En uno de los cuentos de Cesare Pavese que estoy leyendo se habla largamente de las frutas. En especial, sobre unas que maduran en los descampados, son ácidas y muy ásperas, «y sin embargo no les falta un punta dulce.» Me hizo reír con ganas una muchacha que decía que las endrinas le mordían la lengua. Un joven exclamó:
—Por esto me gustan.
Al finalizar el pasaje sobre las endrinas, Pavese escribió que «hay cosas que basta con que existan y se es feliz sabiéndolo.» Aunque no se coman más que dos o tres.
Imagen: rafamaldo
1 comentario:
Esas endrinas me recuerdan a unos extraños frutos que por acá se conocen como leeches, cuya semilla es casi tan grande como el fruto mismo, y por tanto, la pulpa se reduce a una finísima piel de apenas unos milímetros de grosor. Su sabor no es nada espectacular, pero uno se siente bastante tranquilo de saber que por lo menos existen...
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