2013-07-08

La mujer judía y Respiración artificial


Künstliche Atmung, edición alemana (2012) de Respiración artificial

Acabo de leer el título de la novela de Ricardo Piglia en el texto de Die jüdische Frau (La mujer judía), publicada por primera vez en la revista literaria Das Wort (La palabra), en 1939.
La mujer judía forma parte de Terror y miseria del Tercer Reich, serie de veinticuatro obras cortas, o episodios, escrita por Bertolt Brecht entre 1935 y 1938 en Dinamarca. La revista Das Wort se imprimía mensualmente en Moscú y formó parte de la llamada prensa de lengua alemana en el exilio, que fue promovida por emigrantes alemanes y austríacos durante el nazismo.
En 1978, la revista de cultura Punto de vista había dado a conocer en Buenos Aires un anticipo de la novela de Piglia bajo el título de La prolijidad de lo real. Se trataba, con la salvedad de algunos cambios, del comienzo de la novela futura, y en él se podía leer, puesto entre paréntesis, el título definitivo, Respiración artificial, aunque como título de una novela de Emilio Renzi, personaje de la ficción. Dos años más tarde, en 1980 se publicó por primera vez Respiración artificial.
En la contratapa de la primera edición podía leerse una semblanza de la dictadura que gobernaba a la Argentina desde 1976:

Tiempos sombríos en los que los hombres parecen necesitar un aire artificial para poder sobrevivir.

Respiración artificial es una novela de interpretación, donde el pasado, el presente y la ficción se cruzan y modifican de manera recíproca. Dice José Di Marco: «No hay [en la novela de Piglia] un intento reconstructivo [de la historia argentina] sino, más bien, una allegoresis: se dice una cosa para hablar de otra. […] Aunque dé a entender, desde un comienzo, que su tema no es otro que la dictadura militar, Respiración artificial jamás habla explícitamente de ésta.» Los lazos alegóricos resultan claros, como dice Silvia Lorente-Murphy: «Respiración artificial, el tí­tulo, es una frase que remite a un cuerpo carente de vitali­dad propia, un cuerpo incapaz de autodeterminarse o auto­sustentarse, tal como Argentina, genialmente simbolizada por el ex-Senador Ossorio.»

Al verlo uno tenía tendencia a ser metafórico y él mismo reflexionaba metafóricamente. Estoy paralítico, igual que este país, decía. Yo soy la Argentina, carajo, decía el viejo cuando deliraba con la morfina que le daban para aliviarle el dolor.

La novela también propone leer a Kafka desde Hitler, e inventa escenarios que los reúnen. El final: Kafka, agonizante y sin poder hablar, porque la tuberculosis le ha producido lesiones en la laringe, toma notas acerca del grito de los animales; Hitler, en un castillo de la Selva Negra, dicta un pasaje de Mein Kampf (Mi lucha) que refiere al Lebensraum (espacio vital) ocupado por los rusos, a quienes habrá que sumir en un envilecimiento progresivo: impedir su procreación, castigarlos si hablan hasta lograr que pierdan el uso de la palabra. La obra fragmentaria e inconclusa de Kafka es equiparada a la Divina comedia. Según Brecht, citado a través de Tardewski, personaje de la ficción, Kafka es el autor que más se acercó a tener con su época la relación que con la suya tuvieron Dante, Homero y Shakespeare.

La mujer judía es una obra de teatro testimonial y de resistencia al nazismo. En el texto de la obra, el sintagma Respiración artificial produce un efecto extraño, que sin duda llamó la atención de Piglia al leerlo.
La breve pieza de teatro transcurre en 1935. Primero, Judith efectúa una serie de llamadas telefónicas que hacen referencia a su partida de Frankfurt. Llama a la casa de un matrimonio con el que ella y su marido juegan al bridge, después a la casa de otros amigos, luego a su hermana y por último a una amiga de confianza. A continuación, ensaya maneras de comunicar a Fritz, su marido, la decisión de irse a Amsterdam. Esta serie de pruebas, o estrategias de comunicación, que Judith prepara para Fritz consiste en una progresión de representaciones frente a una silla vacía. Los elementos discursivos de cada serie se encuentran separados por acotaciones de Brecht que se repiten, cada una, tres veces:

Cuelga y marca otro número.

Vuelve a interrumpirse. Comienza otra vez desde el principio.

En la última representación, Judith hace preguntas desde el sufrimiento moral: ¿Qué hay de malo en la forma de mi nariz o en el color de mi pelo?, y dirige a la silla, en la cual se supone que el marido debe estar sentado, la demanda: Dame esa ropa de ahí. Es una ropa interior muy seductora. La necesitaré. A esta parte de la obra de Brecht tocan las palabras del título de la novela argentina:

¡Qué clase de hombres son ustedes; sí, vos también! Inventan la teoría cuántica y la operación de várices y se dejan mandar por semisalvajes que les ofrecen conquistar el mundo pero no les dejan tener la mujer que quieren tener. ¡Respiración artificial y el mejor ruso es el ruso muerto!

La que habla es siempre Judith, que ensaya maneras de comunicar a su marido, Fritz, la decisión de irse a Amsterdam. La exclamación, en alemán:

Künstliche Atmung und jeder Schuss ein Russ!

Sobre el final del ensayo discursivo, se oye una puerta y entra en escena el marido. Ahora, Judith y Fritz entablan un diálogo. Judith se atempera, pero sigue firme en cuanto a su determinación de abandonar Frankfurt. El marido, entonces, dice:

Te va a hacer bien respirar aire puro. Aquí uno se ahoga. Voy a ir a buscarte. No bien cruce la frontera me sentiré mejor.

La interdiscursividad entre las obras, los autores, las formas de publicación y los contextos histórico-políticos da sustento a la afirmación: Piglia tomó de Brecht el título para su novela. Pero percibo que esas palabras de Brecht son herméticas y que es en su hermetismo donde reside todo el potencial para transformarse en el título de otra obra. Se tratan de palabras a las que es difícil encontrar por dónde entrarles.
He cotejado el texto en alemán con diversas traducciones, tanto en inglés como en español, y la exclamación de Judith se mantiene en cuanto al sintagma Respiración artificial. Los cambios se dan en el resto. Por ejemplo, otra versión en español dice:

¡Respiración artificial y gases letales!

O, en esta otra, en inglés:

Artificial respiration and every shot a hit!

El resto es plausible de adaptación. Imagino ahora la obra en Argentina, con su personaje principal en tiempos del terrorismo de estado, la plata dulce y el mundial de fútbol. Podría tratarse de una militante que se sabe marcada en una lista y que ha tomado la resolución de exiliarse. El grito de la joven a la silla vacía, en la cual se supone que debe estar su compañero, que no es un militante como ella, puede tomar esta forma:

¡Respiración artificial y desaparecidos!

El resto que falte. Estoy seguro de que Piglia leyó el potencial narrativo de esas palabras. Su ostranenie (extrañamiento). Era posible leer en la versión preliminar de 1978:

Todavía se encuentran algunos ejemplares de la novela en las mesas de saldos de las librerías de Corrientes y hoy lo único que me gusta de ese libro es el título (Respiración artificial) y el efecto que produjo en el hombre al que, sin querer, le estaba dedicado.
Extraño efecto, hay que decirlo.
[…]

En 2012, Respiración artificial fue editada en Alemania y el título resultó ser copia de las palabras de Brecht: Künstliche Atmung. La tapa no representa a los desaparecidos. Por el contrario, una postal de Caminito y estado del tiempo: cielo despejado y sin amenaza de nubes.

Antes de terminar, algunas precisiones al respecto de La prolijidad de lo real y Respiración artificial.
Por un lado, en la edición definitiva (1980), el título de la versión preliminar (1978) migró a título del libro de Renzi en la ficcción:

Todavía se encuentran algunos ejemplares de la novela en las mesas de saldos de las librerías de Corrientes y hoy lo único que me gusta de ese libro es el título (La prolijidad de lo real) y el efecto que produjo en el hombre al que, sin querer, le estaba dedicado.
Extraño efecto, hay que decirlo.
[…]

Por otro lado, leo que Piglia realizó con Borges, la misma operación que con Brecht. Esto significa que Piglia tomó de un poema de Borges el sintagma La prolijidad de lo real. Abajo el audio de la última estrofa de La noche que en el sur lo velaron, que forma parte de Cuaderno San Martín, de 1929.



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3 comentarios:

el ruso dijo...

Muy popular eso del mejor ruso es el ruso muerto. El lema proviene de la campaña del ejército estadounidense contra los indios. Lo encontramos en muchos textos, pero lo conocemos más por Custer, el militar genocida homologable a Roca que se enfrentó a los comanches hasta desplazarlos de sus tierras.
Pienso que los nazis optan finalmente por algo más científico que el exterminio. Usar a los rusos para la producción, o en otras palabras, que el ruso bueno sería el ruso productivo. Como dice Respiración artificial: impedir a los rusos "todo aprendizaje para ahogar toda inteligencia y toda posibilidad de rebeldía, en una palabra, embrutecerlos", de forma que "sólo puedan aprender como máximo las señales necesarias para que sus Jefes puedan organizarles metódicamente su jornada de trabajo. Naturalmente (dice Hitler) debemos enseñarles, usando el rigor necesario, a comprender el idioma alemán para asegurar la obediencia a Nuestras Ordenes".
Resultado: el ruso bueno no es el ruso exterminado, sino el ruso que trabaja para el Tercer Reich. También puede que el ruso bueno sea el ruso que sirva para experimentos científicos...

Gustavo López dijo...

No tenía ese dato que agregaste.
Tu comentario me lleva hacia las palabras en alemán de Judith, después de que ella menciona a la teoría cuántica (Quantentheorie). A continuación, dice Trendelenburg. En dos de las tres traducciones al español que cotejé, esa referencia fue omitida. En la de Alianza Editorial, en cambio, dice cirugía de pulmón. Descartado el nombre propio del filólogo y educador Adolf Trendelenburg (1802-1872), las palabras de Judith deben tratar acerca de técnicas, prácticas o dispositivos que toman su nombre del cirujano Friedrich Trendelenburg (1844-1924), hijo de aquel filólogo. Por ejemplo: «posición de…», «síntoma de… », «cánula de…», «operación de…». La traducción de Alianza remite a la extracción de coágulos en la arteria pulmonar. De mi parte, opté por la llamada «operación de Trendelenburg»: ligazón de la vena safena en el tratamiento de las várices, e hice una traducción libre, aunque atendiendo a la producción de sentido que en 1935 las palabras de esa mujer burguesa de treinta y seis años persigue; esto es, Judith habla de la teoría cuántica como cualquiera de nosotros podría hablar de uno de los pilares de la revolución científica sin conocer sus aspectos esenciales, ni sus implicancias directas en la vida ordinaria, pero cuando menciona la Trendelenburg Judith hace notar algo mucho más cercano para cualquiera, como son la cirugía plástica y los implantes dentales en la actualidad.
Así, ese pasaje de La mujer judía cobra la forma de un hipertexto, donde leemos acerca de cómo la modernidad que se inicia con Descartes desemboca en Auschwitz con el nazismo. Si seguimos el enlace ahora abierto por medio del sintagma Respiración artificial hacia la novela de Piglia, ésta nos mete de lleno en los lazos directos entre los «monólogos» de Descartes y de Hitler, el Discurso del método y Mi lucha, exhibidos como «un solo libro escrito con la distancia de tiempo necesaria entre uno y otro para que el desarrollo histórico hiciera posible que sus ideas se complementaran».

el ruso dijo...

Resulta la segunda vez en poco tiempo que me topo con Trendelenburg. Antes fue en 2666, cuando Amalfitano emborronaba un mapa conceptual después de colgar el Testamento Geométrico del hilo de la ropa: "Trendelenburg, hacía muchos años que no pensaba en él. Adolf Trendelenburg. ¿Por qué justo ahora…?" ¿Cómo retomo para hablar de la fase experimental en la que me encuentro metido desde que en el hospital María Ferrer se preguntaban qué hacer con la polio?
Bolsas de arena sobre mis piernas para descontracturarlas, pero mis piernas no se estiraron nunca. En el pulmotor, la posición de Trendelenburg implicaba elevar mis piernas y quedar con la cabeza hacia abajo, como si mi cabeza fuera el peso mayor de un subi-baja. Para inclinar el pulmotor se empleaba una especie de cricket para autos. La Trendelenburg me producía la sensación de aplastamiento de la cabeza contra el piso. Los enfermeros recurrían a esta posición para que las secreciones pegadas en el pulmón "ascendieran" a la garganta y así poder extraerlas con una sonda por la nariz, la boca o la tráquea.
Con al epidemia desatada, mi sufrimiento no importaba. Con el estiramiento había que ensayar una técnica, para la cual mis compañeros y yo servíamos como carne de experimentación. Los jerarcas que daban las órdenes tenían fama ganada de filonazis: Alsogaray, Pistarini, Rojas.
Desde ya que algunos sobrevivimos a esa cultura médico-militar que aún se atribuye habernos salvado. Cierta vertiente humanitarista nos "inclinó" después hacia la educación, pero la sensación de cosificación y cierto emparentamiento con la metamorfosis nos atraviesa todavía.