2009-11-16

La poética de Borges, según Ricardo Piglia, activa una función paranoica de la información y de la interpretación: la lectura queda entrampada en una delirante búsqueda a lo Lönnrot. Estas son las hipótesis acerca del género policial que ha desarrollado Piglia a partir de Borges. Abajo, y a modo de resumen, un acercamiento de Ana Gallego Cuiñas a dicha encrucijada.

[…] el género policial es un género moderno puesto que lo vemos nacer (de la pluma de Poe), y su rasgo más sobresaliente es convertir en anécdota y tema el problema técnico de la narración (qué sabe el que narra). Por otro lado, la figura que lo caracteriza es la del detective, cuya función capital se sitúa en el plano narrativo, ya que cuestiona la omnipotencia del narrador y viene de la mano de la aparición del punto de vista: «la narración como una mirada espacial». Este personaje tiene una significación social incontestable que Piglia pone de relieve: la institución de la ley —la policía— no sirve; sólo es válida la inteligencia privada, la que está fuera del mundo del Estado, pero también fuera del mundo criminal. Igualmente, el género policial es un género capitalista porque coloca al dinero en un lugar central, «es un tipo de literatura hecha para vender como mercancía en el mercado literario, trabaja con fórmulas, repeticiones, estereotipos» [Véase Ricardo Piglia. La ficción paranoica. Clarín, (10-10-1991), p. 5]. Estas variables sociales y formales que son congénitas a los inicios del género, se «exasperan hoy día» porque el policial se ha transformado —ya no hay una norma, un sistema único, rígido, sino una contaminación de géneros, una encrucijada narrativa— produciendo un nuevo tipo de discurso que Piglia denomina «ficción paranoica». Pero lo interesante de este nuevo concepto, a mi modo de ver, es el énfasis que pone Piglia en el relato como investigación, y los elementos —referentes al contenido y a la forma— que maneja para definirlo: de un lado, la idea de una subjetividad amenazada, del enemigo, el perseguidor, el complot que acecha a la conciencia del que narra, deviniendo «conciencia paranoica». De otro, tenemos lo que llama «el delirio interpretativo», es decir, la interpretación que intenta borrar el azar, evidenciar que hay una suerte de mensaje cifrado, oculto, dirigido al detective —al investigador—; que ha de enfrentarse con la problemática de la verdad.
[…]

4 comentarios:

Víctor Sampayo dijo...

Después de releer algunas entradas recientes, creo que ya tienes material más que suficiente para un concienzudo ensayo acerca de la metafísica de la novela detectivesca. ¿Es un objetivo o sólo vas dando saltos por las rocas del río?

Gustavo López dijo...

¿No resulta que los hipertextos se leen dando saltos?

ricard dijo...

Encuéntrenme al auténtico Piglia. También ando buscando a Italo Calvino y a Darío Jaramillo. Dicen que se les ha visto entre algunos de sus propios escritos. Jaramillo, enmascarado; Piglia jugando al póker intentando colar verdades por mentiras (y no mentiras por verdades), y a Calvino asomándose como si fuera otro en uno de sus cuentos.
Si encuentran alguna pista, por favor remítanmela:
http://espejismosmentales.blogspot.com/2009/12/espejismo-autobiografico.html

Gustavo López dijo...

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