2018-04-26

Palo y hueso

Ayer celebramos nuestros cumpleaños con Río de las congojas y Cosmos. Antes de que ella naciera, y antes de que yo naciera, Juan José Saer publicó Palo y hueso. Así empieza:

Esto fue contado en un pueblo de la costa. Estábamos de paso, sentados al­rededor de una mesa en la vereda del hotel, y era el final del crepúsculo: era el verano pesado y lento, junto al río hinchándose para reventar en marzo y ane­gar el incesante y cambiante litoral desde Misiones hasta el Plata. Los dos de la ciudad, enloquecidos por los mosquitos, tomábamos vermouth, comiendo que­so y salame, y el dueño del hotel que era también el dueño del cine y de la tien­da más importante del pueblo, y el principal acopiador de pieles de la zona, que había invitado, un hombre muy alto de ojos saltones y húmedos, un gigantón algo flácido y crédulo de treinta y cinco años, habló largamente hasta que fue la noche y pasamos al comedor, y él se olvidó del asunto para dedicarse a hablar de la cosecha del arroz y del aumento de las mercaderías. Así que, mientras los mosquitos zumbaban, y todo el crepúsculo espeso y gradual zumbaba entre los árboles increíbles, entre la grave y cargada vegetación y la arena cambiante y pesada, y los gritos, quejidos y silencios prenocturnos, comenzados a oír poco a poco después de ese momento de la tarde inmóvil en que no hay luz, ni obscuri­dad, ni gritos, ni nada, ni se ve ni se oye nada, supimos cómo el viejo Arce com­pró en doscientos pesos a Rosita Rolan al propio padre de ella, Cándido Rolan, unos años atrás, en la vereda misma del hotel, llevándosela después para su ca­sa. Supimos, asimismo, que el viejo Arce tenía en ese entonces sesenta y siete años, Rosita quince, y el menor de los hijos del viejo, Domingo, que era el último de los diez que había tenido el viejo con dos mujeres que se habían ido del pueblo o muerto, y era el único que quedaba con él en el rancho, tenía diecinueve años. Así que trasmitimos tanto lo escuchado como lo supuesto y lo dedicamos a Milton Roberts.


Palo y hueso (1968). Dirección Nicolás Sarquís


2 comentarios:

Cecilia dijo...

Terminé Cosmos. Me gustó mucho. Es inquietante, divertida y loca. Te comparto algunos recortes caprichosos.

PRIMERO - La distracción
Y esto iba acompañado de un distracción creciente; lo que no era extraño, pues el concentrar excesivamente la atención en un objeto induce a la distracción, ya que aquel objeto único hace ensombrecer todos los demás …
Por eso hice a un lado al gorrión para concentrarme en las bocas, pero esto provocó una desagradable partida de tenis, pues el gorrión me arrojaba a las bocas y las bocas al gorrión, y así me encontré entre el gorrión y las bocas …
Caí en una especie de sorpresa temblorosa ante el hecho de que dos bocas que no tenían nada en común tuvieran pese a todo algo en común. El hecho me aturdía y, sobre todo, me hundía en una increíble distracción.


SEGUNDO - La búsqueda de sentido
No sé cómo contar esto... esta historia... Pues tengo que contar todo a posteriori... todo tenía la misma importancia, todo formaba parte de ese momento, como una especie de orquestación o como el zumbido de un enjambre […] ¿Por qué razón si hemos salido del caos no podemos nunca entrar en contacto con él?

Se trataba entonces de una mera casualidad? Por supuesto… Pero, sin embargo, cierta inclinación a la integración, algo que parecía unirlo todo nebulosamente, se dejaba sentir en esa serie de acontecimientos […] En todo esto existía una intensa búsqueda de sentido.
Y esos parentescos, esas asociaciones, se abrían ante mi como una cueva oscura, oscura pero atractiva, absorbente.


TERCERO - Los signos, el desorden, el desmembramiento
Si habíamos descifrado casualmente un signo, ¿Cuántos otros nos podían pasar inadvertidos, ocultos en medio del orden natural de las cosas?

De todos modos la realidad circundante se hallaba ya contagiada por la posibilidad de distintos significados y esto me separaba, me aislaba de todo; además me parecía cómico que algo como un palito hubiese logrado impresionarme tan profundamente
¡Oh, salvaje potencia de los pensamientos débiles! ¡Oh, aliento explosivo de lo amorfo!

Había un gran desorden de acontecimientos, de pequeños hechos continuos, como el croar de las ranas en un estanque, como un enjambre de mosquitos , como un enjambre de estrellas, todo aquello era como una nebulosa que también a mí me contenía, me tocaba, volaba conmigo, el techo con penínsulas y archipiélagos, con pequeños puntos y manchas de humedad, hasta la monótona blancura que había sobre la ventana [...] , quizá sólo pensaba así porque me concentraba en los detalles, me desmembraba… ¡oh, sí, me sentía totalmente desmembrado!


CUARTO - La confusión
Y precisamente eso era lo difícil, terrible y confuso, pues yo nunca podía saber en qué grado era yo mismo el autor de las combinaciones que se combinaban a mi alrededor.
Los objetos jugaban conmigo como si yo fuera una pelota.


QUINTO - La tragedia
Este acontecimiento me sorprendió como si no hubiese sido yo quien hubiera ahorcado al gato. ¿Por qué diablos lo había ahorcado?
Pero no obstante todo era trágico; todo lo que habíamos vivido se nos escapaba de las manos y como un montón de basura yacía a nuestros pies.
A la indiferencia de los objetos se sumaba la indiferencia de las personas.


(...)

Cecilia dijo...

SEXTO - El laberinto
Pero desgraciadamente todo era demasiado, el laberinto crecía, un sinfín de objetos, de lugares, de acontecimientos. ¿Acaso no es cierto que cada vibración de nuestras vidas se compone de billones de pequeños destellos?
Comenzaba a temer que las cosas siguieran así para siempre, como una enfermedad crónica…


SEPTIMO - Las náuseas
Comía pastel, dejé de comerlo porque ya no lograba pasar un bocado, observaba con la boca llena aquel… aquel… ¿cómo explicarme?, retorno hacia lo íntimo, el horror de mi mismo, mi suciedad, los propios delitos, el cerrase en sí mismo, la condenación de la propia compañia, oh, aquel desprecio, aquel yoísmo.

OCTAVO - El derrumbe
Me aferré a la silla con todas mis fuerzas para evitar que la violencia de las cosas me derribara
Y de golpe todo se derrumbó, se hizo trizas, se hinchó, nacieron risitas, se volvió a hablar, León soltó una gran carcajada. Ja , ja , ja. Pásenme la botella, benber, bebercuo, mamicua la vodkicua, bebamos, bebamos, colmemos los cálices, glu, glu, cada uno su gotita, gogotitita, gogogoterón. ¡Qué ira! ¡Qué decepción. [..] Todo se había derrumbado. No quedaba nada. Todo volvía a parecerse a una pared sucia. El caos.


NOVENO - Qué es una historia
Me resulta difícil contar el resto de esta historia. Ni siquiera sé si se puede llamar historia a esto. ¿Es posible definir como historia esta constante acumulación y disociación de elementos… ?

DÉCIMO - Fin
Me enderecé y miré la casa y el jardín, y esas grandes formas sintéticas, esos gigantescos mastodontes del mundo de las cosas, me devolvieron el orden.

Intentamos, pero la realidad termina siendo siempre insondable. Hace un tiempo leí un artículo que hablaba sobre un relato de Mark Twain. En este relato un hombre despierta de noche en su cuarto, todo está absolutamente oscuro. No puede reconocer los objetos. Todo marco de referencia se ha desvanecido. A la extrañeza le sobreviene el horror. A tientas encuentra finalmente la perilla de la luz. La enciende y allí ve la cama, las paredes, el escritorio... Todo está allí, como siempre, ese es su cuarto, y ese reconocimiento lo vuelve a la realidad.

Abrazo fuerte, entre medio del caos.