2011-10-02

El sábado de las VIII Jornadas Oscar Masotta en la Manzana de la Luces, Tununa Mercado mencionó en dos momentos la «máquina de escribir».
A poco tiempo del inicio del encuentro, dijo: «Escritura quiere decir ponerme ante una máquina [...]». Y volvió a ponerse ante la máquina un rato después, cuando se refería a cómo fue que empezó En estado de memoria, el primer libro que escribiría en Argentina, después de un exilio de casi quince años en México.
¿Qué tipo de escritura ordena la máquina? Puede ser que en el caso de Mercado, la irrupción de la máquina en el dominio de la palabra, de acuerdo con la expresión de Friedrich Kittler, ordene su memoria sobre un fieltro de modista donde ella juega a clavar agujas o alfileres.



Escritura quiere decir ponerme ante una máquina, tener una idea o una cosa que empieza a cobrar forma y que de una manera muy misteriosa se ordena en un registro que no es lo que yo llamaría una obra literaria
[...]
No podría escribir una obra jocosa o interesarme por cosas celebratorias. Sin embargo, estoy convencida de que en el primer libro que hice con la experiencia del exilio me moría de risa de las cosas que había escrito. Hubo mucha gente que captó esos golpes de humor. Yo los hacía un poco de taquito, pensando que era una manera de vincularme con mi propia melancolía.
Es inenarrable lo que uno puede padecer cuando regresa al país después del exilio, yo estaba en un estado terrible. El encuentro con Buenos Aires... necesitaba urgente una ayuda psicoanalítica. Tengo que hacer algo, le decía a mi marido. Hasta que él me dijo, como tomando el té: ¿Y por qué no escribís? Bueno, dije yo. Y me senté en la máquina eléctrica, muy sonora.
Me salió una imagen de antesala de psicoanalista. Escena en la cual no había pensando en veintiún años. Era un psicoanálisis de grupo, donde estábamos todos los compañeros esperando que el psicoanalista nos hiciera pasar, pero de pronto entró un hombre de mediana edad y empezó a doblarse de dolor, diciendo: No puedo más, estoy haciendo una úlcera.
Se estaba muriendo, que por favor el doctor saliera y lo recuperara... Nosotros le decíamos a la secretaria que le dijese al doctor que nosotros nos íbamos, que no había ningún problema. Pero no lo atendió. Tal vez porque no había pedido cita, tal vez porque no era la hora en que tenía que venir. Y aquel hombre esa noche se suicidó.
Así empecé En estado de memoria en 1987.
¿Dónde estaba ese núcleo atrapado para que yo, después de haberme estado paseando por la literatura, con textos eróticos, con textos poéticos o en prosa, comenzara a escribir el libro con un suicida?


Conversación con Patricia Martínez Bin, 17 septiembre 2011.

2011-09-11

La costumbre hace que cuando leo la palabra «vida», la reemplace por la palabra «escritura». Me pasó mientras hilvanaba algunas epifanías interrogantes en Ema, antes del ataque del indio.
En la novela, el que pregunta es Gombo:
—¿Por qué será […] que las mujeres arman los cigarrillos de los hombres? […] ¿por qué las mujeres embarazadas ocupan tanto espacio? […] ¿en qué se transformará la tormenta del bosque?
Una lámpara de papel rosado brillaba en el centro del cuarto. La tormenta no puede entrar en el bosque donde se encuentra el cuarto que ampara a Ema, al pequeño Francisco y a Gombo. Gombo dice a Ema que llevan a las mujeres al desierto para poblarlo.


Si no fuera imposible, la escritura sería espantosa.

2011-09-01


Magnífica parodia teatral, The 39 steps, por Patrick Barlow, que destaca la base constructiva de la película de Hitchcock: una conexión frenética de episodios, sostenida por una minúscula trama de espionaje.
La apuesta total por la imaginación puede leerse en El cine según Hitchcock: capítulo cuatro, páginas 78-86, que empieza así:

FRANÇOIS TRUFFAUT Después del éxito de El hombre que sabía demasiado, supongo que usted ya era bastante libre para escoger sus temas y optó por The Thirty-nine Steps (Treinta y nueve escalones). Es la historia de un joven canadiense que huye de Londres para llegar a Escocia, a fin de encontrar las huellas de los espías que han apuñalado a una mujer en su propio apartamento. Sospechoso de asesinato ante la policía, y acosado por los espías, atraviesa mil emboscadas, pero todo acaba bien. Es un guión sacado de una novela de John Buchan, escritor al que usted admira, según creo.
ALFRED HITCHCOCK Efectivamente, puedo decir que he sido muy influido por Buchan, mucho antes de hacer Treinta y nueve escalones. [Sigue en la p. 78: El cine según Hitchcock, por François Truffaut.]

2011-08-17

«Auténtico» o «fabricado», el arte, de todas formas, comporta su momento narcisista, su parte de apariencia, de falsedad si se quiere, con la que desafía al universo de los valores consagrados, se burla de ellos y nos seduce mediante un prisma de facilidad y placer. Se hace amar...

[...]

se vuelven de los rostros los reflejos
tan débiles, que perla en blanca frente
no más clara los ojos la verían;

vi así rostros dispuestos para hablarme;
por lo que yo sufrí el contrario engaño
de quien ardió en amor de fuente y hombre.


[...]

La búsqueda dantesca en el Paraíso consiste en elevarse a la visión de la verdadera luz. Sin embargo, en el interior de esta ascensión en línea recta, el poeta Dante es atrapado por el devenir-sustancia de la luz, por esos oscurecimientos de la transparencia, por esas apariencias aún menos visibles que una perla (Paraíso, canto III, vv. 13-14). Como espíritu que juzga, las rechaza por «narcisistas» (Paraíso, canto III, vv. 17-18). Como enamorado de Beatriz, sin embargo, es llevado a rehabilitarlas. Asistimos aquí a un sutil análisis de la condición poética: fascinada por las imágenes, por un lado, en busca de la verdad, por otro. ¿O quizás a la vez? En efecto, es la simultaneidad de los dos movimientos la que asegura la verdadera salida del engaño narcisista: no se trata de ofuscarse ante las imágenes en nombre de una visión inmediata de la verdad, sino de reconocerlas como tales, como reflejos de una aventura espiritual, hecha de reflexiones ascendentes, que las supera.

Historias de amor, por Julia Kristeva.