las partes intercaladas ahora en el desarrollo de la novela familiar. Quedó en ascuas.
Ahora, y por otra parte, esta segunda versión contiene sentencias y frases más poderosas que la primera versión. Para Norberto, la novela reflexiona todavía más profundamente acerca de la violencia.
Paradójicamente, el nombre gaki le resultó dulce y el iphone intrascendente. Las dos versiones se detienen en la contemplación de distintas clases de muñecos: a] los de bienvenida cuando la vuelta del hospital b] los inconfesables de Isabel Perón c] los de la casa de veraneo (que incluyen a un Cristo) d] los del sector de homicidios del museo. Pero estos muñecos cobraron relieve ahora, en la nueva versión. No se olvida (no puedo olvidarme, dijo) de una expresión poderosísima: carne, mierda, madera. Por otra parte, le pareció que en esta versión hay «más madre» y «menos Vanna».
Para terminar, me ha cautivado atisbar las sombras guardadas en cajas de zapatos desde el punto de vista de Norberto, y hacer la prueba de encender algunos pensamientos con el sombrero de un fantasma. De un otro yo fantasmal.

4 comentarios:

Víctor Sampayo dijo...

Esa última imagen de tu post "atisbar las sombras guardadas en cajas de zapatos desde el punto de vista de Norberto, y hacer la prueba de encender algunos pensamientos con el sombrero de un fantasma. De un otro yo fantasmal", de pronto me sumió (y quizá no tenga nada que ver con lo que planteas) en una serie de contemplaciones metafísicas del pasado, objetos que sólo en la propia memoria podrían ser significantes; objetos absurdos o solamente nimios, salvo para uno mismo. Ya sabes, esos fundamentos de los que se ha valido el arte contemporáneo en los últimos tiempos...

Pastora dijo...

Me gustaría muchísimo leer la nueva "Investigaciones en masa" como novela por entregas publicada en Lugar de Olvido...
Me fascinaría leerla con imágenes, ilustraciones: gakis, muñecos, sombreros.
¿Cumplirás mi deseo?

euridice dijo...

Simplemente un listado de muñecos que ví en los últimos días:
Una muñequita de trapo dulcísima, colgada en una ventana.
Una antigua muñeca de mi infancia, sucia, de cabello pajoso, al abrir un cajón.
Otra, de tamaño natural, utilizada por un forense para reproducir la caída de un cuerpo desde un balcón.
Dos muñequitos quitapenas hechos por una compañera de trabajo para su nieto.
Un muñeco “Voudu” en venta: tenía un cartelito que decía para enamorar y unos corazones pintados sobre el cuerpo.

La ninfa dijo...

¿Será la Voodoo Girl?

Su par de ojos hipnóticos convierte en zombies a los chicos. Pero sobre la Chica Vudú pincha una maldición: cuando un chico se le acerca demasiado, recibe la puntada de un aguja en su corazón. Y la Chica Vudú no puede despincharse de la maldición.
http://homepage.eircom.net/~sebulbac/burton/voodoogirl.html

La versión impresa tiene por segunda estrofa:

She has a beautiful set
of hypno-disk eyes,
the ones that she uses
to hypnotize guys

THE MELANCHOLY DEATH OF OYSTER BOY & other stories
TIM BURTON