2007-07-20

En la novela de Saramago noté dos estatutos diferentes en relación a la muerte: uno es el estatuto de matar y otro el estatuto de morir.
Herodes manda a matar, en la guerra se mata gente, en el Templo de Jerusalén se matan animales, José despierta sobresaltado cuando sueña que va presuroso a matar a su hijo.
Por otro lado, José tuvo un pensamiento triste, el de que los hijos están condenados a morir. «Comprendió que por primera vez dudaba del sentido del mundo». «Su cuerpo se había inundado de un sudor frío» y en tal momento de confusión y angustia no pasó nadie a quien pudiera pedir auxilio. Morir. Más adelante dice, «ya sabemos que ése es destino del que nadie se libra». Hijos y padres. Y continuará diciendo, «pero hay maneras y maneras».
Donde se habla de matar y de morir hace irrupción la culpa. Hablar del origen es algo que carece de todo sentido. Sin embargo, la tradición cristiana habla de que la existencia conlleva cargar con una culpa original. La genealogía de la moral dice que la vida obtiene con los espectáculos crueles, como las guerras troyanas y otras atrocidades trágicas, «realizar la obra de arte que siempre ha sabido realizar, justificarse a sí misma, justificar su "mal"».
Los dioses pensados como espectadores de espectáculos crueles: «en la gran pena hay muchos elementos festivos».
Pero como sólo lo que no cesa de doler permanece en la memoria, Nietzsche pregunta: de dónde ha sacado fuerza la idea de una equivalencia entre perjuicio y dolor. «Yo ya lo he adivinado: de la relación contractual entre acreedor y deudor».

2 comentarios:

federico dijo...

Estimado Gustavo: una fuerte tentación al goce del placer intelectual de añadir, refutar, coincidir y transitar los bifurcados caminos del discutir, me induce este ensayo tuyo (lo he leído más de una ves en estos días).
Pero te pido que me esperes, porque si cedo a esa tentación en mi actual condición, caminaré hacia la tumba sin ofrecer resistencia. Es el caso que súbditos del Diablo tienen la misión de apagar mi luz. Mis pocas energías las utilizo cada día en combatirlos. Ansió la llegada del triunfo. Si así ocurre, volveré a vivir, a jugar… Y como uno de los juegos más hermosos es la discusión filosófica, tendrás un nuevo crítico.

Te saluda
Federico

Gustavo López dijo...

Federico, estoy traduciendo un prólogo de Ursula Le Guin a la versión en inglés de Ensayo sobre la lucidez, de Saramago: Seeing.
Es interesante el título en inglés porque guarda correspondencia con el de la otra novela: Ensayo sobre la ceguera: Blindness.

Una sola palabra.

Y me puse a hacerlo a partir de algunas líneas que tiraron patrick y el ruso, que suelen enfocarse en McCullers, pero también me enganché un montón con los comentarios a la entrada del 15 de julio; silv, pastora, la ninfa, y yo también, anduvimos, como dijo la ninfa, rompiéndonos la cabeza.

Luego fui a parar a Nietzsche y a las crónicas de Bernal Díaz de Castillo sobre la conquista de América.

Por este singular rodeo es que ahora estoy leyendo el prólogo del que te hablé. El Ensayo sobre la lucidez, sin embargo me parece una mala novela.
Pero no quiero adelantar ahora por qué.
No viene al caso.
Me da placer ahora conocer los modos en que se rompió la cabeza la autora de The ones who walk away from Omelas para recorrer ciertos caminos que propone la obra de Saramago, este faizeur de dyables.

Pero siempre por placer.