2008-05-20

En 1782, el marqués de Sade, que por entonces llevaba once años de cautiverio en la Bastilla, escribió:
Una gran revolución se incuba en el país. Los crímenes de nuestros soberanos, sus crueldades, sus libertinajes y necedades le han cansado. Francia está asqueada del despotismo. Está a la puerta del día en que, airada, romperá sus cadenas.

En 1803, Sade ingresa al manicomio de Charenton, en el bosque de Vincennes. Es el manicomio donde la burguesía y la pequeña aristocracia parisiense recluían a sus parientes locos. Sade hizo buenas migas con el abate François Simonet de Coulmier. Organizaron comedias con los enfermos para el público aristocrático. En 1808, el Médico Jefe de Charenton se queja al Ministro de Policía: «…Este hombre no es un alienado. Su único delirio es el vicio… El señor de Sade tiene libertad de pasear por el parque, y encuentra a menudo allí a enfermos que gozan del mismo privilegio. A uno predica sus teorías repugnantes, al otro presta libros… Se ha cometido el desatino de permitir en el establecimiento un teatro, para que los locos puedan representar comedias, sin reparar que este entretenimiento tan excitante puede ejercer efectos perniciosos sobre sus débiles imaginaciones. El señor de Sade es el director de este teatro. Él elige las piezas, reparte los papeles y dirige los ensayos. Enseña a declamar a actores y a actrices y los forma artísticamente. Asegura que está creando un nuevo arte escénico… No es necesario, a mi entender, demostrar a V. E. lo desagradable de semejante modo de vida y los peligros de toda índole que esto lleva aparejado…»

La represión oficial se hace sentir:

MINISTERIO DEL INTERIOR
3a División
Oficina de Asistencia, Hospicios, Prisiones y Mendicidad

Copia

El Ministerio del Interior,
Conde del Imperio,

Considerando que el Sr. de Sade que ha sido alojado en Charenton, está poseído por la más peligrosa de todas las locuras; que sus escritos no son menos insensatos que sus palabras y su conducta personal; que dichos peligros son sobre todo inminentes en medio de seres cuya imaginación ya es de por sí débil o extraviada,

Decreta los siguiente:

ART. 1° — El Sr. de Sade será alojado en un local completamente aislado de modo que toda comunicación ya sea con el interior o con el exterior le sea prohibida, aún contra cualquier pretexto que invocase. Se tendrá especial cuidado de prohibirle todo uso de lápices, tinta, pluma y papel.
ART. 2° — El Director del hospicio nos rendirá cuenta el 25 del corriente a más tardar de las medidas que haya adoptado para el cumplimiento de la presente decisión. Se le hace personalmente responsable de su aplicación.

París, 18 de octubre de 1810.

Firmado: MONTALIVET



En 1963, Peter Weiss imagina a los locos de Charenton representando los últimos días de Jean-Paul Marat, dirigidos por Sade, que se interpreta a sí mismo. Peter Brook la dirigió en teatro y en cine. La película es de 1967. Marat-Sade fue un acontecimiento actual en 1968.


4 comentarios:

gaab dijo...

que bueno, g. gracias! me encanto.

Pastora dijo...

Me gusta cómo mencionás el contexto de la película.
Me hizo imaginar a un Peter Brook, que mientras rueda la peli se repite entre dientes: Je, Je, "en este país se incuba una revolución".

Víctor Sampayo dijo...

Por una serie de inevitables asociaciones (la representación llevada a los recintos de la locura y no al revés, como se acostumbra), con estos episodios de Sade recordé aquel libro inquietante de Donoso: "El obsceno pájaro de la noche", sobre todo en su segunda parte, cuando todo el asilo se convierte en una extraña representación de la belleza.

Gustavo López dijo...

¿Qué puede ser la revolución, sino una orgía? aventuran los locos de Marat-Sade.
Las primeras protestas fueron de varones por conseguir el acceso a los dormitorios de las chicas en la residencia de la universidad de Nanterre. En El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz, Martín obtiene un cargo de profesor ahí.
«…en Nanterre bastaba con ver el parking de los alumnos para comprobar que Mayo del 68 había sido un incidente divertido para las deliciosas criaturas perfumadas que llegaban en impresionante mayoría a la Facultad de Letras en unos carrazos que para qué les cuento, los de los profesores daban pena al lado de los carros de los alumnos.»
Martín viajará desde París en tren para dar sus clases, y no se enterará nunca por qué siempre le tocaba un vagón lleno de niños mogólicos. No expondrá las clases sino que las dará grabadas, pero estas son cosas del personaje, un peruano en París en medio de un presente apasionante. La vida exagerada y El hombre que hablaba son una saga de historias de amor. Mucho humor y también mucha ternura, incluso para contar cosas jodidas, por ejemplo un surmenage de Martín comparable a los de otros escritores latinoamericanos, como Donoso o Cabrera Infante.
Coletazos del boom, tal vez.

Otra linda novela de Bryce es Un mundo para Julius.

Recomiendo el dossier completo que hizo Babelia en el 40 aniversario del MAI 68.
La mezcla de actores; el rol de la radio en la construcción de un mensaje en el mismo momento del acontecimiento; la pulsión antiautoritaria, dice el dossier en p. 6, también generó monstruos.
Yo rescato especialmente el cuestionamiento público al origen del poder que autoriza a educar, curar y gobernar. De Gaulle, de cara a ese cuestionamiento público, aconsejaba construir autopistas, o respondía con duchas frías.

Como exclamó por teléfono Juliette la semana pasada: ¡Cuántos Citröenes! Yo agregaría: ¡Ruedas para arriba!

Marat-Sade debate acerca de la herencia imposible. Merci beaucoup, Gaab, Pastora, Rey…