2009-09-21


Jacques Lacan llama la atención sobre dos escenas del cuento que pueden considerarse como repetición.
La primera es el acto de sustracción de la carta. El Ministro se apodera de la carta y la reemplaza por otra, ante los ojos de la destinataria.

Todo podría pues haber pasado inadvertido para un espectador ideal en una operación en la que nadie ha pestañeado y cuyo cociente es que el Ministro ha hurtado a la Reina su carta y que, resultado más importante aún que el primero, la Reina sabe que es él quien la posee ahora, y no inocentemente.

La segunda es el encuentro de Dupin con la carta, mientras tanto el Ministro bostezaba y haraganeaba. La carta está exhibida, si bien rota y sucia, sobre la repisa de la chimenea de la casa del Ministro.

Entonces [Dupin] sólo tiene que retirarse después de haber "olvidado" su tabaquera en la mesa, para regresar a buscarla al día siguiente, armado de una contrahechura que simula el presente aspecto de la carta. Un incidente de la calle, preparado para el momento adecuado, llama la atención del Ministro hacia la ventana, y Dupin aprovecha para apoderarse a su vez de la carta sustituyéndole su simulacro; sólo le falta salvar ante el Ministro las apariencias de una despedida normal.

Los personajes de la trama se sustituyen «en el transcurso de la repetición intersubjetiva». La carta robada «estará y no estará allí donde está». Lacan exprimirá el sentido de letra, tanto en inglés como en francés: The purloined letter o Le lettre volée. Se busca una carta, una letra… el puro significante. A partir del circuito de la carta, el desplazamiento tendrá que ver con el «polvo en los ojos», o, dicho de otra forma, con una idea de la experiencia como negatividad. Sin embargo, no habrá sido por falta de visión que a la policía de París se le escapó aquello que hacía «girar entre sus dedos». Cualquier carta no agota su destino cuando comunica lo que contiene. Hay un destino de la carta que va más allá de la mera comunicación. Es por eso que «el significante no es funcional».
Para Lacan aquellas secuencias de repetición exhiben que la verdad no progresa más que a partir de una estructura de ficción, es decir, de mentira. De donde parte el enunciado: «La verdad tiene estructura de ficción».

1 comentario:

Víctor Sampayo dijo...

"Porque parece mentira la verdad nunca se sabe", es el título de una novela de Daniel Sada y es también una suerte de alegoría acerca de la imposibilidad del lenguaje para generar un verbo que tenga que ver con "decir la verdad". "Mentir" sí existe, y aún más: existe cotidianamente, pero ¿y la acción de la verdad? ¿Acaso se perdió entre los pliegues que el lenguaje ha desarrollado a lo largo del tiempo...?