2008-04-09

Seguí con La vida exagerada.
Insólitamente Martín descubrió que había salido a manifestar durante el Mayo Francés con un contingente de sordomudos. Finalmente, sin la columna de obreros con base en el barrio latino, que Inés y el grupo esperaban, Martín ejercita una crónica piadosa de los movimientos callejeros.
«Apagué la radio, y dije en voz alta que felizmente la radio no había dicho nada sobre el equivocado manifestante peruano Martín Romaña y sus sordomuditos, tras lo cual pensé que, como don Quijote, estaba listo para una nueva salida, tras lo cual me cagué de risa de mí mismo y consideré que, en efecto, debía salir de nuevo, y que efectivamente estaba listo para salir de nuevo. Lo cual hice y explica por qué he redactado estas líneas [...] se me ponen los pelos de punta y empiezan a invadirme, siguiendo la cronología de los hechos, uno por uno los acontecimientos a que dio lugar mi próxima salida, que tuvo un breve retorno, y que después dio conmigo convertido, poquito a poco, en algo así como un estropajo humano.»
Martín volverá a vagabundear por París. En el último y noveno piso que alquila a Madame Labru, recibirá la carta-documento-chau de Inés. A Carlos Salaverry, el filósofo, lo abandonarán su esposa y su hijita, que irán también de barricadas, como Inés.
Carlos no sabe, siquiera, hacerse un plato de fideos. Acudirá a Martín, a que lo auxilie. Muerto de hambre, exagerado. Ambos tan filósofos e inútiles, me sacaron, como dice la novela, de un estado muy blue, blue, blue.

1 comentario:

Pastora dijo...

Más que nunca necesitamos al libro, pero los libros, a su vez, nos necesitan a nosotros, dice George Steiner.
A la salud de Martín Romaña, la siguiente pregunta: ¿Cómo unas incisiones sobre una tablilla de arcilla, unos trazos de pluma o de lápiz, pueden constituir una persona —una Beatriz, un Falstaff, una Ana Karenina— cuya sustancia excede a la vida misma en su realidad?
(Traducción: MC / Nación Apache)