2008-01-17

Hice la grabación para mí.
Para escuchar rumores, silencios, ramificaciones. Entonces me pareció que podía hacer la prueba de subirla. Luego, con los ecos que la grabación recibió de La ninfa y de Gaab, no supe si estaba soñando o estaba despierto. Como el personaje del cuento.
Tampoco esperaba un correo de Silvina. Me hizo ir hacia atrás con algunas cosas pero también hacia adelante. Ejemplo de lo primero: el pasaje del hundimiento del protagonista existía ya en un relato publicado en el número cuatro de Un lugar de escritura. Voy a copiar un fragmento y más abajo la lectura de mi amiga.
«El barro estaba adherido a la piel de mis brazos y cubría mis manos enteras cobrando la apariencia de prótesis ortopédicas grises, ése era su color y tal mi parálisis. Pensé en Jonás que fue expulsado del interior de una ballena contagiada por un hipo divino luego de permanecer tres días y tres noches en su vientre... bien podía yo aguantar un rato sin moverme a la espera de que alguien me auxiliara. Sin embargo, un intenso ardor, como una mordedura en la zona de los muslos, no me dejaría hacerlo. Salté sin hacer pie ahogándome en una lava negra y fría».
Un Pinocho versión Disney ilustraba en la página 27 mi antiguo relato. El atemorizado muñequito a punto de ser tragado por la ballena monstruosa.

Silvina dijo…
como es un cuento sin terminar y no sabemos dónde caerá la flor más bella del palo borracho... sospecho de posibilidades y fantaseo un poco.
i Se dice que Belgrano está fuera de la iglesia porque era masón.
ii No puedo dejar de hacer la relación con Jonás, aunque él estuvo en una ballena...
iii Me gusta la atmósfera de la ciudad no contada, como si estuviera desierta luego de una catástrofe, aunque hay chicos que juegan en el agua...
iv La empresa de las cloacas parece vana... en el sentido de que hay algo más profundo. La narración tiene algo de bajada a los infiernos y Jana sería algo así como una Eurídice.
v Me gustaron los corazoncitos, que el templo de dios tenga muchas habitaciones, los hipogeos, el valle de los huesos, los diablitos que se te acercan, la lava negra y fría.
vi ¿Te acordás de la Eneida? Cuando Eneas baja al infierno a ver a su padre.
vii El riesgo de trotar por la costa, un borde...
viii Me gusta la escritura, barroca y recargada, muy distinta a tu novela (sí, con ella estoy)

Gracias Sil, me hacés ir hacia delante. A otro pasaje, pero ahora de Investigaciones en masa, que parece una continuación de Tabla de salvación. Grabación realizada el cinco de mayo de dos mil seis / 4 minutos : 05 segundos


7 comentarios:

Paulino dijo...

Desde el río la ciudad siempre me parece al borde de la catástrofe y la disolución.
Tus descripciones coinciden tanto con mí imaginación que aveces me sobresalto. Ponés en
palabras visiones y sensaciones que siento propias y nunca antes dichas.
Fantasmas del río, vistas desérticas, resplandecientes hasta la ceguera, espejísmos.
Yo escuché ese "jadeo sereno y apacible" y tambien sentí que invisible algo amenazaba siempre, todo el tiempo, como en tus cuentos. Como el barro que se traga al talvez ingeniero, como los gakis. (no sé si se escribe así.)

Pablo de Freijo dijo...

No quise decir nada de las entradas de la ninfa y de Gaab, pero tenés que sentirte muy halagado, también muy bueno el comentario de Silvina, es un buen rato el que se pasa en tu blog. Te vuelvo a felicitar.

silv dijo...

Gus...

La belleza sera convulsa o no sera... (creo que es Francisco Umbral)

Literalmente acabo de leer tu novela hace dos minutos... intensa, bella y convulsa.

Te escribo mas. Beso. Sil

silv dijo...

Estoy leyendo "Asi que Usted compredera" Del italiano Claudio Magris. La historia Euridice y Orfeo contanda por ella... Ya se que ahora estas con Casandra pero hablamos el otro dia de Euridice con respecto a tu novela... En fin... la Wolf, Casandra, Medea, Euridice, Lolita... vos si que sabes elegirte las chicas.

Gustavo López dijo...

Mi perro find encontró para Julieta otra clase de hormigueo en mi novela.

No bien arrancaban los sonidos del desayuno, me dejaba estar en la almohada. La primera vez, inhábil para juzgar el sellado de mis párpados, se me escapó la comprensión. Y desesperé. Alcé la cara como preguntando, estoy muerto, pero mi voz no salió, y nadie pudo ver mi esfuerzo por abrir los ojos. Con el transcurso de los días, y armado de más paciencia, consentí que se me administrase té en la comisura de los ojos para arrasar con la lagaña que allí se acumulaba durante el sueño. La mirada alcanzaba, a veces, una pestaña y un nubloso segundo plano. Desde la almohada, la pestaña era igual a un helecho negro, abatido contra mi visión; del más allá nubloso adivinaba que se extendía una gasita para arrasar con los grumos secos no bien los primeros sonidos se apoderaban del cuarto. Pero una vez pareció que me rasparon la lagaña con un cuchillo para descamar pescados. Entonces, mi compañera no esperó a que sonaran todos los ruidos; se les anticipó iluminándome el día siguiente con su vocecita. La recibí en la penumbra propicia de una camota que despertaría en nosotros infinitas posibilidades de descubrimientos. Calma, dejame a mí, y apenas alcancé a esbozar un abrazo en el aire que empezó a lavarme los párpados con la gasita embebida en té, apenas rocé sus hombritos que me chorrearon unas gotas por las mejillas, apenas conseguí saber si todo eso estaba sucediendo, o no, que me secó con otra gasita los últimos velos de té que me corrían por el cuello. Y las cosquillas me hicieron estremecer. Ya está, dijo. Y pude verla en cuclillas sobre la camota, desnuda. Ella recogió las cobijas que me cubrían, y yo, que interpreté su afán por conocerme de cerca, elevé la cola para desvestirme. Con dicha, mis ojos desempastados buscaron una picada que las curvas de su piel abrían, o incisión muy lisa, que denunciaba docilidad y disposición para un dedo amoroso. Ella saltó levemente, haciendo deslizar unas caricias por mi pichulín implume; y lindo, lindo, lindo, decía, y yo también quise decírselo sin la vergüenza del hormigueo de hacer pis; o no podía saber de qué. Y todo era acogedor, juntos y desnudos en la cama grandota.

julieta dijo...

Será por eso que siempre amé al oso hormiguero.
Rolón!

silv dijo...

Querido Gus

Hablo de tu novela en el blog, caja de Pandora de obsesiones literarias. Intensa, apasionada y convulsa como ya te dije. No me fue fácil entrar y aun no sé por qué, tal vez sea la primera persona, tan primerísima. Aunque el capítulo de las cartas me encantó también el del abuelo.

Pero luego algo pasa y el texto empieza a tomar aire, aparecen distintos planos de narración y la novela casi dejar de ser una novela. Diario de escritura, diario de ficción y diario personal. El texto insinúa preguntas pero no da respuestas. Me gustan esos quiebres.

Creo que el capítulo "Yo escribía sobre mi padre", tiene una visibilidad maravillosa. Interesante lo que sucede con el erotismo. Los cuerpos, la piel y el lenguaje. Pienso en qué se escribe sobre un padre que lee o duerme (sueña?) intermitentemente. En ese texto que separa los dos cuerpos. Pienso en el dolor producido por la barba en la mejilla, en el instante de inmovilidad forzada.
El incidente de la libreta y la pelea con Vanna. Pienso en esa libreta estrellada contra la pared y el grito de espanto. Cómo si el texto de ese cuadernito se relacionara con el texto escrito en el cuerpo.

Los dibujos exhibidos en un museo que nadie visita, la maravillosa Elvira bordando mortajas, las ratitas de Vanna, como se organiza el relato de una vida? Extrañeza, distancia, placer… “La verdad no es mas que una apariencia de la verdad”, digo yo, citandote. besos 1000, silvina