2007-08-17

Tuve un descuido.
Desde Sancho y sus rebuznos, me pasó desapercibido el salto del narrador hasta las aguas del Ebro, cercanas a Zaragoza.
La noche que leí la irresistible aventura del barco encantado y a continuación el encuentro del Quijote con la bella cazadora no percibí aquel salto. Tampoco cuando fui a mirar un mapa para trazar el de mi propia lectura.
Zaragoza estaba ahí. Sin embargo, parecía lejana gracias a la bufa que hace Sancho del cómputo de Ptolomeo y la confusión de coluros, líneas, paralelos, zodíacos, clíticas, polos, solsticios, equinocios, planetas, signos, puntos, medidas, de que se compone la esfera celeste y terrestre, que explica el caballero.
El encantamiento del viaje inmóvil.
Una enorme distancia. Entre las varias historias en el castillo, que iban a comenzar después del encuentro con la bella cazadora, y el destino fallido del libro: las justas de Zaragoza. Señal de que el libro se planteaba para Cervantes mucho más largo.
La publicación del libro apócrifo es la razón del vértigo de las páginas finales.
Fantásticas.

1 comentario:

Paulino dijo...

Me pasó que no podía asociar nada al segundo Quijote. Buscando algo que me abriera sentido tomé el camino de las justas de Zaragoza.
Entonces, leí el encuentro del Quijote con el melonero y el posterior auxilio del canónigo mosén Valentín.
A fuer de ser sincero, ahora descubro que había leído el apócrifo creyéndolo el verdadero.
Bueno, el apócrifo al fin y al cabo también es verdadero.
Y aquel que no supiera que el Quijote de Cervantes no va a Zaragoza puede tranquilamente confundirlos, es decir, leer las aventuras del libro de Avellaneda como propias del personaje creado por Cervantes.