2007-07-12

Jill-Levine, amiga de Manuel Puig y autora del libro acerca de la vida del escritor, cuenta en la pág. 121 una curiosidad:
El neblinoso invierno de Londres y la vida social previsible lo inspiraron [a Puig] una vez más para sumergirse en la lectura y la escritura: motivado por la filmación de una obra que había visto, protagonizada por una nueva actriz llamada Julie Harris, leyó Frankie y la boda, de Carson McCullers. El tratamiento autobiográfico que McCullers hace del paso a la mayoría de edad de una muchacha en una pequeña población sureña y su uso vívido del habla regional daban vida a la historia de una solitaria excéntrica con humor y compasión. El Sur literario de Norteamérica había producido esta obra, le escribió Manuel a Male, «todo sobre una niña de 12 años pero creo que lo mismo puede gustar a los que tienen alergia a los temas de chicos». Pronto iba a empezar el guión "fallido" que se convirtió finalmente en su propia autobiografía de infancia, La traición de Rita Hayworth.


5 comentarios:

silv dijo...

mi dios, gustavo, esta leyendo mi biblioteca??? Amo a McCullers, dolor del bueno.

silv dijo...

Bloglines como las Songlines de Bruce Chatwin? O se refiere a la brevedad del texto? Sabias de esas tribus que para viajar se orientaban con larguisimos poemas? Para regresar lo cantaban al reves… Un texto escrito por cientos de voces a traves de los siglos atravesado por el desierto y el viento del amanecer, un hilito de agua que desaparece en verano y las estrellas…Como llegue hasta aqui? Ah, la brisa…

Gustavo López dijo...

Me parece fantástico todo.

Estoy leyendo tus libros, por supuesto; pero vos ahora estás siendo las huellas de mis pasos.
En verdad eso me hace sentir un cazador menos solitario.

Podría explicarte el punto de partida, pero no sé, porque al lado de tu ensoñador viaje...

Hice una publicación breve, de tres palabras: estoy probando Bloglines.

Y después de un rato la borré, la deshice... a partir de ese instante las Songlines, el canto de las tribus, la ensoñación del olvido.
Porque era solamente una prueba que hacía para un sobreviviente en Buenos Aires, el Ruso, a quien vos conociste en 2001/2002.
Pero, para qué voy a explicar ahora lo que hice, mejor te cuento que el Ruso me va a llamar por teléfono el martes 17 a la noche para dictarme un comentario que quiere escribir sobre... Carson McCullers.

el ruso dijo...

Me pasa en relación a Singer algo que tiene que ver con la identificación.
La novela de McCullers dice que Blount, en el bar, no se dio cuenta de que Singer era mudo. A mí me pasa seguido que la gente no se da cuenta de que soy ciego.
También me pasa ahora o, más exactamente, es una postura que tengo hace poco, y es que pienso que Singer no es mudo. Estoy hablando con una metáfora: ¿no será que Singer no se quiere pronunciar? Siempre me dio la sensación de que Singer estaba arrojado a su mudez o a su soledad, y no como yo que me rebelaba contra mi ceguera.
Pero en el presente me siento como él.
No me quiero pronunciar.
Estoy cansado; antes me rebelaba contra lo que me pasaba.
Singer: ¿no habla o no quiere hablar?

Me encantó el sonido: dolor del bueno.

Gustavo López dijo...

Se me ocurre que McCullers consigue la identificación con Singer, quiero decir la identificación del lector con Singer, al hacer del lector un testigo de los engranajes que van propulsando al resto de los personajes, Copeland, Biff, Mick, Blount, historias distintas que el lector no sabe como terminarán pero podría imaginarlas desoladas, precarias y quizá fatales.

Pero al igual que Singer el lector no se pronuncia.

Otra identificación posible sería con Antonapoulos: ¿no sabe leer o no quiere leer?