Sello

En verdad, le hemos echado el Mono de piedra a un par de libros de narrativa, uno de cuentos y una novela. Y el Mono de piedra estará en las tapas para dar cuenta de un intercambio previo, que consistió en haber leído los originales y escrito luego unas notas acerca de ellos con la mayor honestidad posible.

En el pasado se usaba una pasta derretida para cerrar la correspondencia. El papel se plegaba, se sellaba con lacre; por último, se lo remitía al destinatario. Es comprensible que, de todas maneras, una carta podía quedar mucho tiempo sellada; sin embargo, el lacre permanecería ahí, y, en el caso de Los días incendiados e Investigaciones en masa, ese sello representa ahora la edición príncipe.
Antes de que se produzca el definitivo encuentro con los lectores, nos gustaría que otras prosas compartieran la figurilla, así como también el sigilo de nuestras páginas.