2007-04-05

Tengo la novela de McCullers Hoy la retomé en el pasaje en que Bubber anda con un rifle y vengo ahora a la pantalla conmovido. Porque los personajes de las novelas pueblan un mundo del que entro y salgo, y que ahora está más habitado.
Me detengo en esta oración del capítulo de Singer:
«Le encantaba trazar palabras en un papel con una estilográfica y lo hacía con el mismo cuidado que si el papel fuese una bandeja de plata».
A continuación leo la carta de Singer a Antonapoulos.
Venir aquí me sirve de guía. En realidad leo porque imagino que alguien también lee y así encuentro a Baby, Copeland, los sentimientos de Singer, las visitas por separado, Antonapoulos que no sabe leer. No soy un lector apasionado de novelas. Y esta es larga. Propongo un intercambio, me parece. Yo presento a algunos personajes queribles y la imaginación me contagia ganas por saber cómo prosigue la historia.

2 comentarios:

Gustavo López dijo...

En algún sentido lo que voy a decir tendría algo que ver con "The mute".
Me acuerdo que en la medida en que yo no podía resolver cuestiones básicas de índole económica, me sucedía que quedaba excluido del círculo de los hombres. Esto ocurría generalmente en comidas, y se notaba hasta en el lugar que yo ocupaba en la mesa. Quedaba del lado de las mujeres. Excluido de las conversaciones acerca de la pesca y de las armas de los cazadores.
Sin embargo, en el medio de aquellos problemas económicos tuve la ocasión de ir, en condición de acompañante, a una cacería de jabalí. En el monte de Santiago del Estero. La soledad era imaginaria, dado que, en verdad, era el grupo de varones el que cazaba, y, formando parte inseparable del grupo, estaban los perros. Las mujeres, una vez muerto el jabalí, se ocuparían de adobar la carne del animal para que pierda el sabor salvaje.
Hay distinta clase de cazadores.
El cazador de trofeos sería una; pero, creo que inclusive el cazador de trofeos tiene, por lo menos, un perro al lado. Y, los cazadores de moscas o de escarabajos, por ejemplo, estarían más solos que ningún otro.
Leer pisadas.
La noción de narración quizás se originó en una sociedad de cazadores. El cazador reconstruye los movimientos y el aspecto de una presa invisible a partir de una huella. Este es un modelo cognoscitivo muy antiguo y muy moderno a la vez: el paradigma indiciario o adivinatorio. El detective descubre al autor de un crimen a partir de unas migas de pan. El psicoanálisis acostumbra a deducir de rasgos poco estimados o inobservados —del residuo de la observación— cosas, por decirlo de algún modo, secretas o encubiertas.
De cualquier manera, en relación a la novela de McCullers me interesa aquel lugar de exclusión del que hablé al principio, así como también la idea de tener algo siempre en foco, o en la mira, como resulta necesario cuando se sale de cacería. En la vida propia ocurren todo el tiempo cosas no previstas y si embargo hay que arreglárselas. Con las sociedades pasa igual. Cada amenaza parece una ruina inminente, y los corazones pueblan una paisaje con distintos matices de la soledad.

Pastora dijo...

Por qué hablar, tanto tiempo fui sorda y muda escondida en el exhibidor de vestidos del negocio de mi abuelo, tantas veces miré por la ventana la tormenta desatada pronunciando en silencio querido viento, mi hermosa lluvia. Si durante tantos años me senté en el escalón mientras los chicos jugaban en el recreo, si amé a un sapo refugiado en una rejilla y fui a mirarlo cada día con mi amigo retrasado mental y el sapo me miraba y me croaba y eso era la felicidad.
Sé estar dentro de mi, callada. Y sé de la violencia de los otros que quieren que hable aunque aún tengamos un reparo.
Cuando hablo ¿me escuchan?