2007-07-15

Después del homicidio de los niños de Belén, por mandato de Herodes, El Evangelio según Jesucristo narra el sueño de José que concluye con la sentencia: «Voy a Belén a matar a mi hijo».
Unos renglones más adelante, la novela dice, refiriéndose al Jesús de aquellos primeros días: «aquí reposa, tan tranquilo como si no acabara de escapar por milagro de una muerte horrible, imagínese, acabar a manos del propio padre que le dio el ser, ya sabemos que ése es destino del que nadie se libra, pero hay maneras y maneras».
Antes del sacrificio de las tortolillas, en un camino, a la altura de la tumba de Raquel, José es arrebatado de esta manera: «tuvo un pensamiento más triste, el de que los hijos mueren por culpa de los padres que los generan y de las madres que los ponen en el mundo, y entonces sintió pena de su propio hijo, condenado a muerte sin culpa».
Recuerdo un póster que mostraba una fila de hombres y mujeres desnudos que caminaban hacia la boca abierta de una calavera. El hueso del cráneo de la calavera estaba cubierto por un casco de guerra. La leyenda: «Para esto traemos hijos al mundo» completaba el mensaje. Era a comienzos de los setenta, yo usaba pantalones acampanados y pelo largo, recuerdo que me detenía a contemplar ese póster en un negocio de la peatonal de Miramar. Empecé a leer revistas de humor gráfico a través del compra y canje, durante las vacaciones. Leía Satiricón. Me deleitaba con los especiales de Humor Negro. Conservo algunos ejemplares y números especiales. Todavía me da gracia acordarme de un chiste de Viuti en dos cuadros: un hombre con túnica, de rodillas y con la cabeza baja, ante Jesús en la cruz; el mismo Jesús en la cruz y un charquito a los pies de la cruz. En este momento hago un find que me lleva al comienzo de la novela, donde está escrito: «Era la hora en que el crepúsculo matutino cubre de un gris ceniza los colores del mundo. Se encaminó hacia un alpendre bajo, que era el establo del asno, y allí se alivió, oyendo con una satisfacción medio consciente el ruido fuerte del chorro de orines sobre la paja que cubría el suelo. El burro volvió la cabeza, haciendo brillar en la oscuridad sus ojos saltones, luego agitó con fuerza las orejas peludas y volvió a meter el hocico en el comedero, tanteando los restos de la ración con el morro grueso y sensible. José se acercó al barreño de las abluciones, se inclinó, hizo correr el agua sobre las manos, y luego, mientras se las secaba en su propia túnica, alabó a Dios por, en su sabiduría infinita, haber formado y creado en el hombre los orificios y vasos que le son necesarios a la vida, que si uno de ellos se cerrara o abriera cuando no debe, cierta tendría su muerte el hombre». Me seduce la irreverencia de los humoristas con los muertos, los enfermos, los locos, las religiones. El póster no me impactó por su antibelicismo. El autor había expresado un universal como lo hace Saramago.
Me debato acerca de la crueldad de engendrar hijos.
«Dios mío, Dios mío, qué frágiles nos has hecho y qué fácil es morir». Pensamiento de José cuando contempla a un becerro caer fulminado por el hierro de una lanza. Hijo. «Nadie presta atención a lo que pasa, es sólo una pequeña muerte.» Una tórtola pierde la cabeza, la otra es quemada. Hijo. Nadie presta atención a lo que pasa, es sólo una pequeña muerte.

7 comentarios:

silv dijo...

Es lo que nos va a perder... todos sabemos de las muertes peque#as. Te acordas del cuento "Los que dejan Omelas" de Ursula K. Le guin?

La ninfa dijo...

Hay ciertas historias que me han parecido fascinantes. Por ejemplo, Los que se alejan de Omelas, de (cómo no) Ursula K. Le Guin. Parte de una idea en cierto modo aterradora: una población que obtiene la felicidad absoluta a costa del sacrificio de una única persona. Esto es una paradoja, claro, porque ¿se puede ser feliz con la conciencia de ser culpable? ¿Existe la felicidad absoluta? ¿Soportaríamos el sacrificio de un desconocido para beneficio propio? No hay nada como romperse la cabeza tras una buena lectura.

Publicado por La ninfa de la torre de cristal en propio blog 14 julio 2006

Gustavo López dijo...

Acabo de volver a leer el cuento publicado en Péndulo, septiembre 1981.
Ese ejemplar mítico contiene la entrevista de Diana a Le Guin.
En 1991, cuando publicamos el primer número de Un lugar de escritura, Diana proporcionó la foto de Le Guin con la tijera en las manos para ilustrarlo.

En el cuento aparece sólo dos veces la palabra culpa.

"Sé que algo no existe en Omelas, y es la culpa".

"(...) perder la felicidad de miles por la posible felicidad de uno: por cierto eso sería abrir las puertas de la culpa".

Usaré aquella tijera para abrir, en comentario aparte, una de esas puertas en la novela de Saramago.

Gustavo López dijo...

Cuando Jesús llegó a las murallas, ya con el primer aire de la noche, estaban las puertas a punto de cerrarse pero los guardianes le permitieron entrar, tras él retumbaron las trancas de los grandes maderos, si Jesús tuviera alguna afligida culpa en la conciencia, de esas que en todo van encontrando indirectas alusiones a los errores cometidos, tal vez le viniera la idea de una trampa en el momento de cerrarse, unos dientes de hierro clavándose en la pierna de la presa, un capullo de baba envolviendo la mosca.
(...)
Había ya mucha gente en la explanada de la que partía la difícil escalera de acceso. A los dos lados, a lo largo de los muros, se encontraban los tenderetes de los buhoneros, otros donde se vendían los animales para el sacrificio, aquí y allá, dispersos, los cambistas con sus bancas, grupos que conversaban, gesticulantes mercaderes, guardias romanos a pie y a caballo vigilando, literas a hombros de esclavos y también los dromedarios, los asnos aplastados por la carga, por todas partes un griterío frenético, ahora los débiles balidos de corderos y cabritos, algunos iban transportados en brazos o en la espalda, como niños cansados, otros arrastrados por una cuerda atada al cuello, pero todos camino de la muerte a cuchilladas y de la consumición por el fuego.
(...)
Quiero saber sobre la culpa, Hablas de una culpa tuya, Hablo de la culpa en general, pero también de la culpa que yo pueda tener incluso sin haber pecado directamente, Explícate mejor, Dijo el Señor que los padres no morirán por los hijos ni los hijos por los padres, y que cada uno será condenado a la muerte por su propio delito, Así es, pero debes saber que se trataba de un precepto para aquellos antiguos tiempos en los que la culpa de un miembro de la familia debía ser pagada por toda la familia, incluyendo los inocentes, Pero, siendo la palabra del Señor eterna y no estando a la vista el fin de las culpas, recuerda lo que tú mismo dijiste hace poco, que el hombre es libre para poder ser castigado, creo que es legítimo pensar que el delito del padre, incluso siendo castigado, no queda extinto con el castigo y forma parte de la herencia que transmite al hijo, como los vivos de hoy heredamos la culpa de Adán y Eva, nuestros primeros padres, Asombrado estoy de que un muchacho de tu edad y de tu condición parezca saber tanto de las Escrituras y sea capaz de discurrir sobre ellas de manera tan fluida, Sólo sé lo que aprendí, De dónde vienes, De Nazaret de Galilea, Ya me parecía, por tu modo de hablar, Responde a lo que te he preguntado, por favor, Podemos admitir que la principal culpa de Adán y Eva, cuando desobedecieron al Señor, no haya sido tanto la de probar el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal como la consecuencia que de ahí fatalmente tendría que resultar, es decir, impedir, con su pecado, que el Señor cumpliera el plan que tenía en su mente al crear al hombre y luego a la mujer, Quieres decir que todo acto humano, la desobediencia en el paraíso o cualquier otro, interfiere la voluntad de Dios siempre y que, en definitiva, podríamos comparar la voluntad de Dios con una isla en el mar, rodeada y asaltada por las revueltas aguas de las voluntades de los hombres, esta pregunta la lanzó el segundo de los cuestionadores, que a tal osadía no se hubiera atrevido el hijo del carpintero, No será tanto así, respondió cautelosamente el escriba, la voluntad del Señor no se contenta con prevalecer sobre todas las cosas, ella hace que todo sea lo que es, Pero tú mismo has dicho que la desobediencia de Adán es la causa de que no conozcamos el proyecto que Dios había concebido para él, Así es, según la razón, pero en la voluntad de Dios, creador y regidor del universo, están contenidas todas las voluntades posibles, la suya, pero también las de todos los hombres nacidos y por nacer, Si fuera como dices, intervino Jesús, súbitamente iluminado, cada uno de los hombres sería una parte de Dios, Probablemente, pero la parte representada por todos los hombres juntos sería como un grano de arena en el desierto infinito que Dios es. El hombre presuntuoso que hasta entonces había sido el escriba desapareció, está sentado en el suelo, como antes, a su alrededor los asistentes lo miran con tanto respeto como temor, como quien está ante un mago que, involuntariamente, hubiera convocado y hecho aparecer fuerzas de las que, a partir de este momento, sólo podría ser súbdito. Decaídos los hombros, tenso el rostro, las manos abandonadas sobre las rodillas, todo su cuerpo parecía pedir que le dejaran entregado a su angustia. Los circunstantes empezaron a levantarse, algunos se dirigieron hacia el Atrio de los Israelitas, otros se acercaban a los grupos donde proseguían los debates. Jesús dijo, No has respondido a mi pregunta. El escriba enderezó lentamente la cabeza, lo miró con la expresión de quien acabara de salir de un sueño y, tras un largo, casi insoportable silencio, dijo, La culpa es un lobo que se come al hijo después de haber devorado al padre. Ese lobo de que hablas ya se comió a mi padre, Entonces sólo falta que te devore a ti, Y tú, en tu vida, fuiste comido o devorado, No sólo comido y devorado, sino también vomitado.

Pastora dijo...

No me persigue la crueldad de que mis padres me hayan arrojado a la vida. Soy casi como una resignada perra al sol.
Me hacen sentir la tristeza de la muerte, estos versos de García Lorca: "No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa
no te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre
no te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.
....
Porque te has muerto para siempre
como todos los muertos de la tierra,
como todos los mertos que se olvidan
en un montón de perros apagados"

Gustavo López dijo...

El Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías se divide en cuatro partes. Alma ausente es la última, la parte del olvido.
Hay una versión conmovedora que canta Ana Belén, en la que Sánchez Mejía se confunde con García Lorca.

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.

Federico García Lorca escribió este lamento luego de que su amigo, el torero Sánchez Mejías, fuera muerto durante una corrida. La agonía del torero duró cuarenta y ocho horas y muere de una gangrena, que se le produjo durante su traslado a Madrid.

Quizá podamos pensar algo en relación a las muertes pequeñas.
En el mapa de España está contenido, según Lorca, la forma de un cuero extendido, la piel de un animal sacrificado.
En la plaza de toros se hace una ofrenda a la virgen del rocío, que concentraría la función religiosa de la virgen prerromana del rocío, madre de todas las vacas: el altar es la plaza, el hombre es el victimario del toro, hijo de la vaca, que busca a su vez la muerte del hombre.
Cuando muere un torero hay un giro.
Todo acontece de manera que habría sido el toro el que sacrificó al torero en honor a la virgen, como se cree que sucedía en las tauromaquias de Creta.

Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
Ya se acabó. ¡Qué pasa! Contemplad su figura:
la muerte le ha cubierto de pálidos azufres
y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.

Recomiendo buscar en la web, FEDERICO GARCÍA LORCA O LA PALABRA QUE GIME, de Marcela Ochoa Penroz - University of Iowa

silv dijo...

Ayer trabaje horrores en el estudio, peleandome con flashes y cables. Una amiga me recomendo acostarme en el suelo -"Trata de que los hombros se fundan con el piso"-. Alli me tumbe esta tarde por un ratito... cerre los ojos pensando en las peque#as muertes. "La Muerte" es el Gran Descanso, las muertecitas son las que agobian.