2008-03-18

Hasta enero de 2002 había leído únicamente novelas de Antonio Di Benedetto: Zama y El silenciero. Hallé casualmente Mariposas en la Revista Nueva del 4 noviembre del año anterior al pasar por San Martín de los Andes, de camino hacia Villa la Angostura. «Así es como han empezado a aparecer estas mariposas teñidas en lo hondo de mi corazón».

Dicen que escupo sangre, y que pronto moriré. ¡No! ¡No! Son mariposas, mariposas rojas. Veréis.
Yo veía a mi burro mascar margaritas y se me antojaba que esa placidez de vida, esa serenidad de espíritu que le rebasaba los ojos era obra de las cándidas flores. Un día quise comer, como él, una margarita. Tendí la mano y en ese momento se posó en la flor una mariposa tan blanca como ella. Me dije: ¿por qué no también?, y la llevé a los labios. Es preferible, puedo decirlo, verlas en el aire. Tienen un sabor que es tanto de aceite como de hierbas rumiadas. Tal, por lo menos, era el gusto de esa mariposa.
La segunda me dejó sólo un cosquilleo insípido en la garganta, pues se introdujo ella misma, en un vuelo, presumí yo, suicida, en pos de los restos de la amada, la deglutida por mí. La tercera, como la segunda (el segundo, debiera decir, creo yo), aprovechó mi boca abierta, no ya por el sueño de la siesta sobre el pasto, sino por mi modo un tanto estúpido de contemplar el trabajo de las hormigas, las cuales, por fortuna, no vuelan, y las que lo hacen no vuelan alto.
La tercera, estoy persuadido, ha de llevar también propósitos suicidas, como es propio del carácter romántico suponible en una mariposa. Puede calcularse su amor por el segundo y asimismo puede imaginarse sus poderes de seducción, capaces, como lo fueron, de poner olvido respecto de la primera, la única, debo aclarar, sumergida —muerta, además— por mi culpa directa. Puede aceptarse, igualmente, que la intimidad forzosa en mi interior ha de haber facilitado los propósitos de la segunda de mis habitantes.
No puedo comprender, en cambio, por qué la pareja, tan nueva y tan dispuesta a las locas acciones, como bien lo había probado, decidió permanecer adentro, sin que yo le estorbase la salida, con mi boca abierta, a veces involuntariamente, otras en forma deliberada. Pero, en desmedro del estómago pobre y desabrido que me dio la naturaleza, he de declarar que no quisieron vivir en él mucho tiempo. Se trasladaron al corazón, más reducido, quizás, pero con las comodidades de un hogar moderno, por lo que está dividido en cuatro departamentos o habitaciones, si así se prefiere nombrarlos. Esto, desde luego, allanó inconvenientes cuando el matrimonio comenzó a rodearse de párvulos. Allí han vivido, sin que en su condición de inquilinos gratuitos puedan quejarse del dueño de casa, pues de hacerlo pecarían malamente de ingratitud.
Allí estuvieron ellas hasta que las hijas crecieron y, como vosotros comprenderéis, desearon, con su inexperiencia, que hasta a las mariposas pone alas, volar más allá. Más allá era fuera de mi corazón y de mi cuerpo.
Así es como han empezado a aparecer estas mariposas teñidas en lo hondo de mi corazón, que vosotros equivocadamente, llamáis escupitajos de sangre. Como véis, no lo son, siendo, puramente, mariposas rojas de mi roja sangre. Sí, en vez de volar, como debieran hacerlo por ser mariposas, caen pesadamente al suelo, como los cuajarones que decís que son, es sólo porque nacieron y se desarrollaron en la obscuridad y, por consiguiente, son ciegas, las pobrecitas.

Mariposas de Koch / Mundo animal
Segunda edición corregida, 1971; Editorial Fabril.


5 comentarios:

Pastora dijo...

"Mariposas de Koch" es un cuento que leí muchas veces. Al tiempo, lo olvido. Y al releerlo me pongo molesta. ¿Por qué desaparece?, ¿no lo leo bien?
Recuerdo "Enroscado", "El cariño de los tontos". En esos cuentos claros me dejo llevar. Puedo volver a ver, mentalmente, los lugares y desde ellos evocar las escenas y sentir con los personajes.
En cambio, las "mariposas de Koch" se me aparecen en una imagen : la boca abierta de un rostro difuso que despide mariposas turberculosas.
¿Me equivoco al leerlas? ¿me distraen los juegos de palabras?
Siento que hoy voy a vencerlas, son como un sueño que se me escurre. Pero tal vez...si las interpreto...

Vanessa Alanís dijo...

qué linda manera de analizar las mariposas x parte de pastora, yo en cambio, sólo pude recordar las mariposas en el estómago, que revolotean, que son ácidas, que quieren y no quieren salir y te generan ganas de volar o de quedarte en cama retorcido entre la oscuridad de las sábanas.

chica hindú dijo...

Para mi las mariposas son como un sueño recurrente e inasible.
No recuerdo bien los cuentos de Di Benedetto, pero si Zama y Los Suicidas.

Gustavo López dijo...

Es curioso, Pastora, porque contaste que conseguiste que tus compañeros de colegio adorasen una madeja de hilitos rojos.
No salgo de mi asombro cada vez que leo este relato breve, sobre todo el movimiento final: «mariposas rojas de mi roja sangre [...] caen pesadamente al suelo [...] es sólo porque nacieron y se desarrollaron en la obscuridad y, por consiguiente, son ciegas [...]»

No todos tenemos la misma memoria respecto a Di Benedetto. A sus marcas de estilo, a su humor. Bueno, eso es precisamente leer. Lo inasible, Chica hindú, en Caballo en el salitral: «Un bañado turbio, que no refleja la luz, un bañado decadente que morirá con tres soles, lo retiene y lo retiene como un querido corral».

Por otro lado mariposas ácidas, qué feo.
Las pobrecitas.

No importa.
En todo caso, como acertadamente dijo también Pastora, «las mariposas agonizan a conciencia».

chica hindú dijo...

Ávida mariposa azul. Panambi, así te nombro colorcito volador, jugando en los sueños de mi infancia cuando reposabas en la palma de mi mano estática para que no te asustaras.
Así venías ahora por las noches, suave y liviana como murmullo a la hora de dormir.