2008-12-31

Cotejando lecturas acerca de Giorgio Manganelli encontré que el Infierno podría ser purificador. De inmediato, me vinieron a la cabeza los versos de un libro editado este año: Cartografías, de Silvia López.

vuelo suicida del vencejo
flechazo negro en el aliento
blanquísimo del Diablo

y si en el fondo del abismo
traga males el Infierno
¿ruge empacho de Eternidad?

pero el pájaro resurge
de su ducha fresca
haciendo una verónica
que —estoy segura
me dedica.


Garganta del Diablo,
Cataratas del Iguazú, 15 de agosto de 1996

2008-12-26

—En vez de tanto mirar ese cuadro, ¿por qué no nos llevamos ya los restos de S, Mitsu?

El jigoku-zōshi, rollo del infierno, corresponde a cuatro de los dieciséis dominios del Gran Infierno de los Gritos. La imagen pertenece a la última escena.
El rollo narrativo se lee de derecha a izquierda, e intercala texto a la manera de una fotonovela, historieta o manga. El texto precede a cada imagen y es una mezcla de caracteres chinos con escritura fonética japonesa. Pintor y calígrafo desconocidos.
Medidas en centímetros: 26,9 por 249,3.
Tokio National Museum
William Lafleur, en la parte primera de Fragmentos para una historia del cuerpo humano, explica «que zōshi hace referencia a la naturaleza documental y testimonial de las imágenes» de los rollos. Es decir, en el siglo XII, las imágenes «secuencialmente ordenadas» constituían «auténticas aperturas a la realidad» tal cual era.

2008-12-19

También las leyendas tienen su importancia
Los hermanos Mitsu y Taka han retornado a la aldea para vender el almacén del bisabuelo.
Jin ha engordado horriblemente y permanece en un rincón oscuro porque no se puede mover. «Por las noches no duermo bien, y sueño mucho», protesta. ¡No puedo dormir! ¡Sólo tengo sueños tristes, sólo sueño quedarme sin casa!
Mitsu le dice que van solamente a desmontar el almacén para llevarlo a Tokio, que no hará falta demoler la casona y los anexos donde ella vive.
—Pero van a vender las tierras, ¿no? —prosigue Jin.
—Mientras no se solucione lo de tu vivienda, las tierras, la casona y los anexos se quedarán como están, Jin.
—¿Qué piensan hacer con la tumba familiar?
—No hay por qué tocarla, creo yo —responde Mitsu.
—Las cenizas del señor S están en el templo, ¿recuerda?
Compasivo, Taka comenta a Mitsu acerca de la inutilidad y el pesimismo de Jin, que ha triplicado su peso en los últimos seis años y sigue engordando. Mitsu responde a Jin que irá ese mismo día a recoger las cenizas de S, el hermano muerto a golpes en una colonia coreana, y que quiere ver el cuadro del infierno que hay en el templo.

[...]
Todo lo que vemos o parecemos
no es más que un sueño en un sueño.

[...]
All that we see or seem
Is but a dream within a dream.
Edgar Allan Poe

Los cuadros descriptos en el capítulo de la novela de Kenzaburo Oé, que lleva como título los versos de Edgar Allan Poe, podrían pertenecer al rollo japonés del infierno: 26.1 cm x 240.0 cm, siglo XII, Tokio National Museum.
Hice recientemente descripciones de rollos japoneses; es decir, desplegué las pinturas, o mejor aún, las desenrrollé a lo largo de una novela. Por tal razón, me atraen los cuadros en El grito silencioso: el río de llamas y el espíritu femenino.
En una entrada futura subiré los cuadros de Tokio y haré la prueba de reseñar el prodigio narrativo de Oé en relación al asesinato de S. Este prodigio forma parte del mismo capítulo de los cuadros.
Ahora, y antes de finalizar, quiero comentar que, en relación a los cuadros del infierno, los atormentados dan la impresión de divertirse, de estar acostumbrados al fuego. Y el espíritu femenino, tan curtido, parece ya no tenerle miedo al demonio que la hostiga.
El monje del templo expresa su propia impresión acerca de los cuadros:
Como las almas del infierno llevan verdaderamente una eternidad sufriendo sin cesar, ya deben de haberse acostumbrado, y puede que sólo pretendan hacer ver que sufren para mantener el orden de las cosas. El modo como se calcula la duración del sufrimiento en el infierno es de lo más excéntrico, ¿sabe? Por ejemplo, en este infierno ardiente un día y una noche constan de mil seiscientos años, equivalentes a dieciséis mil años con sus días y sus noches en el mundo de los hombres. ¡Eso sí que es tiempo! Ahora bien, las almas de este infierno tienen que sufrir sin parar los dieciséis mil años, ¿comprende? Hasta el más reticente de los espíritus tiene tiempo para acostumbrarse, ¿no?

2008-12-13

El dolor de un poeta...
Eurídice habla que él no podía pasarse sin ella, desde que su salud, que empeoró de repente, obligó a que fuese internada. Habla que él vivía exaltado; no encontraba sus páginas, porque era yo la que las ponía en orden. Cuando se las corregía se sentía tranquilo. Junto a ti sé quien soy, decía después que yo le había limpiado sus papelajos de la mucha grasa y papilla sentimental que tenían.
Ah, cuánto lastre ha acabado en la basura gracias a mí. Estaba orgullosa de que todos y todas lo admiraran y no me importaba que no supieran que era mérito mío.
Hay diferencia entre ser un narciso cauteloso y un hombre verdadero. Un hombre verdadero va por su camino, sin tener miedo de lo que pueda suceder. Desde que estoy aquí, he oído comentar que Orfeo pide ayuda a todo el mundo y no escucha a nadie y pretende que le estén escuchando y le admiren sólo porque… Quién sabe cómo se las arreglará ahora que no le puedo corregir sus versos. Cometo demasiados errores, decía, pero también era por cómodo, así me tocaba hacerlo a mí y mientras tanto él se ponía a leer el periódico o se iba a tomar una cerveza.
Las mujeres que van a oírle cada vez que lee o da una conferencia lo miman, lo manosean, pero ya me gustaría a mí ver si se ponen siquiera a pasar en limpio tanto papelajo ilegible, esa escritura suya de neurótico.
Es estupendo que te ame un neurótico, da seguridad. Sabes que no se le va a pasar, una idea fija resistente a todos los embates de la vida. No creo que me hubiera enamorado tanto si no hubiese sido tan neurótico. Algo sabe Usted ya de eso, de su solicitud para obtener mi permiso de salida, con todos los sellos correspondientes… ¿Cómo? No le oigo, discúlpeme. Es que no le veo, en esta oscuridad.

Pastiche de Así que Usted comprenderá, de Claudio Magris.

2008-12-07

Paradojas

Señalemos hoy que Unamuno ha muerto repentinamente, como el que muere en la guerra. ¿Contra quién? Quizá contra sí mismo.
El 31 de diciembre de 1936. Antonio Machado

No, no soy fascista ni bolchevique; soy un solitario.
Aproximadamente dos meses antes de su muerte. Miguel de Unamuno

Durante el acto de apertura del curso académico en la Universidad de Salamanca, el 12 de octubre de 1936, varios oradores soltaron tópicos acerca de la anti-España. Un indignado Unamuno, que había estado tomando apuntes sin intención de hablar, se puso de pie y dijo: Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. [...] Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión. Se ha hablado también de catalanes y vascos, llamándolos anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo, catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer, y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española, que no sabéis...
En ese punto, el general José Millán-Astray que, tras haber fundado el Tercio de Extranjeros bajo los lemas ¡viva la muerte! y ¡a mí la Legión!, había perdido un ojo y un brazo en la guerra de Marruecos, empezó a gritar: ¿Puedo hablar? ¿Puedo hablar?. Su escolta presentó armas y alguien del público gritó: ¡Viva la muerte!
A continuación Millán inició su arenga: ¡Cataluña y el País Vasco, el País Vasco y Cataluña, son dos cánceres en el cuerpo de la nación! ¡El fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío bisturí!. Se excitó sobremanera hasta tal punto que no pudo seguir hablando. Resollando, se cuadró mientras se oían gritos de ¡viva España!



Se produjo un silencio y Unamuno agregó: Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de «¡viva la muerte!». Esto me suena lo mismo que, «¡muera la vida!». Y yo, que he pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el enojo de quienes no las comprendieron, he de deciros, con autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. ¡Y otra cosa! El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente, hay hoy en día demasiados inválidos. Y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Millán-Astray pueda dictar las normas de psicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como dije, que carezca de esa superioridad de espíritu suele sentirse aliviado viendo cómo aumenta el número de mutilados alrededor de él. [...] El general Millán-Astray quisiera crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por ello desearía una España mutilada...
Millán-Astray gritó: ¡Muera la inteligencia! Sin embargo, José María Pemán, apologeta católico y creador de himnos, exclamó: ¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!
Unamuno no se amilanó y concluyó: ¡Éste es el templo de la inteligencia! ¡Y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España.

Wikipedia

2008-12-04

Cuando Rey Mono tradujo el poema Verrà la morte e avrà i tuoi occhi, de Cesare Pavese, dije que la lectura del siguiente verso:

un grido taciuto, un silenzio.

me había llevado a otra parte. Al silencio de Dios, en referencia a Auschwitz, en boca insólitamente del actual Papa.
Pensaba sobre el uso de «acallado», o, mejor, el adjetivo callado, en el sentido de: grito no pronunciado / no articulado, cuando leí lo siguiente:
Il Papa ad Auschwitz a mani giunte "Signore, perché hai taciuto? Perché hai potuto tollerare tutto questo?" dice Benedetto XVI, al termine del canto di lutto del Kaddish e l'accensione di un cero. 28-05-06. El diario La Croix, de París, comentó: "Benedicto XVI ha planteado la pregunta que todo el mundo hace, sea o no sea creyente: ¿Dónde estaba Dios en aquellos días? ¿Por qué calló?"


2008-12-02

Una pedagogía del odio
J. L. Borges: Sur número 32, mayo 1937

Las exhibiciones del odio pueden ser más obscenas y denigrantes que las del apetito carnal. Yo desafío a todos los amateurs de estampas eróticas a que me muestren una sola más vil que alguna de las veintidós que componen el libro para niños Trau keinem Fuchs auf gruener Heid und keinem Jud bei seinem Eid, cuya cuarta edición está pululando en Baviera. La primera es de 1936: poco más de un año ha bastado para agotar cincuenta y un mil ejemplares del alarmante opúsculo. Su objeto es inculcar en los niños del tercer Reich la desconfianza y la abominación del judío. Se trata, pues, de un curso de ejercicios de odio. En ese curso colaboran el verso (ya conocemos las virtudes mnemónicas de la rima) y el grabado en colores (ya conocemos la eficacia de las imágenes).


Interrogo una página cualquiera: la número cinco. Doy ahí, no sin justificada perplejidad, con este poema didáctico: “El alemán es un hombre altivo que sabe trabajar y pelear. Por lo mismo que es tan hermoso y tan emprendedor, lo aborrece al judío”. Después ocurre una cuarteta, no menos informativa y explícita: “He aquí el judío –¿quién no lo reconoce?–, el sinvergüenza más grande de todo el reino. Él se figura que es lindísimo, y es horrible”. Los grabados son más astutos. El alemán es un atleta escandinavo de dieciocho años, rápidamente caracterizado de obrero. El judío es un turco amulatado, obeso y cincuentón. Otro rasgo sofístico: el alemán acaba de rasurarse, el judío combina la calvicie con la suma pilosidad. (Es muy sabido que los judíos alemanes son Ashkenazim, hombres de sangre eslava, rojizos. En este libro los presentan morenos hasta la mulatez, para que sean el reverso total de las bestias rubias. Les atribuyen, además, el uso permanente del fez, de los cigarros de hoja y de los rubíes.)
Otro grabado nos exhibe un enano lujoso, que intenta seducir con un collar a una señorita germánica. Otro, la acriminación del padre a la hija que acepta los regalos y las promesas de Sali Rosenfeld, que de seguro no la hará su mujer. Otro, la hediondez y la negligencia de los carniceros judíos. (¿Cómo, y las muchas precauciones para que la carne sea Kósher?). Otro, la desventaja de dejarse estafar por un abogado, que solicita de sus clientes un tributo incesante de huevos frescos, de carne de ternera y de harina. Al cabo de un año, los clientes han perdido el proceso, pero el abogado judío “pesa doscientas cuarenta libras”. Otro, el alivio de los niños ante la oportuna expulsión de los profesores judíos. “Queremos un maestro alemán”, gritan los escolares, entusiasmados, “un alegre maestro que sepa jugar con nosotros y que mantenga la disciplina y el orden. Queremos un maestro alemán que nos enseñe la sensatez”. Es difícil no compartir ese último anhelo.
¿Qué opinar de un libro como éste? A mí personalmente me indigna, menos por Israel que por Alemania, menos por la injuriosa comunidad que por la injuriosa nación. No sé si el mundo puede prescindir de la civilización alemana. Es bochornoso que la estén corrompiendo con enseñanzas de odio.