2010-09-23

En la mañana del martes, empecé a ver nuevamente Söndags Barn pero no di más de sueño. Llegué hasta un poco después del episodio del relojero. No lo recordaba bien.
Hay un comentario previo acerca de la transfiguración de Jesús. Averigüé que Jesús se corporizó en el monte Tabor ante tres de sus apóstoles. Ejemplo perceptivo y sensible de la gloria que se nos promete en el cielo, aquella aparición se celebra cada seis de agosto.
Ricardo Reis tuvo una especie de transfiguración en aquel episodio de la segunda almohada. Ahora pienso en que Pessoa es también una transfiguración. Aparece en las calles, bajo la lluvia, y conversa con Ricardo Reis bajo una arcada que los proteje. Ricardo Reis dice que anda tentado de instalarse y abrir un consultorio, Entonces ya no vuelve a Brasil, por qué, Es difícil responder, no sé siquiera si sabría encontrar una respuesta, digamos que estoy como un insomne que encontró el lugar exacto de la almohada y al fin va a poder quedarse dormido.

La segunda almohada

2010-09-12

Leí Testamento de un malabarista, de Silvia López, y me dieron ganas de meterme en 2666, de Bolaño. Lo mismo suscitó Patricia a través de los comentarios por e-mail, los cuales hicieron que yo recomenzara Los detectives salvajes en el punto de aburrimiento total en el que me había frenado.
Me pareció muy bueno el concepto de «digresión» que Silvia tomó de El cazador oculto, así como también que haya señalado la deriva hacia la aventura de los personajes. En mi anterior entrada sobre Los detectives, nombro a esa deriva o peregrinación como el programa héroes, que se diferencia del programa poetas (en la primera parte de 2666, según entendí, también habría dos programas: la historia circunscripta a las actividades académicas del congreso y la deriva de esa historia hacia la aventura).
Pero, y por sobre todo, me atrajo el libro de geometría en la soga de ropa, que tiene una reminiscencia a Cosmos, de Gombrowicz. Me refiero a la serie de signos indiciarios compuesta de un gorrión ahorcado, flechas trazadas en los cielos rasos, un gato, de manera que lo desopilante se mezcla con lo patético o con el horror, como dice la reseña. Signos en un segundo plano que pasan a un primero.
Por último, algo muy evidente pero que yo no alcancé a expresar después de mi lectura de Los detectives: la interrupción de la historia en el punto en el cual los personajes quedan abandonados a su destino.