2011-12-09

Acabo de terminar la etapa de soldados de Gerónimo y Miguel. Me basé en la tercera de las cronologías de Flaubert’s Parrot, escrita en primera persona y que empieza en 1842:

Me and my books, in the same apartment: like a gherkin in its vinegar.

Para ayudarme con la cronología simultánea hice un mapa de los tiempos de soldados y cautivos.


El soldado castellano Miguel de Cervantes (nacido en 1547) y el soldado aragonés Gerónimo de Passamonte (nacido en 1553) fueron compañeros de armas desde agosto de 1571 hasta octubre de 1573; durante ocho meses estuvieron encuadrados en el tercio de don Miguel de Moncada, y juntos tomaron parte en la batalla de Lepanto, en la acción de Navarino y en la conquista de Túnez.
Ambos fueron apresados por los turcos y cautivos: Gerónimo de Passamonte de 1574 a 1592, y Miguel de Cervantes de 1575 a 1580, pero sin que entre ellos hubiera entonces ninguna relación, porque el primero navegó como remero forzado por Turquía y el norte de África, y el cautiverio del segundo se redujo a Argel.

Forse altri canterà con miglior plettro.

2011-12-01


El libro de Avellaneda lleva a don Quijote a Zaragoza porque Cervantes, en el final de la primera parte, anuncia otra salida a «unas famosas justas» en esa ciudad. De esta forma, el Apócrifo resulta ser «una obra coherente con el hilo argumental de la primera entrega» y «un buen ejercicio de continuación», como explica José Millán en Prólogo al lector [del Quijote apócrifo].
Sin embargo, en la conferencia comentada en la entrada anterior, en el último parágrafo de la reseña del libro de Avellaneda, Pedro Barcia observa que don Álvaro Tarfe «se hospedará en casa de don Quijote y descubrirá que don Martín Quijada es don Quijote, cuyas aventuras ha leído en la novela cervantina.»
Se podría pensar esta afirmación como otro enunciado contrafáctico de la conferencia. Sin embargo, se trata de una afirmación falsa.
El libro apócrifo relata que durante la sobremesa, don Álvaro Tarfe caerá en la cuenta de que Martín Quijada está loco, luego de que éste le dijera que ha desencantado princesas y matado gigantes. El Ápócrifo no dice que don Álvaro ha leído el Quijote. Y ninguno de los personajes del libro de Avellaneda lo hizo. Ni don Álvaro, ni nadie.
En verdad, el Quijote irrumpirá dentro del Quijote de la mano de Cervantes. No de la de Avellaneda.
Hay muchos similitudes entre la segunda parte de la novela de Cervantes (publicada en 1615) y la novela de Avellaneda (publicada en 1614), porque como observa Martín de Riquer en Aproximación al Quijote:

[...] Entre ambas segundas partes hay ciertos paralelismos difíciles de interpretar, pues parece que una de ellas conoce el texto de la otra [...]

Pero el suceso de que Cervantes haya sido capaz de hacer de la primera parte de su propio libro (publicado en 1605) un elemento novelesco de la segunda, no exhibe solamente la distancia que media entre el Quijote verdadero y el Quijote falso. Tal vez, suene exagerado conjeturar un efecto tan devastador como el del relato Así pensó el niño, cuyo argumento resumió Pedro Barcia al término de su conferencia. No obstante, la idea de imaginar una ficción cervantina contrafáctica, pide lectores que lean a Cervantes.
El libro de 1615 reanuda la narración con el cura y el barbero en casa de don Quijote, un mes después del final del libro de 1605. Don Quijote da muestras de estar cuerdo, hasta que la mención por parte del cura de que el Turco podría invadir España va a hacer despeñar al hidalgo, que propondrá juntar al menos una docena de caballeros andantes para destruir a la armada turquesa. Enseguida aparece Sancho, a quien don Quijote pregunta a solas qué es lo que se anda diciendo de él y en particular acerca de su idea de volver a los caballeros andantes al mundo. Sancho informa a su amo, entre otras cosas, que afuera lo tienen por un grandísimo loco, pero cuenta también la noticia de que las salidas que han realizado hasta hace sólo un mes han sido impresas en un libro.
El cura y el barbero, habiéndose cerciorado de que el hidalgo seguía tan loco como antes, se fueron de la casa hacía ya un rato. Ahora este comienzo, con don Quijote y Sancho conversando sobre el mismo libro del que son protagonistas, torna muy diferente a la segunda parte respecto de la primera. Porque si el libro de 1605 dialogaba con los libros de caballerías, el de 1615 dialogará, por usar la expresión de Federico Jeanmaire en Una lectura del Quijote, «con el pasado del mismo don Quijote y sus circunstancias».
Al respecto, escribe Riquer:

[...] En varios momentos de esta segunda parte, la primera, el libro impreso diez años antes, será aludido, criticado y comentado por los mismos seres de la ficción [...]

En esta segunda parte, casi todos los personajes habrán leído la primera, pero no don Quijote y Sancho. Como dice Jeanmaire, a propósito de aquel lugar en que se produce la irrupción del libro en la ficción:

[...] Se trata de lecturas de lecturas. Porque don Quijote y Sancho no han leído el libro sino que lo comentarán a partir de la lectura que ha hecho de él Sansón Carrasco y a partir de las lecturas de otros que ha recolectado el bachiller. [...]


Una lectura del Quijote, p. 131


El sorprendente camino del Quijote, nos conduce a una nota de El último lector:

[...] la breve y maravillosa escena en la que [don Quijote] hojea el falso Quijote de Avellaneda donde se cuentan las aventuras que él nunca ha vivido [...]

2011-11-13

La historia contrafáctica es la que no ocurrió, o aquella que habría ocurrido si un hecho, o una circunstancia, hubiera sido diferente.
En El hacedor, Borges figura Un problema, que empieza así:

Imaginemos que en Toledo se descubre un papel con un texto arábigo y que los paleógrafos lo declaran de puño y letra de aquel Cide Hamete Benengeli de quien Cervantes derivó el Don Quijote. En el texto leemos que el héroe (que, como es fama, recorría los caminos de España, armado de espada y de lanza, y desafiaba por cualquier motivo a cualquiera) descubre, al cabo de uno de sus muchos combates, que ha dado muerte a un hombre. En este punto cesa el fragmento; el problema es adivinar, o conjeturar, cómo reacciona don Quijote.

Esta clase de enigma es ejercitado por distintos autores y existen ejemplos en la conferencia dictada en dos mil tres por Pedro Barcia, la cual llevó como título: Ficciones cervantinas contrafácticas.
Las obras reseñadas en dicha conferencia tienen por objeto a Miguel de Cervantes, así como también a personajes del Quijote, como ser el propio héroe, Sancho Panza, Rocinante, el rucio, la pastora Marcela, Álvaro Tarfe, y también a la existencia real del libro. Casi olvido a Pierre Menard.
Otra historia que no ocurrió fue la autobiografía de Cervantes, pero que la escribió Federico Jeanmaire y la llamó Miguel. La autobiografía ficticia tiene una destinataria: la hija natural de Cervantes, analfabeta como la gran mayoría de las mujeres de fines del siglo XVI. Si las biografías de Cervantes exhiben algunos nudos, esta novela tiene ánimo de deshacerlos, primero, por medio de personajes como un tal Jorge de Borges y el pintor Dalí Mamí, y, segundo, por la inserción de pliegos sueltos, que incluyen: la novela del abuelo Juan, dos recetas de cocina, conversaciones con El Greco sobre «La lujuria», pensamientos sobre la iglesia, saberes impertinentes y parecimientos sobre la verdad y la falsedad.
Hay otro asunto.
Una afirmación del profesor Barcia en su conferencia, acerca de la cual quisiera creer que se trata de una ficción contrafáctica zurcida, o pegadiza, pero de este asunto se hablará en la entrada que seguirá a ésta.

Para leer la segunda parte

2011-10-27

El cuaderno azul habla de que Martín fue a Grecia con un norteamericano que quiso poner un hotel en Mikonos. Y de que antes anduvo por Perugia.
Y de los efectos Henry Miller y de París, que me reí como una gallina clueca.
Me encantó Marx e Inés y los demás personajes del techo de Un rincón cerca del cielo. También, Enrique el sospechoso y su mezquino romance con Nadine.

Hago un find con Octavia del título del otro cuaderno, el de tapas rojas:

sácalo, reléelo, y sufre
recuerda cómo al leerle el cuento te decía que le encantaba
no sería, a lo mejor, pura coquetería por aquel personaje que llevaba su nombre
Vamos, relee.


En la página 195:

Resumo y anticipo, Inés, para decirte que crucé solito al África y de allá me tienes ahora de regreso con la imagen de Octavia de Cádiz sentada como un espejismo en medio de mi historia... ¿Entiendes, Inés? Ni jota, me imagino [...]

Dos páginas antes, Octavia de Cádiz:

—Ahora tienes que regresar al hotel, Martín Romaña.
—¿Cómo lo sabes? ¿Cómo sabes mi nombre?
—Yo no sé nada. Tú sí lo sabes, Martín Romaña. Y a mí eso me basta, a título de información.


Un camino increíblemente desconocido: el subrayado de oración, en la parte que dice hundidita aquella, y en la página 202 dos barritas en el comienzo de parágrafo: Fue macanudo lograr por fin, gracias a Perugia, ser pobres y felices en París. En la página 203 está anotada la fecha de la primera lectura y al final del parágrafo nuevamente las dos barritas.
Marcas para que yo vuelva a gozar con la hondonada que compartían Inés y Martín en la parte más antigua del Barrio Latino.
Me gustaron mucho los capítulos de las exposiciones de pintura y el crimen que todavía no sé cómo ocurrió. Martín tiene una predilección en materia de perros. Un perro trampolinero de su infancia adinerada.
Así que, luego de Bizquerita de Inés y locura de Martín en Cádiz, no me enteré del viaje de bodas a España, porque de un salto la novela pasó al último y noveno piso en París. Y a la hondonada y a la pelea de Madame Labru con madame Delvaux por el día de la exposición anual de sus pinturas.
Más adelante, Enrique en un palpitante segundo plano que me hunde siempre el pecho.