—Desde que era niño, a Takachan le ha dado miedo el cuadro del infierno, ¿verdad Mitsu? —comenta el monje, luego de que Taka se fuera hacia el osario.
Al rato, Taka retorna con las cenizas del hermano S. El mal humor y el abatimiento de Taka antes de dirigirse al osario transmutan en una especie de exaltación. Dice que encontró los anteojos de S junto con las cenizas y le hicieron recordar la cara del hermano asesinado en la colonia coreana.
Este pasaje de los anteojos resulta significativo, porque el capítulo se inicia con la visión de una gorda, que no puede moverse ni dormir bien. El capítulo lleva como título los versos de Edgar Allan Poe, que en la traducción del japonés al español de Miguel Wanderbergh dicen:
¿No es todo lo que ve y se ve sino
un sueño en un sueño?
En compañía de los hermanos se encuentra la esposa de Mitsu. Los tres se suben a un citroën.
Taka maneja el citroën, la esposa de Mitsu ocupa el asiento del acompañante con las cenizas de S en su regazo y Mitsu va en el asiento trasero.
Taka recuerda a S con uniforme militar. Un militar galante, extrovertido y varonil, que cada vez que se cruzaba con alguien del valle, saludaba con un taconazo como un soldado nazi. Mitsu dobla las rodillas y se tumba en el asiento; no hará falta que cierre los ojos para revivir el color de las llamas del cuadro del infierno.Los rollos narrativos del medioevo japonés abarcaban distintos temas y asuntos. Los del infierno me atrajeron desde que topé con los de los fantasmas hambrientos en el conocido ensayo de William Lafleur, en la parte primera de Fragmentos para una historia del cuerpo humano.
Algunos de estos rollos han sido seccionados y las partes de texto se perdieron. Se pueden contemplar las pinturas solamente.
Esto parece ser lo que ocurre en el templo con los protagonistas de El grito silencioso: observan dos secciones pictóricas del rollo del infierno y comentan sus impresiones acerca de lo que en dichas secciones ven. Abajo podrá verse un detalle de la imagen previa, que corresponde al penúltimo de los cuatro dominios del jigoku-zōshi. Tal vez resulte ser el cuadro del espíritu femenino; aquel respecto del cual la mujer de Mitsu dijo:
—Ese demonio que está vuelto de espaldas y parece parte de la roca, ese que se dedica a atormentar con tanto ahínco al espíritu femenino, tiene el cuerpo cubierto de sombras negras […]; no se distingue bien si son músculos o cicatrices, pero le dan muy mal aspecto, ¿no creen? En comparación, el espíritu femenino al que le está pegando parece estar en mucho mejor forma física. Incluso se diría que está tan acostumbrado al demonio que ya no le tiene miedo, ¿verdad, Mitsu?La esposa de Mitsu habría estado observando el cuadro con la punta de su nariz rozando el cuadro, dado que el demonio y el espíritu femenino son, en verdad, unas miniaturas en la superficie que mide poco menos de veintisiete centímetros de alto.
De cualquier manera, estas son curiosidades del andamiaje que Kenzaburo Oé arma para poder transitar el viaje en el citroën. Hay hasta acá un sugestivo título, una mujer gorda, unos anteojos, las cenizas de un hermano asesinado, dos cuadros del infierno.
Falta la leyenda, si puede usarse la expresión.
2009-01-11
2008-12-31
Cotejando lecturas acerca de Giorgio Manganelli encontré que el Infierno podría ser purificador. De inmediato, me vinieron a la cabeza los versos de un libro editado este año: Cartografías, de Silvia López.
vuelo suicida del vencejo
flechazo negro en el aliento
blanquísimo del Diablo
y si en el fondo del abismo
traga males el Infierno
¿ruge empacho de Eternidad?
pero el pájaro resurge
de su ducha fresca
haciendo una verónica
que —estoy segura
me dedica.
Garganta del Diablo,
Cataratas del Iguazú, 15 de agosto de 1996
2008-12-26
—En vez de tanto mirar ese cuadro, ¿por qué no nos llevamos ya los restos de S, Mitsu?

Medidas en centímetros: 26,9 por 249,3.
Tokio National Museum
William Lafleur, en la parte primera de Fragmentos para una historia del cuerpo humano, explica «que zōshi hace referencia a la naturaleza documental y testimonial de las imágenes» de los rollos. Es decir, en el siglo XII, las imágenes «secuencialmente ordenadas» constituían «auténticas aperturas a la realidad» tal cual era.
2008-12-19
También las leyendas tienen su importancia
Los hermanos Mitsu y Taka han retornado a la aldea para vender el almacén del bisabuelo.
Jin ha engordado horriblemente y permanece en un rincón oscuro porque no se puede mover. «Por las noches no duermo bien, y sueño mucho», protesta. ¡No puedo dormir! ¡Sólo tengo sueños tristes, sólo sueño quedarme sin casa!
Mitsu le dice que van solamente a desmontar el almacén para llevarlo a Tokio, que no hará falta demoler la casona y los anexos donde ella vive.
—Pero van a vender las tierras, ¿no? —prosigue Jin.
—Mientras no se solucione lo de tu vivienda, las tierras, la casona y los anexos se quedarán como están, Jin.
—¿Qué piensan hacer con la tumba familiar?
—No hay por qué tocarla, creo yo —responde Mitsu.
—Las cenizas del señor S están en el templo, ¿recuerda?
Compasivo, Taka comenta a Mitsu acerca de la inutilidad y el pesimismo de Jin, que ha triplicado su peso en los últimos seis años y sigue engordando. Mitsu responde a Jin que irá ese mismo día a recoger las cenizas de S, el hermano muerto a golpes en una colonia coreana, y que quiere ver el cuadro del infierno que hay en el templo.
[...]
Todo lo que vemos o parecemos
no es más que un sueño en un sueño.
[...]
All that we see or seem
Is but a dream within a dream.
Edgar Allan Poe
Los cuadros descriptos en el capítulo de la novela de Kenzaburo Oé, que lleva como título los versos de Edgar Allan Poe, podrían pertenecer al rollo japonés del infierno: 26.1 cm x 240.0 cm, siglo XII, Tokio National Museum.
Hice recientemente descripciones de rollos japoneses; es decir, desplegué las pinturas, o mejor aún, las desenrrollé a lo largo de una novela. Por tal razón, me atraen los cuadros en El grito silencioso: el río de llamas y el espíritu femenino.
En una entrada futura subiré los cuadros de Tokio y haré la prueba de reseñar el prodigio narrativo de Oé en relación al asesinato de S. Este prodigio forma parte del mismo capítulo de los cuadros.
Ahora, y antes de finalizar, quiero comentar que, en relación a los cuadros del infierno, los atormentados dan la impresión de divertirse, de estar acostumbrados al fuego. Y el espíritu femenino, tan curtido, parece ya no tenerle miedo al demonio que la hostiga.
El monje del templo expresa su propia impresión acerca de los cuadros:
Como las almas del infierno llevan verdaderamente una eternidad sufriendo sin cesar, ya deben de haberse acostumbrado, y puede que sólo pretendan hacer ver que sufren para mantener el orden de las cosas. El modo como se calcula la duración del sufrimiento en el infierno es de lo más excéntrico, ¿sabe? Por ejemplo, en este infierno ardiente un día y una noche constan de mil seiscientos años, equivalentes a dieciséis mil años con sus días y sus noches en el mundo de los hombres. ¡Eso sí que es tiempo! Ahora bien, las almas de este infierno tienen que sufrir sin parar los dieciséis mil años, ¿comprende? Hasta el más reticente de los espíritus tiene tiempo para acostumbrarse, ¿no?